Se recostó en la cama del hotel, cerró los ojos y trató de recordar todos los momentos en los que Alberto estuvo junto a él mientras buscan pistas sobre el niño. Nunca opinaba mucho, se mostraba desinteresado, ahora Lucas sabía porqué.
Cuando supieron la noticia de la posible existencia del niño, al primero que Lucas buscó fue a Alberto, fue siempre muy amigo de Mateo y le cubría muchas veces, pensó que su amigo tal vez podía saber alguna pista que lo ayudara a encontrar a la familia de Ana, pero no aportó ninguna información, decía no conocer a nadie relacionado con Ana. Mintió, mintió por ella. «¿Por qué?».
«Estudiamos juntos, trabajamos juntos, es mi amigo, un hermano más». Lucas no sabía cómo actuar ahora que Alberto estaba en el medio, él podía probar la filiación con el niño, pero tenía que quitar del medio a esa chica. Pensó que debía hacer lo mismo que estaba planificando hacer antes de saber que su amigo lo había traicionado.
Sonó su teléfono. Era Alberto. Lucas hizo un gesto de fastidio, bufó y atendió.
—Tenemos que hablar, Lucas.
—¿Te parece? ¿Sabe Isabel que tienes un hijo con una chica? —preguntó con ironía.
—Mariana quiere hablarte. ¿Puede ser mañana?
—Sí, claro, por supuesto. ¿Dónde? ¿A qué hora? —preguntó con interés. Su tono de voz se suavizó. Puede ser en el restaurante del hotel, puede traer al niño.
—El niño estará en clases. Yo estaré con ella —respondió con tono parco.
—A las nueve de la mañana. ¿Está bien?
—Allí estaremos. —Colgó.
Lucas sintió que esa era su respuesta, quizás sí se asustó lo suficiente después de todo y estaría dispuesta a admitir la verdad finalmente, o se enfrascaría aún más en esa mentira de que el niño es suyo. ¿Tendrían papeles de los dos como padres? Se preguntó Lucas, igual él tenía ya cómo solicitar una prueba de filiación. Se dedicó a revisar con los abogados las estrategias y movimientos siguientes.
Se acostó ese día más tranquilo, había pensado un movimiento para cada posible acción, después de todo ella no era más que una pobre chica ignorante y tonta, era un asunto importante, por eso se preocupaba, pero lo tenía dominado.
Al día siguiente los esperó en el restaurante del hotel como les indicó. Se colocó un traje color crema y mocasines sin medias, después pensó que mejor se quitaba la chaqueta y se arremangaba la camisa, quería parecer accesible. Dudó otro poco y pensó que mejor si se aparecía con su típico traje y los intimidaba un poco.
«Por hoy me conviene que me encuentre accesible, igual no seré muy paciente, ya debió darse cuenta».
Los vio llegar juntos, Alberto llevaba pantalones de mezclilla, una polo negra y zapatos deportivos, ella un vestido descolorido sencillo de estampado que a Lucas le pareció ordinario, su cabello largo amarrado en una cola y sandalias bajas. «Es una chica de rostro lindo, ayuda su piel, que se ve suave y luce mucho menor de lo que es», no llevaba nada de maquillaje. Se levantó y los esperó, se acercaron en cuanto lo vieron.
Los hombres se miraron con expectación, Lucas dudó en saludar, solo le hizo un gesto con la cabeza, igual a la chica, los tres se sentaron.
—¿Quieren algo? —preguntó con amabilidad forzada.
Los dos negaron. Se acercó un mesonero y le preguntó a Lucas si quería algo.
—Solo agua, con gas, por favor.
Mariana soltó una risita tonta y apretó los labios, Lucas la miró muy serio, ella parecía nerviosa, sus mejillas estaban sonrojadas. Él regresó la vista al mesonero para indicar que se retirara.
—¡Bien! ¿De qué quieres hablar? —preguntó a Mariana mostrándose impaciente. Ella le rehuía la mirada y buscaba refugio en Alberto.
Mantenía las manos apretadas frente a ella, las frotaba con insistencia y comenzó a morderse el labio inferior de lado, sus labios temblaban ligeramente. Se aclaró la garganta y lo miró a los ojos.
—Siento mucho todo esto. Biel… —Bajó la mirada y parecía reprimir un llanto. Alberto rozó su brazo—. Biel es hijo de Mateo y Ana.
Ella bajó la cabeza y lloró. Lucas comenzó a llorar también. Cerró los ojos y lloró sin reprimirse, su pecho subía y bajaba con intensidad. Se llevó una mano al rostro y cubrió sus ojos con sus dedos. Él sabía que el niño era hijo de su hermano, era idéntico a Mateo, pero oírlo de la boca de ella le causó un impacto que hizo que se le mezclaran la nostalgia y la culpa. Significaba, además, que podían hablar al respecto. Quería saber más de cómo vivió su hermano sus últimos días.
—Te agradezco la verdad. Era lo que estaba pidiendo —dijo Lucas.
—Lo siento, tenía mucho miedo, tengo mucho miedo. No me puede hacer apresar, el niño me quiere, le voy a hacer falta, me va a extrañar. No es por no ir presa, es por él —soltó la muchacha de forma torpe enredando las palabras y titubeando.
Lucas la miró inexpresivo, moría por decirle que el niño solo no estaría y que en un par de semanas ni se acordaría de ella cuando él y su familia le dieran todo de lo que ella lo había privado, pero se contuvo.
—Es mi familia tanto como es tu familia.