Eran las cinco de la tarde del día martes, las calles de la plaza se encontraban repletas de personas que salían de sus trabajos y se dirigían a sus casas para descansar luego de un largo día de trabajo. Evonne, Loamy e Ivana caminaban entre el gentío, mientras buscaban una tienda de ropa que fuese buena, bonita y lo principal, barata.
—¿Entonces, Romeo salió de la ciudad para ir a encontrarse con su padre? —cuestionó Ivana, mientras sostenía con fuerza la mano de Loamy, quien no dejaba de saltar.
—Sí, eso decía su mensaje. Para mí, hay algo raro en todo esto, ni siquiera le avisó a Adrián que se iría, a pesar de correr el riesgo de perder su trabajo.
—Bueno, quizás si fue una emergencia después de todo. Pero no hay que preocuparse, seguro nos lo contará todo cuando regrese —se alzó de hombros. —. Ahora, amiga mía, tenemos la misión de encontrarles a ustedes unos hermosos vestidos para la fiesta de la mamá de Caleb. Hay que demostrarle a esa presuntuosa de Nickolle de qué están hechas las chicas Simmons.
Evonne soltó una media risa, mientras negaba con la cabeza.
—Sabes, al menos sabemos que no siempre ha tenido dinero. —comentó Ivana.
—¿A qué te refieres? —cuestionó, riendo.
—A lo que Carey dijo, eso de “No actúes como si nunca hubieras vivido en un lugar así”, seguro que ahora vive mejor porque se casó con un hombre millonario.
—Ivana, deja tus especulaciones. —rio Evonne, y luego quedó perdida en sus pensamientos.
—¿Ya me dirás qué te tiene tan distraída? —cuestionó Ivana. —. Llevas toda la tarde así.
—Y-Yo… no es nada, solo es que estoy nerviosa, espero encontrar un buen vestido. —forzó una sonrisa.
Ivana entornó los ojos, y asintió con la cabeza; ella sabía que algo más le ocurría, la conocía demasiado, pero prefirió esperar a que se lo dijera voluntariamente. Evonne, por su parte tenía los nervios a flor de piel desde que la noche anterior había recibido un mensaje de texto de aquel hombre, anunciándole que ese día llegaría a la ciudad nuevamente y que la esperaría nuevamente.
El solo pensar en ir a su encuentro hacía que se le revolvieran las entrañas, y el miedo la invadía.
Aun así, tratando de ignorarlo sus pensamientos, junto a su amiga y hermana, ingresó en una tienda de ropa de segunda mano, en donde encontraron un vestido de lo más hermoso para Loamy. A la niña le gustó, y no estaba tan mal, solo necesitaba una lavada y también plancharse para quedar perfecto; ahora, solo necesitaban uno para ella.
—Yo digo que algo ajustado te quedaría bien, y rojo, puede ser rojo.
—Creo que sería demasiado, Ivy —respondió mientras observaban la variedad de vestidos juveniles en la tienda. —. Es en la tarde, así que no creo que haya que ir vestidos tan elegantes.
—¿Cómo crees que sean? Hablo de sus padres. —cuestionó la rizada, rebuscando entre el bulto de ropa.
—No lo sé, quizás no como Nickolle. De ellos solo sé que son personas trabajadoras, según lo poco que he escuchado de la historia de Caleb; y pues, siempre estaban viajando por razones de trabajo.
—Quizás en uno de esos viajes Nickolle encontró a un hombre millonario para casarse. —insistió Ivana con el tema, ganando que Evonne le aventara una camisa directo al rostro.
Ambas comenzaron a reír ante esa acción, hasta que Loamy apareció frente a ellas con un hermoso vestido floreado, color verde aqua, con rosas color rosa fucsia. Era de tirantes y un poco voluminoso, con un largo que llegaba hasta arriba de las rodillas.
—¡Dios mío! Es hermoso —dijo Evonne sorprendida. —. Loamy, ¿dónde lo encontraste?
—Estaba del otro lado. —respondió la niña, señalando la dirección con su dedo.
La expresión de Evonne pasó de ser de sorpresa a tristeza en cuestión de segundos, torció un poco la boca y caminó hacia la niña para tomar el vestido y ver el precio en la etiqueta. Tal y como lo había supuesto, el vestido pertenecía al área en donde todo era mucho más caro. Y en efecto, no tenía ochenta dólares para pagarlo, su presupuesto era de treinta o como mucho, treinta y cinco.
—Sabes qué, deberías probártelo. —sugirió Ivana.
—¿Por qué probarme algo que no puedo comprar? —cuestionó, decaída.
—Quiero ver cómo te queda, y luego intentar encontrar algo similar de este lado de la tienda. Pero con la talla exacta de ese. Anda, hay que darnos prisa, pronto anochecerá.
Evonne aceptó a duras penas, y entró en el vestidor para probarlo. Cuando salió, luciendo aquél hermoso vestido floreado, su hermana y amiga la observaron con evidente sorpresa y admiración.
—Ese es tu vestido. —dijeron ambas, al unísono.
—Es muy lindo, ¿verdad? —cuestionó, mientras se giraba en dirección al espejo de cuerpo completo. —. Es una lástima que no pueda comprarlo.
—Evonne, ese es tu vestido, tienes que llevarlo.
—Ivana…
—¿Cuánto traes? Pagaré la diferencia.
—¡Claro que no!
—¡Claro que sí! Evonne, ese es tu vestido. Serías una tonta si lo dejas pasar.
—Pero, Ivana… no puedes gastar tu dinero así.
—Considéralo un regalo de cumpleaños adelantado.
—Falta mucho para mí cumpleaños. Y, además, necesitas tu dinero, esto no es una buena idea. —respondió escéptica.
—Lo llevaremos, y esa es mi última palabra, Evonne Simmons. —sentenció, dando por finalizada la conversación.
***
Para las diez de la noche, Loamy ya se encontraba profundamente dormida luego de un día agitado, mientras que Evonne se encargaba de limpiar la casa, esperando de igual manera a que su padre llegara. No sabía dónde estaba, y eso le angustiaba mucho, tenía miedo de que algo malo le hubiera pasado.
Su teléfono sonó con mensaje entrante, y rápidamente corrió hacia la mesa del comedor en donde lo había dejado. Al encender la pantalla, el corazón se le encogió en el pecho y sus manos comenzaron a temblar al descubrir que se trataba de otro mensaje del hombre de ojos verdes.
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Editado: 05.12.2023