Un Novio Para Mi Hermana

Capítulo 37

Evonne no podía expresar la alegría que sentía en aquel momento, en que se sentía la mujer más amada del mundo, perdida en un mar de emociones, combinada con sensaciones que la hacían sentir que podía tocar el cielo.

¿Cómo había pensado en renunciar a una persona tan maravillosa como Caleb? Era la persona más grandiosa que había conocido, tan irreal, que aveces creía fielmente en que solo se trataba de una ilusión, que él era un producto de su imaginación, o más bien, de la imaginación de Loamy, quien, por segunda vez, la guiaba a encontrarse con el hombre perfecto, a través de sus travesuras.

Estaba agradecida con la vida, aunque eso no significaba que su hermanita se había salvado de la reprensión que le daría al volver a casa.

—¿Sigues despierta? —escuchó aquella melodiosa voz, antes de sentir como Caleb posaba una mano en su cintura, y se pegaba a su espalda, dejando un tierno beso en su hombro.

—Sí, hola. —murmuró en voz baja, girándose en la cama para quedar de frente a él, y hundir el rostro en su pecho, inhalando su varonil aroma.

—Evonne —él suspiró, gesto que la hizo alzar la mirada y verlo con curiosidad. —. Hace un tiempo hablé con Ivana, y me comentó de sus planes para ir a la universidad.

Ella echó la cabeza hacia atrás, para verlo con sorpresa.

—S-Sí, hace un tiempo que lo planeamos, y trabajamos para eso. —respondió, un tanto confundida.

Él tragó saliva.

—¿Está todo bien? —inquirió, confundida.

—Decidí volver a la universidad, en New York, para terminar mi carrera. —le comentó, y ella sonrió con emoción.

—¡Eso es genial! —exclamó.

—Lo será si tú estás ahí, por eso hablé con mis padres, y les dije que accedía volver, si les ofrecían a ti, y a tus amigos, becas para la universidad.

La sonrisa en sus labios se desvaneció.

—¿Qué? —cuestionó, con un hilo de voz.

—Para la aceptación de las becas, se cotejaron las notas que tenían en la preparatoria, y como ustedes eran excelencia académica, vieron bien el otorgarlas. Así que, como verás, no tendrán nada que ver conmigo, no creas que si por algún motivo lo nuestro se termina en algún momento se les quitará.

—Caleb… —expresó, consternada, mientras se incorporaba hasta quedar sentada, cubriendo su cuerpo desnudo con la sábana color pardo.

—Me gustaría que vinieras conmigo, Evon. —la imitó, y se sentó. —. Es una gran oportunidad para ustedes… para todos nosotros, si me incluyo. Beca total, hasta que se gradúen.

—¡Caleb! ¿Acaso estás demente? — cuestionó, exasperada. —. ¿Cuándo le pediste eso a tus padres?

—La oferta no ha terminado…

—¿Cuándo? —insistió.

—Antes de la fiesta —confesó. —. Pero acabo de hablar con ellos, y la oferta sigue en pie, para los tres… Evon, mi mamá te adora.

—¡Dios mío! —se cubrió la boca con ambas manos, sintiendo como su cuerpo temblaba. —. ¿New York? Guau, y-yo… Caleb…

Guardó silencio, cuando de pronto el sonido de su celular inundó la habitación. Frunció el ceño en confusión, viendo la hora en el reloj que colgaba de la pared; eran las once de la noche, y supuso que se trataba d su padre, buscándola.

—No tienes que responderme ahora… mejor contesta, o Noah nos cortará la cabeza. —dijo Caleb, presionando los labios para no reír.

Ella asintió, en tanto se ponía de pie para ir en busca de su celular. El temblor no disminuía, y a eso añadirle el frío que sintió al salir de la cama, ya que, aunque la lluvia había menguado, la helada no.

Vio la pantalla, y arqueó una ceja, al darse cuenta que se trataba de Ivana. Contestó con prisa, y su cuerpo se estremeció al escuchar la voz de su amiga temblar.

—¿Qué fue lo que pasó? —inquirió, una vez que ella le informó que se encontraban en el hospital.

El tono en su voz atrajo a Caleb, quien no dudó en acercarse para saber qué pasaba.

Evonne amplió los ojos, palideciendo al instante, en tanto el teléfono celular se deslizaba de sus manos temblorosas.

—¡Dios mío!

Ambos se vistieron con prisa, en tanto ella se contenía para no perder la cabeza. Se subieron al auto de Caleb, y partieron, camino al hospital, en donde se encontró a Ivana junto a Romeo, y Loamy, sentada en el regazo del pelirrojo.

—¡¡Evon, Caleb!! —chilló Loamy con entusiasmo, antes de saltar para correr hacia ellos, siendo recibida por el joven que no dudó en apapacharla.

—¡¿Cómo está él?! —cuestionó Evonne, con un hilo de voz.

—Aún no lo sabemos. —respondió Ivana, entre llantos, mientras se acercaba a ella para fundirla en un fuerte abrazo.

Una vez que Evonne le escribió a informarle que estaba con Caleb, Ivana decidió llevar a Loamy a su casa para darle de comer y pasar un momento juntas, hasta que llegó la hora de llevarla a la suya. Para cuando llegaron, todo estaba a obscuras, y en completo silencio, aquello le dio mala espina a la rizada, quien no dudó en dejar a Loamy en la entrada, pidiéndole esperarla, y adentrándose en aquel lugar a buscar a Noah, encontrándolo en la sala de estar, tirando inconsciente sobre el suelo, con una jeringa en su brazo.

Sobredosis de heroína, aquel fue el diagnóstico, y, hasta ese momento, no tenía idea de si el hombre lograría sobrevivir, o las secuelas que aquello dejaría en él.

—Es mi culpa! —Evonne lloró a gritos, sin poder contenerse.

—Evonne, no es tu culpa —dijo Caleb, abrazándola, en tanto observaba en la dirección en donde Romeo le compraba dulces a Loamy, rogando porque la niña no escuchara su llanto. —. No es culpa de nadie, la adicción es una enfermedad difícil de tratar.

—Le dije cosas terribles, rompí su corazón, Caleb. No quiero perderlo a él también, lo necesito. —sollozó.

Él la aferró con más fuerza, intentando darle consuelo, en tanto le repetía que Noah era fuerte, y que él estaría bien. ¿Otro secreto que debió confesar? Él era consciente de la adicción de Noah, y el día que lo llevó al restaurante en donde cantó para ella, lo había encontrado en una esquina, intentando comprar drogas.




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