Un millonario en el rancho

6. Un millonario en el rancho

Elián

Enseguida que estuve con ella la convicción de querer establecerme aquí llego a mi ser, pueden pensar que tan solo soy un chiquillo que no sabe lo que quiere, pero he decidido que aquí estoy mejor, que puedo empezar una nueva vida sin importar a lo que me tenga que dedicar.

Amo a mi familia, es verdad, pero también necesito un poco de espacio, un espacio que irónicamente y aunque no lo parezca, necesito. La vida a veces es complaciente y te pone en bandeja de plata lo que hace falta, a veces te deslumbra, a veces es difícil verlo y en todos los casos no sabes si es lo mejor hasta que existe la necesidad de tomar las decisiones de frente.

Mientras me visto la veo en la cama, enrollada a la sabana, viéndome desde ahí, se ven tan hermosa, tan fresca, tan… ella. No me arrepiento de lo que acaba de pasar aquí, ella es todo lo que desee en mi primera vez.

—Si el dueño nos descubre, lo más probable es que nos denuncie por invadir su casa y no solo eso… Lo mejor es que te cambies y salgamos de aquí, hay que acomodar las cosas —le pido, es momento de irnos, la lluvia ha cesado y el sol resplandece en lo alto, aún falta mucho para que acabe el día.

—Por eso no debes preocuparte, esto es mío —responde como si nada.

—¿Vives aquí? —pregunto incrédulo, en realidad no le he preguntado mucho sobre el lugar en que radica.

—Sí y no. Este es mi lugar de escape. —Noto algo de melancolía en su voz, así como otras veces lo he notado, el momento es esporádico, pero soy tan observador que lo vislumbro fácilmente.

—Estas tierras forman parte del rancho de mi padre y yo le pedí que me hiciera este lugar para mí y como soy su hija favorita el mismo la hizo y ahora que te he contado esto, es momento de irnos —dice levantándose y siendo tan vivaz como siempre.

Lo que sucede es que ella se levanta y dejando al descubierto su cuerpo haciendo que nos quedemos un poco de tiempo más.

Mientras montamos de regreso a casa, voy pensando cómo decirle lo más probable es que esta es la última vez que nos vemos, que el día de mañana tenemos que volver a casa y que tal vez no vuelva más.

Nos bajamos en nuestro lugar de encuentro en donde ella dejó amarrada su yegua.

—¿Mañana a la misma hora? —me pregunta con una sonrisa a punto de montar a su animal.

Agacho la cabeza sin atreverme a decirle que eso no va a ser posible.

—¿Sucede algo? —vuelve a preguntarme.

—Mañana volvemos a casa.

El silencio reina a nuestro alrededor, su expresión es inescrutable y me da miedo lo que llegue a decir.

—Así que te vas… es mejor así. Adiós.

Antes de reaccionar ella se sube de un solo brinco y en segundos ha desaparecido de mi vista, galopando a toda prisa. Me siento la peor persona del mundo al verla marchar y no decirle que fue hermoso conocerla, que fui feliz a su lado y que logro llenar el vacío de mi alma, por un tiempo.

Cabizbajo monto al caballo hasta el rancho, antes de llegar veo a Pablo tratando de mantener el orden, decido quedarme u rato más con él para olvidarme de la despedida tan amarga que viví hace unos instantes.

Estamos de vuelta a casa ya muy noche, mis padres ya no me dicen nada, se han resignado a que desaparezco todo el tiempo que estuvimos aquí. Mientras estamos cenando no dejo de darle vueltas a la idea que se formó en mi cabeza.

—Lucas, ¿puedo hablar a solas con Liliana? —No quiero esperar a esto, puede que sea una decisión apresurada, pero es lo que deseo.

—¿Por qué debería hacer eso? —responde a la defensiva, es tan protector con ella que nadie se atreve a pedirle que se separe mucho tiempo de ella, no quiero imaginarlo con un hijo. Es feliz y me alegra ver que mi hermano encontró a su amor y no lo que pensó que sería con Hannah, esa loca que solo le provoco dolor.

Aunque parezca que no me entero de nada, siempre estoy pendiente de mis hermanos y justo ahora sé que Sol se ha fugado con el mejor amigo de Lucas y que eso lo tiene molesto porque su ex lo había engañado con él.

—Necesito hablar algo con ella, prometo que la voy a cuidar —Le respondo.

—Anda amor, ve a ver si la yegua ya dio a luz —y nos reímos los dos, menos mi hermano quien pone mala cara y termina dejándonos a solas.

—Y bien, ¿Qué necesitas hablar conmigo?

—Entiendo que nos conocemos poco y que he cruzado muy pocas palabras contigo, pero quisiera que me permitieras quedarme un tiempo aquí.

—¿Quedarte?, ¿cómo?

—Puedo ayudar en cualquier cosa que se necesite aquí, estos días descubrir que esta vida me gusta. No te pido quedarme de a gratis aquí, quiero trabajar y ser útil.

—¿Qué dicen tus padres respecto a esto? —pregunta y antes de que responda continua—. Sinceramente, no te veo como alguien que se pueda quedar, eres un citadino… pero no permitiré que mis prejuicios ganen, si lo que deseas es quedarte… adelante y bienvenido al rancho Linares —me dedica una sonrisa, es una gran mujer.

—Gracias por la oportunidad y prometo que no te voy a defraudar. Respecto a mis padres, hablaré con ellos más tarde, además soy mayor de edad y ya tomé la decisión —exclamo seguro para que me crea.




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