Un momento inesperado

Capítulo 4: Lucas

Lucas estaba cenando en el restaurante del pequeño hotel, el investigador lo miraba de forma acusatoria sin hablar, él lo notó y le dedicó una media sonrisa.

—¿Qué? —preguntó Lucas con altivez.

—La chica estaba muy asustada, tampoco tenía que tratarla así.

—Ha mentido, se robó a mi sobrino.

—Lo ha cuidado, no se lo robó. Habría ido a un orfanato de otra forma.

—No le pago por sus opiniones —dijo Lucas para zanjar la conversación, él hombre desvió la mirada e hizo una mueca de fastidio.

—Usted paga, sí, pero no lo acompañaré más si esa va a ser su actitud —respondió. Se levantó de la mesa y se dirigió hacia las habitaciones.

Lucas no levantó la cabeza, sabía que el investigador tenía razón, pero él estaba muy molesto, triste, y se sentía frustrado porque aquella chica insistía en mentir sobre el origen del niño, Biel. «Se llama Biel».

«Se parecía a Mateo, físicamente, pero esa actitud del niño era muy distinta a la de Mateo», pensó Lucas, Mateo estaba siempre alegre y era muy conciliador, confrontó a todos cuando insistieron en que dejara a Ana, y solo entonces. El niño era altivo. Suspiró y decidió dormir temprano para definir la estrategia contra Mariana Montenegro. No le iba a dejar el niño, la llevaría a la corte si tenía que hacerlo, tenía las pruebas y todo lo favorecía a él o cualquier miembro de su familia.

A la mañana siguiente se presentó en la puerta de la chica nuevamente, llevaba algunos juguetes, comida y ropa. La puerta se abrió y la chica abrió los ojos mucho cuando lo vio, una tenue luz se colaba hacia dentro a través de la puerta y caía sobre su rostro, Lucas vio que sus ojos eran color marrón claro y su piel muy blanca y delicada, sus labios eran carnosos y rosados, «es una muchacha bonita», pensó.

—Quiero ver al niño —dijo Lucas sin saludar.

—No quiero que lo vea, parece un loco. ¿Por qué dejaría que viera a mi hijo? ¿Se da cuenta de que todo esto es muy extraño? —preguntó ella con la voz temblorosa.

Lucas suspiró y cerró los ojos por un momento, se llevó la yema de los dedos al entrecejo y luego regresó la vista a ella. La vio con una mirada cansada.

—No sigas en ese juego, no seré amable. Mañana tendrás aquí a mis abogados, mejor hagamos esto por las buenas.

—Señor, entienda que ya me está asustando. No puede venir aquí y amenazarme como loco…

—¿Dónde está?

—¡Por favor! Váyase —gritó desesperada.

—No eres más que una chiquilla tonta, que no tiene dinero, ni conocimientos, nada, ¿crees que vas a poder contra mí? ¿Contra nosotros? Toda mi familia estará contra ti.

La muchacha hizo una mueca con la que trató de contener el llanto, pero no pudo y sus ojos soltaron grandes lágrimas, abrió su boca para liberar un llanto bajo y se llevó las manos a la boca. Negó con la cabeza e hizo un esfuerzo por recomponerse.

—No, usted no tiene ni idea. ¿Qué quiere hacer? ¿Por qué no se va y me deja en paz?

Ella lo veía con miedo en sus ojos, su delgado cuerpo temblaba y las palabras las soltaba de forma atropellada.

—¿Te parece justo privarnos de compartir con él? De conocerlo —dijo en tono de súplica, su altivez pareció desmoronarse.

—¡Por favor! ¡Váyase! Y no vuelva —gritó entre llanto.

Cerró la puerta con fuerza. Lucas se echó hacia atrás de forma instintiva. No le preocupaba advertirla sobre una posible demanda, y eso haría. Llamó a los abogados de camino al hotel, observó la bahía y consideró que el sitio era hermoso, humilde pero hermoso, por el sol y la playa que decoraban sus bordes, un lugar hermoso, pero no digno de su sobrino.

—Está listo, señor, es una solicitud de custodia y una demanda por falsificación de documentos, ¿agregará secuestro?

—Sí, lo que sea que haga falta, Martínez, todo. No quiero que esto dure ni dos semanas.

—Entendido, señor.

La muchacha parecía indefensa, pero a Lucas le molestaba sobremanera que insistiera en ocultarles algo tan importante. Era egoísta. Al llegar al hotel lo esperaba el investigador para regresar a la ciudad. Los hombres no se hablaron más durante todo el trayecto salvo cuando ya estaban de regreso.

—Hasta hoy trabajo con usted, tiene el informe y le enviaré la cuenta de mis honorarios a su asistente, como siempre. Que esté bien —se despidió con distancia.

Lucas se limitó a asentir con la cabeza, se despidió luego con un gesto más cordial, sabía que el hombre lo juzgaba por cómo trató a aquella chica. No se arrepentía ni lo comprendía, su rabia y frustración estaban muy justificadas, pensó él. Descendieron del helicóptero y su novia Bárbara lo esperaba recargada de la puerta del techo del edificio.

—¿Y? ¿Cómo es? ¿Cuándo lo traerás? —preguntó la chica de cabellos rojos.

—No, es complicado, la chica insistió en que el niño es su hijo. Será a lo rudo, ya hablé con Martínez —dijo, ella se acercó y lo abrazó, sobó su brazo.

—Vas a estar bien. Tendrás al niño, estoy segura.

Lucas pensó que sí, le molestaba no tenerlo ya, pero sabía que era una batalla fácil de ganar, además estaba muy feliz, lo que tanto buscó estaba a par de horas de él, caminaba y hablaba con altivez, unas lágrimas se le quisieron asomar a los ojos, por una mezcla de nostalgia por recordar a Mateo y una felicidad genuina por saber de Biel, por haberlo visto.




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