Lunes en la mañana…
Si de por sí los lunes eran difíciles, ese en especial, era el peor de todos. Se había enfermado, tenía fiebre alta, pero no podía darse el lujo de faltar al trabajo ya que no sabía cuál sería el estado de ánimo que tendría Adrián ese día.
El que ella llegara al restaurante, vistiendo un abrigo cuello de tortuga sobre su uniforme de mesera, y un gorro para el frío a pesar de ser un día relativamente cálido, sorprendió a sus amigos, quienes rápidamente se acercaron para preguntarle si se encontraba bien.
—Estoy perfecta —aseguró, para luego avanzar hacia la sala de empleados con la intención de buscar su delantal. —. Hay que ponerse a trabajar.
—A mí no logras engañarme. —dijo Romeo, mientras él, e Ivana la seguían.
—Solo es fiebre.
—Es más que fiebre —sostuvo Ivana. —. Sabemos cuándo has llorado por alguna razón. Ahora habla o Adrián terminará despidiéndonos a los tres, porque no nos moveremos.
Evonne frunció el ceño y resopló, bufando, sabía que sus amigos no lo dejarían ir tan fácil. Lentamente comenzó a ceder, y decidió contarles lo ocurrido con James, esforzándose por no llorar, y cumplir su promesa de dejar de hacerlo. Aunque le fue un tanto difícil al sentir el calor de ambos, cuando éstos la abrazaron con fuerza.
—Entonces, ¿aún tenías esperanza de que volvería? —cuestionó Ivana, mientras la observaba fijamente una vez que ella se acercó al mostrador y recostó su torso sobre el mesón, suspirando agotada.
Evonne asintió levemente con la cabeza.
—Nunca lo comentaste.
—Cuando Elías te dijo que se iría, perdiste toda esperanza de volver a estar con él. Yo no quería perderla también, porque era todo lo que me quedaba.
Ivana posó la mirada en Romeo, quien regresaba de limpiar algunas mesas. Ambos se observaron sin saber qué decir; ya que realmente pensaban que aquella historia había terminado totalmente.
Adrián salió de la cocina, había entrado en el restaurante por la puerta trasera, y se sorprendió al encontrar a Evonne recostada en el mesón. Arqueó una ceja y dirigió la mirada hacia el par de jóvenes que lo observaban expectantes.
—¿Y a ella que le pasa? —adelantó los labios, señalándola con ellos.
—Problemas amorosos y fiebre. —informó Ivana.
Adrián frunció el ceño en confusión y fijó su mirada en la chica nuevamente. Puso los ojos en blanco y bufó fuerte, antes de seguir caminando en dirección a su oficina.
—Contrata jóvenes, decía. Serán más eficientes, decía —murmuraba mientras se alejaba de ellos, mientras éstos lo observaban de mala manera por su reacción tan fría e indiferente.
—Evon, si quieres puedo ir hoy por Loa. Ya casi es hora. —comentó Romeo.
La chica amplió los ojos y se incorporó con mucha rapidez tras escuchar sus palabras, ¿ya era hora? ¿Cuánto tiempo había estado penando?, y el que el restaurante estuviese medio vacío lo empeoraba todo. Recordó que debía ir al jardín de niños por su hermana, y debía ser ella por si Caleb llegaba, ya que le había prometido verlo en la plaza, para que pudiera saludar a la menor.
—Yo iré, ya tenemos planes para hoy.
—¿Y no se trata de un joven sensual que canta Jazz? —cuestionó Ivana, sonriendo con picardía ante la expresión de sorpresa que ella plasmó en su rostro. —. ¡Por Dios, Evon! Pensé que al llegar me hablarías de eso, no de James. Tienes que contarlo todo, Elías es un mal curioso, y no pudo responder a mis preguntas.
Evonne soltó una media risa, debió suponer que él se lo diría, ambos se contaban todo. Caminó hacia el baño del restaurante para lavar su rostro con el agua fría del grifo, la fiebre había bajado luego de un par de pastillas, pero su rostro continuaba reflejando desvelo, cansancio y tristeza. Suspiró rendida, esperaba poder disimular todo aquello, por lo menos frente a su hermana, para no angustiarla más.
—Te prometo que te lo diré todo, pero justo ahora debo irme. —anunció tras salir del baño.
—Me saludas a Loa. —pidió Romeo, despidiéndose de ella con un gesto de mano.
***
Casi una hora después, Evonne se encontraba de pie en la entrada del jardín de niños. Había llegado quince minutos tarde, lo que significa que se tardaría más tiempo en llegar a la plaza, y le preocupaba que él se desesperara por su impuntualidad y se marchara. Sabía que también pasarían un par de minutos antes de que le permitieran salir a la niña, ya que, luego del incidente en el lugar ahora existía más seguridad y una lista de personas que pudieran recoger a los niños.
Una vez que estuvieron en la plaza, observó por enésima vez a su alrededor, esperando ver el rostro del Joven entre las personas que andaban por ahí, pero no lo localizaba. La idea de que ni siquiera hubiera considerado ir al lugar se cruzó por su cabeza y, en tal caso, era bueno que no le hubiese dicho nada a su hermana, ya que estaría muy decepcionada.
—¡Evon! —le habló Loamy, sentándose en una banca y colocando la mochila en su regazo. —. Te hice un dibujo para que te sientas mejor. —le contó, agitando la hoja de papel en sus manos.
—Muchas gracias —ladeó una pequeña sonrisa, mientras se sentaba a su lado. —. Claro que esto me hace sentir mejor. Eres mi sol.
Loamy esbozó una enorme sonrisa, y extendió su mano hacia el rostro de su hermana para acariciar su mejilla con ternura. Evonne sonrió enternecida, mientras disfrutaba del tacto de aquella pequeña manita, y luego observó nuevamente el dibujo, emocionándose al notar que eran garabatos de su familia, incluyendo a Romeo e Ivana, y en una esquina… ¿Caleb? Supuso que se trataba de él. Alzó el rostro hacia la niña con la intención de agradecerle, y frunció el ceño en confusión al notar que ésta mantenía la mirada perdida en un punto tras su espalda.
—¿Está todo bien, amor? —cuestionó, viendo hacia atrás.
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Editado: 05.12.2023