Un Novio Para Mi Hermana

Capítulo 30

Evonne se estiró en la cama mientras bostezaba. Se sentía realmente agotada, pero no tenía la confianza suficiente como para quedarse dormida hasta altas horas de la mañana en una casa ajena. Abrió los ojos lentamente y se sobresaltó, sorprendida, al encontrarse el rostro dormido de Caleb a unos centímetros de distancia. Por el susto impulsó su cuerpo hacia atrás, y estaba a punto de caerse de la cama, pero, por suerte, él tenía el brazo aferrado a su cintura y la sostuvo sin problema alguno, sin siquiera abrir los ojos.

—¿Tan mal me veo por las mañanas? —preguntó con voz ronca, mientras bostezaba.

—Y-Yo… No, lo siento —respondió, mientras se acomodaba nuevamente. —. Es solo que me sorprendiste. —río, nerviosa.

Caleb abrió los ojos y los fijó en ella. Evonne lo observó, sintiendo que le faltaba el aliento ante su hermosa y peculiar mirada.

—Heterocromía. —dijo de pronto.

—¿Qué? —cuestionó, sorprendida.

—Mis ojos, heterocromía del iris, circular o algo así… Por eso son así.

—Son hermosos —sonrió. —. Me gustan mucho.

Él esbozó una pequeña sonrisa, mientras se inclinaba hacia ella para besar su frente.

—Gracias, Evonne Simmons.

—¿Por decir que tus ojos son hermosos?

—No, por convencerme de venir —amplió su sonrisa. —. Me he dado cuenta de algo, y fue gracias a ti.

—¿Hablarás con tus padres? —preguntó, ansiosa.

—Posiblemente —torció un poco la boca. —. Lo intentaré.

Al salir de la habitación, Evonne y Caleb se dirigieron hacia el patio trasero a encontrarse con el resto de la familia.  La pequeña Loamy fue la primera en verlos y sin pensarlo corrió hacia ellos para saludarlos. Luego de muchas preguntas hacia él para asegurarse de que ya no estuviera triste, tomó sus manos y caminó con ellos hacia la mesa en donde el cuñado y sobrinos del joven se encontraban desayunando junto a Noah.

—Tío Caleb…

—Hola, cosa uno y dos —saludó, con una pequeña sonrisa, mientras se sentaba a la mesa.

—¿Estás bien? —preguntaron Noah y el cuñado al unísono.

—Sí, Noah, Moisés, gracias por preguntar —respondió. —. ¿Dónde está Nikky?

—No, no hay desayuno familiar para Nikky, se comportó muy mal ayer. —respondió el cuñado.

—Moisés…

—No, ella lo hizo adrede, eso no se le hace a un hermano. —bufó, manteniendo el ceño fruncido.

Caleb torció un poco la boca, y observó a sus sobrinos, quienes estaban distraídos hablando muy animadamente con Loamy sobre el ballet. Al volver su mirada al frente divisó a sus padres en la entrada, hablando con Nickolle.

Su hermana se veía agotada, él sabía que ella había bebido de más la noche anterior y que en ese momento no se sentiría bien hablando del tema. Decidido a salvarla, se supo de pie y caminó en su dirección, a pasos lentos, al estar frente a ellos, aclaró su garganta para llamar la atención de sus progenitores.

—H-Hola… Yo, yo solo… quisiera hablar con ustedes.

Evonne observaba con mucha emoción la escena de un cálido abrazo entre Caleb y sus padres, notó algunas lágrimas de felicidad rodando por las mejillas del trio y sintió que su corazón se derretía de ternura.

—Tú hiciste esto posible. —le comentó Moisés.

Evonne le regaló una pequeña sonrisa, mientras respondía al llamado de su hermana, quien le insistía en que la acompañara al baño. Se puso de pie y camino junto a la menor en dirección a la casa, pero en el camino se tropezó con Nickolle, quien tenía una cara de pocos amigos.

—Tú no lograste todo esto —dijo entre dientes, estaba furiosa. —. Yo me esforcé buscando a mi hermano, yo le dije de volver a casa y ahora me arrepiento. ¿Crees que te has sacado la lotería? Ni siquiera sabes quién es Caleb Dumont realmente. Y, te aseguro, que su familia es el menor de sus problemas.

—¡Nickolle, basta! —la reprendió su esposo mientras se acercaba. Ella, al verlo, rodó lo ojos irritada, antes de alejarse de ellos. —. No le prestes atención, tiene resaca y está enojada porque sus padres han considerado reintegrar a su hijo en el negocio familiar —le contó. —. Hasta ahora, todo era de ella al 100%, pero como Caleb volvió se dividirá a la mitad.

Evonne asintió con la cabeza sintiendo un poco de alivio. Moisés había logrado tranquilizar su mente con aquella explicación, ya que, sin ella, las palabras de Nickolle habrían logrado inquietarla hasta el punto de perder la cabeza. Caleb era un buen chico, ella podía verlo.

—No soy una buscona —dijo con firmeza, mientras se acercaba a la mesa en donde Nickolle desayunaba sola. —. Cuando conocí a Caleb, no me importó para nada si tenía dinero o no, porque no estoy acostumbrada a dejar que alguien trabaje por mí. Tengo dos empleos para poder mantener a mi familia y eso no cambiará; no quiero el dinero de tu familia, no lo necesito.

Sin esperar respuesta, giró sobre su talón y camino con pasos pesados hacia la mesa en donde su familia la esperaba. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, estaba feliz de haber podido decirle lo que pensaba a esa presuntuosa mujer.




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