Un Novio Para Mi Hermana

Capítulo 32

¿Cómo debía actuar? No lo sabía, pero se sentía realmente incómoda, mientras avanzaba junto a Megan y Nickolle por los pasillos de aquella tienda de diseñador. Hubiera preferido mil veces ir a un centro comercial, o una tienda sencilla, ya que aquel lugar la hacía sentir muy intimidada.

—Dime, querida… ¿Tu madre?

—E-Ella murió, hace casi dos años —respondió, mientras mantenía las manos guardadas en sus bolsillos.

Le daba miedo incluso asomarse a aquellas telas, ya que hasta su vestimenta delataba que, en efecto, ese no era su habiente. Las chicas que trabajaban ahí, la observaban de manera extraña, y vigilaban sus movimientos, pese a que había llegado junto a las otras mujeres que vestían finas prendas.

—Lo siento mucho —respondió, mientras se detenía y se giraba para verla. —. Tu hermanita es una niña muy linda.

—Se lo agradezco. —sonrió, aunque sabía que a la mujer le decepcionaba que no hubiese llevado a Loamy con ella, pero la niña no podía faltar a su ensayo.

En ese momento pensaba en que hubiera preferido tener a la niña consigo, quizás así la situación junto a su suegra y cuñada habría sido menos incomoda.

—¿Estudias, Evonne? —preguntó Nickolle, y aquello ya comenzaba a sentirse cómo un interrogatorio.

—Tengo la intención de hacerlo, mis amigos y yo nos mudaremos para ir a la universidad.

Megan, quien en ese momento se encontraba tocando la tela de un vestido, se quedó quieta, como una estatua, antes de girarse para verla con una expresión de angustia.

—¿Te marcharás? —cuestionó. —. ¿En cuánto tiempo?

—Mamá, tranquila —dijo Nickolle. —. Él ya no desaparecerá.

Evonne sintió mucho pesar por la madre, sabía que tenía miedo de que Caleb se alejara nuevamente de su vida. Toda aquella situación comenzaba a asustarla, el saber que Megan tenía la esperanza de que ella pudiese mantener a su hijo a su lado le asustaba mucho.

—Bien, dejemos ese tema de lado. —sugirió Nickolle, antes de continuar caminando por los pasillos.

—Tienes razón, pero, linda, suelta tus manos y busca algo que te guste —le dijo Megan, tomando una camisa del perchero. —. Mira esta, te quedaría hermosa, tienes una linda figura.

—Gracias, Megan. —respondió con timidez.

La mujer sonrió, y asintió con la cabeza, antes de girarse para comenzar a buscar entre todas las prendas cosas que fuesen perfectas para ella, platicando sobre sus gustos, y otras cosas triviales; incluso buscó algunas cosas para su pequeña hermana.

—Mira eso —murmuró juguetona, una vez que llegaron hasta el sector donde se encontraba Nickolle. —. Fiesta para los chicos.

Evonne contuvo la respiración, sintiendo como un escalofrío recorría su cuerpo al divisar aquellas prendas producto de sus más grandes pesadillas; las lencerías.

—No seas tímida, linda —dijo Megan, avanzando hacia los estantes. —. No es nada del otro mundo; solo mira a Nickolle, seguro planea darle una sorpresa a Moisés. —comentó, riendo, a lo que la susodicha bufó.

Tenía que fingir estar cómoda, mientras observaba a aquellas mujeres tomar prenda tras prenda, algunas un tanto pícaras. Y, estando en ese lugar, su teléfono celular sonó en un mensaje entrante que la hizo sobresaltarse.

Frunció el ceño en confusión, mientras lo tomaba para ver la pantalla, y juraría que sufrió un mini infarto al ver en la notificación de quién se trataba… no podía ser posible.

Su respiración se tornó irregular, mientras sentía como sus manos se humedecían y comenzaban a temblar de los nervios. Observó en derredor, con el creciente temor de que alguien notara su estado, y trató de mantener la pantalla oculta, como si alguien pudiese verla si se descuidaba.

No.

Ella no estaba dispuesta a volver, ni por todo el dinero del mundo, aunque aquello representara el seguir retrasada en los pagos y, firme en ese pensamiento, bloqueó aquel número telefónico. Por suerte, esa noche había sido contactada por Jeremy para volver al club nocturno.

—Evonne, querida —la voz de Megan la sacó de su ensimismamiento, y rápidamente se giró para verla, guardando el celular en su bolsillo trasero. —. Acabo de encontrar un conjunto que seguramente te quedará de maravilla, así que ven aquí.

***

Una vez que llegó el momento, Evonne se preparó para ir a trabajar, teniendo el presentimiento de que sería una noche muy larga, ya que se sentía agotada luego de haber ido de compras con la madre y hermana de Caleb, y luego volver al restaurante.

—Mínimo prométeme que no dijeron nada vergonzoso. —pidió Caleb, quien se encontraba sentado en su cama, esperando a que ella terminara.

—No lo hicieron, fue algo lindo, tu madre es muy amable. —respondió, recogiéndose el cabello en un moño.

—Bueno, eso me alivia un poco —dijo, avanzando hacia ella, y abrazándola por la espalda, dejando un tierno beso en su hombro. —. Si Megan ha sido amable contigo es porque te adora.

—Roguemos porque siga así —respondió entre risas, mientras se giraba en sus brazos para quedar de frente a él. —. Tengo que irme a trabajar. —hizo un puchero, tomándolo del rostro para estirarse hacia él y dejar un tierno beso en sus labios.

—Lo sé —respondió, correspondiéndole el beso. —. ¿Segura que no quieres que te acompañe?

—No te preocupes por mí, seguro tienes cosas que hacer —lo abrazó, hundiendo la cara en su pecho e inhalando su aroma. —. Nos veremos mañana, ¿de acuerdo?

Él asintió con la cabeza, antes de besar su frente con ternura.

Una vez que estuvo lista, ambos se despidieron de todos en la casa para ir a tomar el autobús. No sabía si Caleb estaba utilizando su moto, o el auto, ya que siempre lo dejaba estacionado en el centro y llegaba hasta su barrio en autobús, tal y como ella le indicó que debía hacer siempre, para evitar problemas con los pandilleros locales, quienes no confiaban en los extraños.




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