Un Novio Para Mi Hermana

Capítulo 8

Loamy caminaba junto a Caleb, saltando cada dos pasos y revoloteando a su alrededor como una mariposa, mientras él la observaba con un poco de curiosidad.

—¿Prácticas alguna clase de baile? —inquirió, mientras la niña se adelantaba unos pasos, y sorpresivamente para él, hacía un Grand Jeté, lo cual lo hizo ampliar los ojos con sorpresa y comenzar a aplaudirle. —. ¡Guau!

—Me gusta mucho el ballet, ¡y amo el Jazz! —exclamó, alzando ambas manos al aire.

—¿Te gusta el Jazz?

Ella asintió frenéticamente y él esbozó una sonrisa cargada de ternura y emoción. Él también lo adoraba.

—Me recuerdas mucho a alguien. —comentó, y negó levemente con la cabeza cuando un pensamiento invadió su mente. La niña era encantadora y le recordaba mucho a una persona especial en su vida. Sabía que visitar un club de Jazz la habría hecho feliz en ese momento, pero no podía ingresar ahí con una niña sin una identificación, le traería muchos problemas.

Mejor buscaría primero a su padre y a su hermana para hacer las cosas bien, luego pensaría en invitarlos a un club de jazz.

—¿Falta mucho? —preguntó, aferrando sus manos a la tira acolchonada de la pequeña mochila que colgaba en su hombro.

—No, solo falta tomar el autobús para llegar.

—¿Autobús? —cuestionó sorprendido.

Pensó que la niña vivía cerca de la plaza, o por lo menos en dirección a la escuela a la que asistía, según su uniforme, pero jamás se le cruzó por la cabeza el tener que tomar un autobús.

No lo había pensado, y dejó su motocicleta en el restaurante en el que se encontraba almorzando. Estaba en una mesa frente al ventanal, y fue así como logró ver a una pequeña que parecía perdida, lo notaba en la angustia que reflejaba su rostro. Podía imaginar la pesadilla que estaba viviendo, y el miedo que sentía, por ello no se contuvo y salió del restaurante para ir tras ella; y, suerte que lo hizo, o de lo contrario la historia hubiera ido en otra dirección… en la de un hospital.

Se subió en el autobús junto a la pequeña y se sentaron en las sillas cercanas a las puertas. No tardó en llenarse de personas, y seguido de esto se puso en marcha. Era realmente incómodo, no acostumbraba a viajar en transportes públicos, prefería mil veces ir en su motocicleta con el viento soplando su rostro. A medida que avanzaba y se alejaban del centro de la ciudad, iban adentrándose en los barrios más bajos y pobres de Central City.

Caleb observó por la ventana, y luego posó su mirada en la niña sentada a su lado. Su imagen era tan adorable que le resultaba imposible creer que ella venía de esos lugares, en donde las paredes tenían grafitis y los pandilleros se encontraban en cada esquina.

—¡Vamos, Caleb! —insistió la pequeña una vez que el autobús se detuvo.

El asintió con la cabeza y rápidamente se puso de pie para seguirla. Mientras caminaban por las viejas calles, su mirada viajaba en derredor constantemente. Nunca antes había estado en esa zona de la ciudad; calles viejas, casas de madera, flora y fauna descuidada con el césped creciendo entre el pavimento. Sí, era un lugar distinto.

—¿Cómo se llaman tu padre y hermana? —cuestionó una vez que creyó haber visto suficiente.

—Mi papá se llama Noah, y mi hermana Evonne.

Evonne, repitió en su mente, y pensó nuevamente en que quizás se trataba de alguna adolescente caprichosa y malcriada, de esas que si no obtenían lo que deseaban armaban tremendo escándalo. Estaba ansioso por conocerla, seguramente ni siquiera había notado la ausencia de su hermana menor, y en ese momento se encontraba posteando alguna tontería en sus redes sociales. De ser así, claramente no se quedaría callado, iba con toda la intención de decirle algunas cosas a esa chica para que dejara de perturbar la corta existencia de esa niña que se preocupaba en gran manera por ella.

—¡Es ahí, ya llegamos! —exclamó Loamy, sacándolo de sus pensamientos.

Fijó su mirada en lo que la niña señalaba y se encontró con una vieja casa de madera, la cual parecía llevar un buen tiempo ahí. Sus paredes pintadas en un tono rosa fucsia, y una puerta color caoba con un letrero de bienvenida, lo hacía lucir como un lugar bastante humilde, pero muy cálido y hogareño.

—Tocaré la puerta —dijo la pequeña una vez que ingresaron en el pequeño porche de la residencia. —. ¡Evonne, papá! —llamó golpeando.

Varios pasos se escucharon en el interior de la casa y luego la puerta se abrió de golpe. Lo siguiente que pasó, fue tan súbito que Caleb apenas pudo visualizar a la chica que se lanzó de rodillas frente a la niña y la abrazó con fuerza, estrujando su pequeño cuerpo, mientras lloraba intensamente.

—¡Evonne! —chilló Loamy, angustiada.

—Nunca vuelvas a hacerme esto, Loa —sollozó, apoyando su frente en el hombro de la menor. —. Pensé que te había perdido.

Caleb observó la escena, pasmado ante lo que sus ojos apreciaban. Podía percibir la angustia y desesperación de aquella joven, y se arrepintió de haber pensado en decirle mil y un cosas una vez que la conociera.

—Lo siento, Evon. Yo solo…

—¡Pequeña, sabía que volverías!

El padre de ambas se asomó a la puerta, y a diferencia de Evonne, él lucía muy tranquilo. Llevaba puesta una bata de baño y unas sandalias. Caleb frunció el entrecejo al darse cuenta de que al parecer en su mente había invertido los papeles, siendo así la hija responsable y el padre despreocupado.

Evonne alzó la mirada hacia él, sin separarse de su pequeña hermana, y sus ojos se encontraron al instante. Él no desvió la mirada, sino que le sostuvo la suya por cuestión de minutos, sintiendo como el calor se acomodaba en su pecho tras notar su expresión cargada de alivio, agradecimiento, y una paz que era capaz de transmitirle.

No tuvo ningún inconveniente en observarla sin reparo, y es que, a pesar de tener los ojos un poco hinchados por las lágrimas derramadas, y el cabello rizado hecho un desastre, la joven era bella, rayos, sí que era hermosa como un lirio de verano. Su piel de ébano era tersa y suave a la vista, sus labios eran carnosos, y sus iris marrones vivaces.




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