Un Novio Para Mi Hermana

Capítulo 28

Si el exterior de aquella vivienda era hermoso; no era nada comparado con el interior. Todo en aquella casa era grande, las paredes de color blanco, adornadas por objetos dorados y hermosos cuadros. Extrañamente aquellos hermosos retratos no conmemoraban las infancias, ya que las edades de Caleb en ellas variaban solamente entre los dieciséis o diecisiete años, y eran en familia.

Una verdadera pena, a Evonne le hubiera encantado verlo de pequeño.

Ambos caminaban lento por aquellos pasillos, todavía tomados de la mano, y mientras ella observaba con admiración el lugar, Caleb permanecía serio y tenso.

—Evonne —giró su rostro hacia ella, lucía nervioso. —. Y-Yo fui a tu casa esta mañana porque quería decirte algo muy importante sobre…

—¡Caleb! —Nickolle apareció frente a ellos, utilizando un hermoso vestido blanco ceñido al cuerpo. —. ¡Por Dios, todos te esperan!

—¡Tío Caleb!

Un par de niños, de entre cinco o seis, aparecieron tras la mujer. Ambos pequeños estaban usando trajes blancos, y se veían realmente apuestos.

—Hola, ¡Dios!, ¿ustedes no dejan de crecer? —por primera vez, desde que había llegado a la casa de sus padres, él sonrió. —. Están enormes, la última vez que los vi ni siquiera hablaban bien.

—Técnicamente es imposible que dejemos de crecer por voluntad propia, tío Caleb. —dijo uno de los niños.

—Cállate, Cerebrito. —ordenó el otro niño, dándole un golpe con el codo.

—Daniel, D'Angelo, será mejor que se comporten. —advirtió Nickolle, con mucha seriedad.

—Evonne, este par, son los gemelos Daniel y D'Angelo Bonnet, hijos de Nickolle. Y chicos, ella es Evonne Simmons.

—¿Es tu novia? —preguntó directamente uno de los niños.

—Ese no es tu problema, D’Angelo… hay que ir adentro. —ordenó, Nickolle.

—Pero, mamá, hace años que no vemos al tío Caleb. —reprochó el pequeño Daniel.

—Tienen todo el día para eso, además —fijó su mirada en Evonne. —. No creo que vuelva a desaparecer de nuestras vidas.

Caleb suspiró profundo, mientras se inclinaba para estar a la altura de sus sobrinos. Esbozó una pequeña sonrisa y acarició sus mejillas con ternura. Habían crecido mucho, ya tenían seis, y la última vez que los vio de frente, tenían días de nacido, luego de eso, de vez en cuando les llamaba por video y así podía verlos mientras crecían; tenía suerte de que no lo hubieran olvidaron.

—Los estaré viendo, cosa uno y dos.

Ambos niños rieron ante sus apodos, asintieron con la cabeza, y luego de despedirse de Evonne con un gesto de mano, siguieron a su madre.

—Son hermosos. —comentó Evonne, una vez que se habían alejado.

—No me conocían en persona —le contó. —. Solo por video llamadas.

Evonne alzó ambas cejas y formó una “O” con sus labios. No podía creer lo que escuchaba; ¿cuánto tiempo llevaba este hombre sin ver a su familia? Con esa duda dándole vueltas en la cabeza, continuó caminando junto a él, hasta llegar al patio trasero del lugar, el cual era grande, muy grande, y todo estaba tan bellamente arreglado.

Pero, una vez terminó de admirar el lugar, se encontró de frente con la mirada de cientos de personas, invitadas a la fiesta. Su cuerpo entero se tensó, y presionó con fuerza la mano de Caleb; se sentía realmente nerviosa, nunca pensó que vería a tantos burgueses juntos, y ella ahí, con su vestido de ochenta dólares que parecía reciclado al lado del de aquellas personas.

—No te preocupes, esas son miradas de sorpresa por mi presencia; aunque tú también las ganas por hermosa. —le susurró Caleb, mientras avanzan hacia el gentío.

Guio la mano de Evonne hacia sus labios, y besó sus nudillos con ternura.

Caleb también estaba nervioso, ella podía verlo en su rostro, en su sonrisa titubeante y en el temblor de sus manos. Él caminaba sin siquiera voltear a ver a la mayoría de aquellas personas, tratando de mantener una expresión nula y desinteresada frente a ellos, hasta que ambos llegaron a la mesa que les correspondía, donde Noah y Loamy los esperaban.

—Caleb, tienen dulces de algodón y muchos chocolates. —dijo Loamy, emocionada.

—Te aseguro que, para ti, tendrán todo lo que desees. —respondió, viendo de reojo hacia la mesa de al lado.

Evonne frunció el ceño en confusión, era la segunda vez que él hacía insinuaciones un tanto extraña respecto a sus padres, y su pequeña hermana.

—Evonne...

—¿Sí? —respondió rápidamente.

—¿Me acompañas a un lugar? quiero mostrarte algo.

—¡Sí, ¿cómo no?!  —exclamó Noah, con una sonrisa llena de burla en sus labios. —. Solo dile que…

—¿Señor Simmons? —el padre de Caleb se acercó. —. Quisiera ofrecerle algo de beber.

—Evonne, acompáñame. —pidió, queriendo evitar a su progenitor.

—Sí, pero… ¿papá?

—Tranquila, solo será una copa, no más. —respondió Noah, aceptando la invitación del señor.

—Caleb, hijo|…

—Ahora no, papá. —lo evadió, antes de tomar la mano de Evonne.

Ambos se dirigieron por un camino rodeado de arbustos, hacia un lugar cada vez más alejado de la fiesta.

—Caleb… ¿estás bien? —cuestionó, luego de minutos caminando en silencio.

—Sí, el que tú estés aquí ayuda mucho —sonrió, en su dirección. —. Ya casi llegamos.

Luego de aproximadamente diez minutos, ya no se podía escuchar el ruido de la fiesta. Estaban solos, y lo supo en el momento en que solo conseguía escuchar los ruidos del bosque. Cuando llegaron a un acantilado, ella lo observó con evidente angustia. Sí, por su cabeza se cruzó la idea de que posiblemente el joven quisiera saltar y suicidarse, pero, esa idea se esfumó cuando él señaló hacia abajo y se dio cuenta de que, frente a ella, se extendía la hermosa ciudad del Barrio Francés, desde una vista fenomenal.

—Esto es hermoso. —exclamó, girando su rostro hacia él.

—Sí, lo es —respondió, volteando hacia ella. —. Al igual que tú.

—Caleb —suspiró profundo. —. Deja de decir eso, sé que solo intentas ser amable.




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