Evonne se encontraba perdida en sus pensamientos mientras terminaba de secar y colocar algunos platos en la cocina del restaurante. Observaba, distraída, el agua que salía del grifo, sintiéndose realmente terrible luego de lo ocurrido con Loamy y Caleb; pero, si era honesta, las palabras de su hermanita, y la mirada que él le dedicó, le habían afectado más de lo que esperaba, ya que le recordaron lo miserable que era su vida. No le sorprendía que James hubiera preferido no volver a Central City, no había nada que valiera la pena en ese lugar.
Su celular sonó con un mensaje entrante, y ella frunció el ceño en confusión ya que no lo esperaba. Tomó una toalla para secar sus manos, mientras intentaba pensar de quién podría haberse tratado, y un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo al imaginar que posiblemente se trataba de aquel hombre. Su corazón comenzó a latir fuerte ante el miedo que el solo pensamiento le causaba.
Observó la pantalla de su celular y un ligero suspiro brotó de sus labios una vez que confirmó que no era él, pero aquel alivio abandonó su cuerpo al instante en que leyó un mensaje de Miss Angélica, quien le pedía llegar lo más pronto que pudiera a la academia de baile.
—¿Todo bien, Evon? —inquirió Romeo, cuando la vio salir de la cocina.
—No lo sé —murmuró. —¡Adrián…!
—Déjame adivinar, Evonne, ¿tienes que irte? —cuestionó el hombre, quien se encontraba sentado en la mesa más cercana a la barra.
—Me llamaron de la academia de baile, al parecer Loamy no se siente bien.
El hombre rodó los ojos, para luego suspirar con irritación. Ya se sentía cansado de todo lo que ocurría con esa chica, era más lo perdía que lo que trabajaba en ese restaurante. Por Dios, tenía los beneficios de una mujer en estado de lactancia, teniendo tiempo libre para ir a darle de comer a una niña que, a su parecer, ya estaba bastante grandecita.
—Por favor, Adrián, te prometo que me repondré.
—Puedes irte, Evonne.
—Muchas gracias —sonrió. —. Te prometo que…
—No me prometas nada, puedes irte, estás despedida.
—¡¿Qué?! —saltaron Romeo e Ivana a sus espaldas.
—Adrián, yo no puedo… por favor, este es el único sustento que tiene mi familia y...
Él la observó con una mirada de fastidio que la hizo cerrar la boca, sabiendo que en esa ocasión realmente lo había hecho enfadar. Bajó la mirada y asintió con la cabeza, resignándose a perderlo todo.
—Adrián… no puedes despedir a Evonne —insistió Ivana. —. Puedo tomar su carga, divide mi paga entre ambas, no te costará nada.
—Ivana, no dejaré que hagas eso
—Yo haré lo mismo, divide nuestras pagas entre los tres. Y si al final del día, el doble esfuerzo que pongamos nosotros no es suficiente, puedes despedirnos.
—¡¿Qué?! —cuestionó Evonne, estupefacta. —. No los dejaré hacer eso.
¿En qué pensaban? Todos necesitaban ese sueldo.
—Adrián, por favorcito —insistió Ivana, agudizando su voz. —. Vamos, te prometo que no te defraudaremos.
—Ustedes saben a lo que se meten, ¿no? No tendrán descanso hoy hasta las siete de la noche.
—Sabes qué es lo que pasa, hombre, se trata de nuestra niña. Por ella, todos daríamos la vida. —dijo Romeo.
—Bien, pero esta será la última vez que acepto algo como esto, una más Evonne, y estarás despedida. Tienes que organizar tu vida.—sentenció, antes de levantarse de la mesa para retirarse.
—Velho idiota —masculló el pelirrojo en portugués, ganándose una mirada llena de sorpresa por parte de sus amigas. —. Puedes irte Evonne, y por favor, llámanos para avisarnos del estado de Loamy.
—Cuídala y cuídate —pidió Ivana, mientras la abrazaba. —. Anda ve, que el pelirrojo brasileño y yo nos encargamos de todo.
***
Evonne llegó corriendo a la academia, se sentía agotada y su respiración era entrecortada, pero aun así no se detuvo. El mensaje que había recibido por parte de miss Angélica no le explicaba qué había ocurrido, solamente decía "tu hermana está enferma, ven lo antes posible", y esas simples palabras fueron capaces de mover todo dentro de ella, haciéndola sentir angustiada. Quería saber qué había pasado, y tenía miedo de que Loamy se hubiese lastimado.
—¡Ya estoy aquí! —exclamó al cruzar la puerta del salón, ganando la atención de las niñas que se encontraban estirando.
—Evonne, hola. —saludó la mujer de acento francés, mientras se acercaba.
—Miss Angélica, ¿cómo está Loa?
—Mal, no ha dejado de llorar desde que te fuiste, y tiene temperatura alta.
—¡Mi Dios!, ¿qué tendrá? —cuestionó, angustiada.
—No lo sé —expresó igual de confundida. —. Effondré… m-me temo que haya colapsado.
—¿C-Colapsado?
La mujer desvío la mirada hacia las niñas que se encontraban ya ensayando luego de estirar, se volvió hacia ella y le hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera. Evonne no lo dudó ni un segundo, y rápidamente avanzó tras ella por el pasillo que las dirigiría hacia la enfermería.
—Loamy es tan disciplinada y pone tanto esfuerzo y pasión a la hora de bailar que siempre logra sorprenderme —comentó, mientras andaban. —. Se sabe a la perfección todos los pasos.
—Sí, acostumbra a mostrárselos a papá cuando vuelve a casa.
—Lo imagino —la mujer sonrió. —. Es tan perfecta cuando baila, que muchas veces olvidamos que solo es una niña de cinco años, es mucha la presión… Evonne, no la traigas mañana a ensayar, que se tome unos días.
—¿Qué? —frenó de golpe. —. Miss Angélica, esto es todo para ella, no puede sacarla de la presentación.
—No lo entiendes, Evonne —rio. —, no la estoy sacando de la presentación. Solo pienso que merece unos cuantos días de descanso, está agotada. Además, no creo que le afecte mucho, va muy avanzada.
Ambas se detuvieron frente a la puerta de la enfermería.
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Editado: 05.12.2023