Capítulo # 23
En Italia.
En la mansión Sorrentino.
Uzeil se levantó lentamente para no despertar a Meghan, la cual dormía tranquilamente, aún seguía adolorida y el doctor explicó que debía de descansar lo suficiente, en una parte se sintió aliviado que Meghan no tomaría la decisión de irse de nuevo a Grecia. Sabía que no podía ilusionarse mucho, porque ella cambió mucho de humor, podría irse al sentirse mejor, no se sentía preparado para separarse de su hija.
—Uze…—murmuró Meghan en sueño.
—Te amo tanto, tengo miedo en pedirte que te quedes conmigo, sé que no aceptaras —dijo Uzeil acariciándole la mejilla—, somos muy orgullosos para continuar esta relación.
—Hola —habló Layla asomándose—, pensé que dormían.
—Quiero estar pendiente de Zoe —dijo él levantándose.
—Meghan se ve que sigue agotada —comentó ella mirándola desde lejos—, no puedo creer que ella sea madre, se ve tan joven.
—Yo tampoco lo creo, desde que la vi me enamoré perdidamente de ella —dijo el enamorado—. Ahora todo es diferente.
Layla lo miró con extrañeza.
—¿Qué sucede hijo?
—Ella y yo, no nos ponemos de acuerdo, nos separamos hace unos meses —le confesó él destrozado—. Llevamos una vida tranquila, por el bien de nuestra hija.
—No.
—Es mejor así, los dos llevamos una buena comunicación —dijo Uzeil sonriéndole—, vamos a salir de aquí.
—Vamos.
Madre e hijo salieron de la habitación, Uzeil caminó hasta la habitación de su hija y sonrió de verla durmiendo tranquilamente, se reunió con las madres de sus tíos para platicar un poco en familia.
La familia de Meghan, se fueron a visitarlos los días siguientes, encontraron a una Meghan sonriente y recuperada después de tener a la princesita de ambas familias, Duncan se divirtió al ver a su hijo fascinado con su primita.
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Unos meses después.
En Italia.
En la mansión Sorrentino.
—Es hora de comer —dijo Meghan sosteniendo a su hija de casi seis meses. Desde que decidió quedarse con su hija en Italia por seis meses, la familia Sorrentino y Uzeil se sorprendieron por la decisión que tomó, al principio fue difícil abandonar su trabajo, pero su hija la necesitaba. Aprovechaba que la niña dormía para adelantar un poco de trabajo.
—Hola, princesa —habló Uzeil entrando—, le puedo yo dar su alimento.
Meghan asintió contenta, Uzeil era de gran ayuda, todo momento estaba apoyándola en todo, tuvo algunos inconvenientes con Alessio porque quería siempre estar al pendiente de su hija, Meghan tuvo que dejarle en claro que la pequeña era su hija y quien debía cuidarla era solamente ella.
Miró a su exesposo, para ella era un ex porque ninguno de los dos había intentado volver a comenzar una relación, todo había girado a los cuidados y necesidades de su hija, la familia Sorrentino y Antoniou se alarmaron al anunciar que ellos se divorciarían en cualquier momento.
—Hola —dijo Zita entrando a la habitación y dándole un beso en la cabecita a su bisnieta—. ¿Y cómo se está portando?
—Muy bien —respondió Meghan sonriendo—. En unos días nos iremos.
Uzeil y Zita palidecieron.
Ella mirándolos.
—Dentro de poco Zoe tendrá seis meses y yo dije que…
—Lo sé —interrumpió él—. Será difícil para todos, mis abuelos y especial mis padres.
—Maxwell ya nació —le recordó ella mirándolos—, tendrán un bebé que cuidar.
—Meghan no es lo mismo —dijo Zita comenzando a llorar, no quería alejarse de la niña—, es mi bisnieta.
—Abuela —dijo Meghan sintiéndose mal—, quedamos que me iría en seis meses.
Zita salió de la habitación llorando, alarmando a Alessio y Víctor que se dirigían a la habitación de la bebé.
—¿Qué sucede? —preguntó Alessio angustiado.
—Meghan se va, en unos días, con la niña —dijo ella abrazando a su exesposo.
—Madre —dijo Víctor abatido—. Eso lo sabíamos, por eso les dije que no se fueran a encariñar mucho con la niña.
—¿Y por qué lloras? —le preguntó su madre.
Víctor limpiándose las lágrimas.
—No sucede nada, es por verte tan mal.
—No te creo —dijo Alessio serio.
—¿Qué sucede? —preguntó Layla acercándose a ellos.
—Meghan se va a llevar a la niña —dijo Zita llorando.
Layla triste.
—Sí, ella anunció que se iría, cuando Zoe tuviera seis meses. La niña los cumplirá unos días.
—Debemos hacernos a la idea —aconsejó Alessio mirándolos—, mejor preparen los pañuelos.
Zita estaba decidida a no dejar que Zoe y Meghan se fuera de la mansión, cueste lo que le cueste.
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Uzeil terminó de sacarle los gases a su princesita para entregársela a su esposa.
—Toma.
Meghan la alzó y Zoe sonrió.
—Es una niña muy risueña.
—Y si la llevamos de paseo —le dijo Uzeil mirándola.
—Todo el tiempo lo hacemos —dijo ella sonriendo—, es mejor quedarnos en casa.
—Sí, vamos a cenar.
Ella, sorprendida, tenía tiempo que no la invitaba a cenar o algo divertido.
—¿Los dos?
—Claro que sí, como una cita —dijo él acercándose a ella y haciéndole caritas a su pequeña.
—Está bien, nada de seducirme —lo miró divertida.
—Nada de eso —dijo él sonriendo.
—¿A qué hora? —preguntó al dejar Zoe en el corral—, que juegue un rato.
—A la siete.
—Está bien.
Uzeil salió de la habitación, quería pasar un rato con ella y hablar. Y disfrutar de la noche, para planear el futuro juntos y pensar en el bienestar de su niña.
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Horas después.
Meghan se colocó un vestido morado de tirantes, entallado al cuerpo, por suerte se había recuperado rápido su hermosa figura.
—Gracias a Dios —habló Meghan mirándose al espejo.
—Siempre tan hermosa —dijo Uzeil sonriendo.
—Tú estás guapísimo.