Un millonario en el rancho

3. Me llamo Elizabeth

Elián

—¿A caso me estás espiando? —vuelve a preguntar al notar que no respondo enseguida su duda.

—Disculpa, escuché unas voces y vine a ver de quien se trataba. —Trato de sonar lo menos nervioso posible, jamás había experimentado este nerviosismo que ella provoca en mí.

—Qué raro, aquí solamente estoy yo. —Me señala con la mano alrededor y es verdad, no hay nada, lo más seguro es que las risas fueron producto de mi imaginación o tal vez ella se reía sola.

Me habla desde dentro del agua, solo se mueve en ratos para no ahogarse y mis ojos no pueden evitar seguir sus movimientos. Ya paso algún tiempo y no hemos dicho más palabras.

—No te conozco, ¿de dónde vienes? —pregunta mientras se aleja de la orilla, desaparece por unos segundos bajo el agua y después vuelve a surgir.

—Estamos de paseo —Es lo único que le digo cuando tengo de nuevo su atención.

—Te invito a meterte al agua conmigo, ¿Qué te parece? —Sopeso su propuesta, no sé cuánto tiempo llevo parado aquí, como una estatua.

La mujer que está dentro del agua parece una chiquilla al entrar y salir del río, no parece más grande que yo; la sonrisa y forma de hablarme provocan mucho en mí. Sin pensarlo más, acepto su propuesta; me quito la ropa dejándome solo en ropa interior y me lanzo al agua sin mucha precaución. Grave error.

El cauce es profundo y hace que mi cuerpo se sumerja de más, por un instante tengo miedo, solo un instante. Siento unos suaves brazos envolverme hasta llevarme a la superficie. Mis pies tocan tierra y al fin puedo respirar con normalidad.

—Si no sabes nada, no vuelvas a hacer lo que hiciste —me reprende después que he dejado de toser.

—Claro que sé nadar, pero no me dijiste que esto estaba muy profundo —replico.

—Estas aguas pueden engañar, es tan cristalino que el fondo se ve muy cerca.

—Si me he dado cuenta de eso —respondo irónico.

—Ahora ya lo sabes y debes de tratar el agua con más respeto y precaución.

Hago caso a lo que me dice, disfruto del agua, de la compañía de la chiquilla, sin necesidad de palabras, además de la sensación de ser libre como el viento, de que puedo correr sin que nadie me detenga, de que nadie vendrá hasta aquí con amenazas.

Me lanzo al agua una última vez, en esta ocasión con precaución, cuando salgo del agua la veo ahora sentada en una roca, asoleándose mientras se seca el cabello con una toalla.

—A todo esto, no me has dicho tu nombre. —Rompe el silencio.

—Me llamo Ian, y ¿tú?

—Qué nombre más hermoso tienes, yo tengo un nombre demasiado común.

—Siendo hermosa como eres, cualquier nombre queda corto frente a tu belleza. —No sé de donde salieron estas palabras, jamás le había hablado a alguien de esta manera, incluso siento que estoy coqueteando con ella.

—Si hablamos de belleza, déjame decirte que también estás guapo.

Ya no sé qué más decir, parece que esta chiquilla es demasiado sincera, ¿será que así son todas aquí? Porque, soy un simple foráneo que no conoce y de pronto está hablando conmigo como si me conociera de toda la vida.

—Lo siento, es momento de irme —digo saliendo del agua y poniéndome la ropa encima sin importar que se moje por el agua que todavía escurre por mi piel. Salgo despavorido sin saber a qué le huyo.

—Por cierto, me llamo Elizabeth y me puedes decir Lisa —me grita cuando estoy lejos de ella.

Este encuentro fue extraño, como si fuera un sueño.

Llego hasta el caballo y me monto enseguida. Galopo de regreso al rancho, llego justo cuando el sol se está poniendo. Entrego al animal que me presto Pablo, quien parece que está esperándome.

—Joven, sus padres ya preguntaron varias veces por usted, lo buscan.

Me parece increíble escuchar esto, siempre pensé que ellos no se preocupaban por mí y es que siempre eles hice creer que yo era autosuficiente y que no necesitaba de nadie; nada más lejos de la realidad.

Entro a la casa y la señora de la cocina me informa que ya todos se encuentran sentados en la mesa, solamente me estaban esperando a mí para comenzar a merendar.

Subo a la habitación a darme un chapuzón antes de presentarme a mi familia, fresco y cambiado, llego hasta el comedor en donde todos me ven como si fuera un bicho raro.

—Disculpen la demora, estaba conociendo el lugar —les digo mientras me siento y unas mujeres me sirven la merienda.

—Hijo, me preocupas, este sitio es muy diferente a todo lo que conoces y no quiero que te pase nada —responde mi madre y de verdad está preocupada por mí.

—Prometo no desaparecerme más.

—Fernanda, no debes preocuparte, este sitio es muy seguro, además, desde la ventana pude ver lo bien que domina el caballo. Me caería a la perfección un hombre como tú aquí. —Mi cuñada me sonríe mientras habla. De pronto su idea no me cae mal.

—Eso no puede ser, mi Elián aún es un niño y no lo dejaría aquí solito —De pronto noto lo cariñoso que está mi madre, o tal vez siempre fue así y me enfoqué tanto en otras cosas que jamás lo noté.




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