Un Novio Para Mi Hermana

Capítulo 14

Caleb avanzó un par de pasos hacia el interior de la sala, en donde Evonne permanecía de pie junto a una silla, acariciando su brazo con timidez.  Elías lo observó, un tanto extrañado, debido a la familiaridad con la que este le sonreía a la chica, como si de viejos amigos se trataba. Arqueó una ceja en dirección a Evonne, notando la expresión un tanto nerviosa que ésta mantenía, y luego abrió los ojos ampliamente al entender que posiblemente él era de aquel apuesto joven del que hablaba Ivana, quien al parecer había salvado a Loamy, y como todo un misterioso superhéroe había desaparecido. Natasha por su lado, mantenía una expresión extasiada en su rostro, sorprendida por la presencia del joven al que minutos antes había denominado como intenso y apuesto.

—Lamento mucho invadir tu lugar de trabajo —dijo en tono gracioso, una vez que estuvo de pie frente a ella. —. Espero no importunar.

—Yo… lamento mucho lo de hace un rato, Caleb, no quería evitarte. Es solo que… 

—Descuida, creo que yo hubiera hecho lo mismo si de pronto me acosara un desconocido. —rio.

 —Pero no eres un desconocido. —sonrió, inclinando un poco su rostro para evitar su mirada.

Natasha y Elías continuaban de pie en una esquina, observando la escena como si de alguna especie de telenovela se tratase, hasta que la incomodidad invadió a Elías y decidió retirarse para darles más privacidad, y así arrastró a Natasha consigo fuera del lugar.

Una vez a solas, Evonne decidió sentarse en la silla que se encontraba junto a ella. Forzó una pequeña sonrisa y fijó la mirada en el joven.

—Hola, Caleb, ¿cuánto tiempo?

—Hola —saludó por segunda vez en menos de veinte minutos. —. Casi un mes…

Ella asintió levemente con la cabeza, antes de suspirar profundo, mientras pensaba en algún tema de conversación prudente para el momento, algo que terminara con aquel incómodo silencio, por lo que preguntó lo primero que vino a su mente.

—Así que… ¿eres músico? —cuestionó, rayos, era realmente embarazoso tener que platicar con naturalidad junto a una persona que había visto solo una vez. 

—Bueno, no me dedico a esto. Es más un pasatiempo que una profesión. —confesó.

—Es una pena, eres realmente bueno. —dijo con honestidad, lo cual él agradeció.

Y nuevamente, el silencio los abrazó.

—¿Cómo está tu hermana? —preguntó de pronto, ganando una mirada un tanto difícil de interpretar por su parte. 

—Te esperó —respondió sin pensar. —. Digo, ella esperó a que volvieras a verla, como prometiste…  tenía el corazón roto. 

—Vaya —suspiró con tristeza. —. No sabes cuánto lamento haberme ausentado. Esa misma tarde, al volver de tu casa, tuve que dejar la ciudad de emergencia. 

—Descuida —intervino. —. No tienes que darme explicaciones, es solo que...

—Evonne, tenemos que regresar al trabajo —interrumpió Natasha. —. Señor cantante, los miembros de su grupo también lo buscan.

Caleb asintió con la cabeza, agradeciéndole el aviso. Pero, en lugar de dirigirse hacia la puerta, acortó el espacio entre él y Evonne, quien aún se encontraba sentada en la silla.

—¿A qué hora termina tu turno? Podríamos pasar dejándote en tu casa.

—¿Qué?

—Sí, sé que existen historias de chicas que se subieron a un auto con músicos, y no han terminado bien, pero te prometo que no te pasará nada malo, estarás conmigo.

Evonne amplió los ojos, sorprendida ante la repentina oferta del joven, y más por el comentario que prosiguió. Si bien no tenía miedo de acompañarlo en un auto lleno de músicos, tampoco lo sentía apropiado. A pesar de lo agradable que era tenerlo cerca, no lo conocía lo suficiente, ¡cielos! Era la segunda vez que lo veía en su vida.

—Es una gran oferta Caleb, pero no puedo aceptarla —forzó una sonrisa, antes de caminar hacia Natasha y sujetar su brazo. —. Ya tengo planes con ella y con otro amigo.

—¿Conmigo? —cuestionó la chica, confundida.

—Evonne… —Elías ingresó en la sala, parecía algo presuroso. —. Jeremy quiere verte, ahora.

—Ahora mismo voy —respondió, agradeciendo la intervención de su jefe. —. Caleb…

—Descuida —hizo un ademán con la mano. —. Solo espero verte otra vez, y también poder recompensar a Loamy, estoy en deuda con ella.

Evonne frunció el ceño en confusión. ¿Qué deuda podría tener él con su hermana de cinco años? Ella, al contrario, le debía mucho, y más aun después de escuchar de labios de Arthur cómo le había salvado la vida a Loamy.

—Creo que nunca terminaré de agradecerte lo que hiciste —dijo, para luego ponerse de pie y extender su mano hacia él. —. Gracias por haberla salvado y, ha sido un verdadero placer verte.

Él asintió con la cabeza, y estrechó su mano con amabilidad. Ella le correspondió el gesto, notando con extrañez que tenía una ligera mueca de decepción en su rostro, y temió haberlo ofendido al rechazarlo. Sin saber qué más hacer, caminó hacia Elías y Natasha con la intención de dejar la sala. Pero, al avanzar un par de pasos y llegar a la puerta, pensó un momento en toda aquella situación y luego frenó de golpe, volteando hacia él nuevamente.

—Si quieres, puedes encontrarnos en la plaza a las once de la mañana. Creo que le gustará verte.

Una enorme sonrisa se extendió en los labios de Caleb, parecía emocionado, y ese gesto logró estremecerla, contagiándola de aquella emoción que él desbordaba. Torció una pequeña sonrisa, algo tímida y luego se retiró de la sala junto a sus amigos. No estaba segura de lo que estaba haciendo, pero la verdad era que, si la niña lo quería y el gesto era correspondido por él, ¿quién era ella para entrometerse? No parecía un mal tipo, y si al final lo era, ella protegería a su hermana a toda costa, sin importar nada.

Mientras caminaba hacia donde se encontraba Jeremy, inconscientemente mantenía una sonrisa boba dibujada en sus labios. La imagen de ese joven cantando, tan lindo y sensual, no salía de su cabeza, era difícil creer que todo aquello fuese real. Estaba confundida, ¿acaso él coqueteaba con ella, o quizás solamente sentía afecto por Loamy? Lo cual no sería extraño, ya que la niña era tan adorable que ella y sus amigos terminaban peleándose al discutir quién iría al jardín de niños.




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