Capítulo # 8
En Grecia.
En la empresa Mylonas.
Duncan estaba terminando de revisar los últimos papeles del día anterior, cuando observó que la secretaria de Meghan estaba mirándolo.
—¿Qué sucede Oikonomou?
—Llego un señor —dijo ella mirándolo—, dijo que quiere ver a Meghan le dije que no estaba. No desea irse.
Duncan se levantó de la silla y caminó hacia la salida, cuando se fue acercándose se quedó asombrado. ¿Qué hacía Leonel Antoniou en su empresa? Rápidamente, le envió un mensaje a su madre “Madre, Leonel está aquí y sabe que Meghan trabaja en la empresa” guardo su celular, camino hacia él.
—Señor Leonel —dijo el serio—. ¿Cuál es el honor de su visita?
—Voy a ser claro, vengo a ver a mi nieta. Sé que tiene dos años trabajando aquí —dijo con brusquedad—. Solo dile que pronto me verá por aquí.
—Señor Leonel, le voy a agradecer que no venga más a mi empresa, no quiero que mi prima se altere al solo verlo.
—Mi nieta, se alegrará al solo verme —insistió él sonriendo—. Adiós, felicidades por el pequeño —dijo alejándose.
—Tengo un mal presentimiento —murmuró Duncan preocupándose, miró su celular y su madre lo estaba llamando, contestó—: ya se fue, tiene interés de platicar con Meghan.
—No, llámala hijo. Comunícate con tu prima, no quiero que ese viejo se acerque a mi sobrina —dijo alterada.
—Está bien, madre —dijo él cortando la llamada.
.
.
En Italia.
En el hotel Lombardi.
Meghan se quedó mirándola seriamente.
—No soy una mujer que se venda por dinero.
Zita la miró y soltó una carcajada.
—Lo siento, eres muy sincera.
—Creo es mejor que sé…
—Espera, lo siento… Es que necesito que te quedes aquí —dijo Zita seria—, tu abuelo sabe qué te casaste con mi nieto, cuando se entere de que viven separados. ¿Qué crees que hará?
—Nada, hace diez años me fui —respondió levantándose y mirándola—, no creo que eso le afecte.
—Te casaste con el nieto de su mejor amigo —le recordó con voz serena—. Leonel y Alessio les gustan una mujer que siempre esté tranquila y sumisa, odian a las mujeres independientes y seguras de sí misma.
—Bueno, eso sí.
—Desde que tú te fuiste has sido la oveja negra de la familia Antoniou. Aun tu abuelo tiene la esperanza de enderezarte por decirlo así.
—Es una locura ni siquiera los veo.
—Meghan sé que has sufrido, hazlo por mi nieto. Él te ama y yo sé que tú también lo amas —pidió Zita sonriendo—, piensa en los hijos que aún no han tenido.
—No, no y no —dijo negándose sin dejar de mirarla—. No sé quién eres, entras a mi habitación y ni siquiera sé cómo se llama.
—Zita Mariani —dijo ella extendiéndole la mano—, fui la primera esposa de Alessio. Una mujer independiente, segura y trabajadora —le informó con una leve sonrisa—. Nos divorciamos porque él no podía soportar que su mujer no estaba en casa, siempre estaba comparándome con las demás mujeres y, sobre todo. Me hizo dar entender que a Víctor nunca lo atendía por estar trabajando. Él puede ser dulce cuando alguien no le cae bien. Hace todo lo posible por apartarlo de su lado, Casandra y Sandra no han tenido un matrimonio tranquilo, puedes notar que Casandra vive en Grecia y en la casa que aún era de sus padres, ¿sabes el por qué?
Ella negó.
—Alessio le quitó la empresa. Hace algunos años para obligar a Mauro que se dejara de Casandra, hizo que la empresa de ella cayera en una quiebra enorme. Mmm… hace dos años, una joven hizo florecer la empresa nuevamente y ahora está siendo reconocida mundialmente.
—No lo sabía que él era así —dijo Meghan pasmada.
—Aquí puedo protegerte —confesó mirándola—. Yo soy más rica que él, tengo más amigos que él. Si estás en Grecia no será lo mismo.
—No puedo tengo una vida. A veces veo a mi mamá y mi trabajo —dijo soltando un suspiro—. Usted lo dice tan fácil —dijo entristecida—, estudie y me gradué para ayudar a mi tía, yo no quería que la empresa de mi familia materna se acabara, tengo un compromiso.
—Te entiendo —dijo Zita mirándola con seriedad—, visítanos, trataré de llevarme a Layla para que conozcas a tu suegra.
—Claro que sí, yo también deseo conocerla. Esta semana quiero estar con Uzeil él se merece que lo consienta mientras esté aquí —le comunicó risueña.
—Haces bien —dijo contentó—, te dejo mi número —entregándole una tarjeta y risueña—, llámame a cualquier hora, por favor. Cuídate, no quiero que le pase algo a la futura madre de mi bisnieta.
Meghan mirándola confundida.
—No estoy embarazada.
—Ja, ja, ja, ja, ja. Hija —dijo Zita dándole un beso en la frente—, llámame.
—Claro.
Zita abrió la puerta y se fue.
Meghan quedó mirando la tarjeta por un buen rato, tomó su celular y guardo el número de una vez, a pesar de que pareció loca. Le había encantado conocerla.
Los días siguientes que Meghan se encontraba en Italia, Uzeil la había llevado a los mejores restaurantes y los paisajes de la ciudad, quería consentirla por completo y así intentar que su mujer al menos le gustara su país, cuando llego el día de irse a Grecia, Uzeil no quería separarse de ella, Meghan tenía que regresar a su vida normal. Aunque para ella sería difícil dejarlo, verlo toda la semana se había vuelto una costumbre.
.
.
Dos semanas después.
En la empresa Mylonas.
Día miércoles.
Meghan no podía creer que estuviera tanto tiempo ocupada y como la empresa estaba recibiendo nuevos clientes y eso demandaba mucho tiempo, preguntas personales, hacerle una carpeta a cada uno era agotador sin contar la semana que tuvo sin trabajar, estuvo casi dos horas más de la hora habitual para poder atenderlos todos.
—Toma —dijo África entregándole una taza de café—, te ves agotada
—Sí —afirmó Meghan sintiéndose débil—, ni tengo ganas ni de gritar.