—P-Por favor, basta. Basta o gritaré —le advirtió, asustada.
Su corazón latía desbordado, y sus extremidades le temblaban mientras, aterrada, se preguntaba qué era lo que planeaba hacer ese hombre. Quiso pedir ayuda, huir de él, pero tenía su brazo presionado con firmeza y la llevaba casi arrastras.
—Ajá —se limitó a responder, liberándola, una vez que estuvo ante el lavamanos. —. ¿Cuál es tu nombre?
—¿Qué? —cuestionó, retrocediendo un par de pasos y cohibiéndose en la esquina.
—¿Eres retrasada? —inquirió él, arqueando una ceja, mientras la veía con desdén.
—Evonne. —decidió responder, presionando los labios.
—Verás, Evonne —dijo, mientras se quitaba su blazer y desabotonaba su camisa blanca, manchada con vino. —. Me has hecho pasar una gran vergüenza frente a estos hombres. ¿Sabes lo difícil que me fue conseguir su respeto por ser muy joven comparado con ellos? Acabas de darles un motivo para tomarme como un chiste, y burlarse de mí. —comentó, prensando la mandíbula.
—Lo siento…
—No lo sientas —respondió cortante, sacándose la camisa y dejando a su vista aquel cuerpo tonificado que poseía. Mojó la tela con el grifo e intentó limpiarse el abdomen. —. ¿Qué edad tienes?
Ella frunció el ceño en confusión. ¿Qué era aquello? Ese hombre le resultaba muy misterioso y eso la aterraba.
—Diecinueve —respondió, con un hilo de voz.
Él pausó un momento y giró el rostro en su dirección, para luego mirarla de pies a cabeza.
—En ese caso —suspiró, observándose en el espejo sobre el lavado. —. Creo que se me ocurren diferentes formas en que podrías pagarme por lo de esta noche.
—¡¿Disculpe?!
Él debía estar bromeando.
—Una disculpa no es suficiente —respondió, volteando el rostro hacia ella y ladeando un poco la cabeza. La expresión en su rostro era tan seria que le provocaba escalofríos, definitivamente él no estaba bromeando.
—Y-Yo…
—Por favor, no quieras venir a fingir inocencia —resopló, arqueando una ceja. —. Eres de barrio, es de conocimiento público que desde muy jóvenes se convierten en mujeres, por decirlo de una forma suave.
Tragó saliva, y desvió la mirada en dirección a la puerta. Definitivamente era un buen momento para marcharse.
—Lo que pasa, Evonne —continuó, y al parecer notó su intención de huir, ya que avanzó hacia ella. —. Es que tengo una especie de fetiche con las mujeres de barrio, se podría decir que tienen más resistencia que las que viven en mi ciudad, todas delicadas como el cristal —acortó el espacio entre ambos y guio la mano hacia los mechones de risos que se escapaban de su moño. —. Ustedes, en cambio, son más exóticas, e indomables.
Evonne desvió el rostro justo en el momento en que él tenía la intención de rozar la yema de los dedos sobre sus labios, e intentó retroceder un par de pasos para alejarse de él, no quería que la tocara, le daba asco. Pero solo consiguió quedar acorralada, con la pared tras su espalda.
—Bien —dijo, haciendo un puño con la mano que tenía extendida. —. Para mejorar la oferta, no solo no te cobraré, sino que también te daré mucho dinero…
Abrió los ojos ampliamente al sentir cómo el corazón le daba un salto en su pecho, estaba estupefacta. ¿Pagarle? ¡Ella no era una prostituta!
—¡Evonne! —Jeremy, junto a un guardia, ingresaron en el lugar, interrumpiéndolos.
—Natasha nos dijo que te vio dirigirte hacia aquí con él, luego de un incidente —comentó el hombre de tez blanca y cabello ondulado, yendo hacia ella para tomarla del brazo. —. Dijo que lucías asustada, y que te buscáramos. ¿Estás bien, Evon? ¿te hizo algo? —cuestionó, mientras la alejaba de él y se encaminaban hacia la puerta.
—N-No, Elías, estoy bien. —respondió, sintiéndose un tanto aliviada de verlos ahí.
—Está prohibido tocar a las chicas, señor Malcolm, se lo advertí. —dijo Jeremy, molesto.
El hombre soltó una media risa y negó con la cabeza, mientras se volvía hacia el lavamanos para continuar mojando su camisa y limpiar su abdomen, sin darle la más mínima importancia a los reclamos del adulto.
—No le hice nada, Jeremy, tranquilo. Solo le comentaba el embrollo en que se había metido, su torpeza la ha hecho hacerme perder dinero.
—Yo lo pagaré —respondió firme, alzando la barbilla. —. Son mis chicas, yo me responsabilizo por ellas, así que déjela en paz y no vuelva a dirigirse a ella, ni a ninguna otra.
—¡¿Qué?! —preguntó Evonne, pasmada.
Su corazón comenzó a latir con violencia y su sangre se heló. Aquello era mucho dinero, y lo menos que quería era endeudar a Jeremy, no cuando todo lo que él había hecho era ayudarla. Ese hombre le haría pagar mucho, y perdería más de lo que habría ganado con aquella fiesta.
—Evonne, vete a casa.
—Pero, Jeremy, yo…
—Tu turno ha terminado, ve a casa. —replicó, firme, señalando la puerta.
Cerró la boca de golpe, y lo observó cohibida. Lucía molesto, y ella no podía culparlo… lo había arruinado todo.
—Ven, Evonne, vamos. —dijo Elías, tomando su mano y guiándola fuera del lugar.
Mientras avanzaba, miró a atrás, viendo como Jeremy trataba de hablar pacíficamente con aquel hombre, mientras este se mantenía frente al lavado y solo negaba con la cabeza. El corazón se le encogió en el pecho, y la culpa la invadió.
Llegó hasta el vestidor para cambiarse, y rompió en llanto sin poder contenerse. Lo había echado a perder, y ahora no solo no tendría la paga de esa noche, la cual necesitaba con urgencia, sino que también Jeremy saldría perjudicado. Estaba arruinada, y sólo podía preguntarse el cómo llegaría a fin de mes.
Se observó fijamente en el espejo, y sintió asco de sí misma por siquiera pensar en considerar la oferta de aquel hombre. Le parecía un tanto ridículo que él se hubiese interesado en ella, y sabía que, por sus comentarios, no tenía ninguna buena intención. Pero, aceptar dinero, eso era algo que no podía hacer, era un límite que no quería cruzar.
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Editado: 05.12.2023