Un Novio Para Mi Hermana

Capítulo 38

Pasaron un par de días que se sintieron eternos, mientras Evonne permanecía en aquella sala de hospital junto a su novio y hermana, esperando a que Noah recibiera el alta. El adulto ya había despertado, y por suerte, no tenía secuelas del incidente; aun así, ya había tomado una decisión, y nadie a aparte de Caleb era consciente de ella.

—Buenos días, Simmons —saludó aquel hombre, entrando en la habitación, acompañado por sus gemelos.

—¡Moisés! —exclamó Caleb, contento, en tanto se ponía de pie para recibir a su cuñado con un fuerte abrazo.

—Hola, niños, hola Moisés —saludó Evonne, poniéndose de pie.

Los niños la saludaron con emoción, antes de correr hacia la camilla, en donde Noah y Loamy les correspondían el saludo con un gesto de mano.

—Gracias por venir, a pesar de que ya no tienes que molestarte conmigo.  —dijo Caleb, envolviendo los brazos alrededor de los hombros de Moisés.

—Oye, eres el tío de ese par, claro que seguimos siendo familia.

Evonne frunció el ceño en confusión luego de oírlo, e inconscientemente giró el rostro en dirección a los niños que felices hablaban con su padre y hermana, antes de volverse hacia los hombres frente a ella.

—¿Pasó algo con Nickolle? —inquirió, sin poder disimular su curiosidad.

Moisés alzó ambas cejas.

—¿No te has enterado? —cuestionó. —. Resulta que la vida que le di no fue suficiente para ella, y ni yo, ni sus hijos, la hacíamos feliz… no, estaba encaprichada con ese apuesto y joven hombre. Entonces, la dejé volar, si es lo que necesita para volver a sonreír, por mí está bien, mucho mejor que pelear a diario… ¿No crees, Evon?

Ella tragó saliva, mientras posaba los ojos en Caleb, consternada. ¿Cómo no le había dicho que Nickolle se había marchado con Bellamy? ¡Santos cielos, qué locura! El joven mantuvo la mirada puesta en sus pies, inconsciente de que era observado, y tenía la mandíbula presionada tan fuerte, que ella temió que pudiera quebrar sus dientes. Estaba realmente furioso, podía verlo en su cara.

—Pero bien, no hablemos de esto —dijo Moisés, sorbiendo su nariz. Se le notaba lo mucho que aquel tema le afectaba. —. Hablé con la policía, ya está todo arreglado. Y ahora viene el medico a darles de alta… me encantaría quedarme con ustedes, pero tengo que regresar a los niños a la escuela.

—Sí, lo entiendo. Gracias, te debo una. —respondió Caleb, volviendo a abrazarlo.

—Ya te lo he dicho, lo que sea por la familia.

Evonne mordió con fuerza su mejilla interna, sintiendo como sus ojos se cristalizaban. Volvió la mirada hacia su padre, notando como jugueteaba y bromeaba contento con los tres niños, y sintió que el corazón se le encogió en el pecho.

—Papá —se acercó, luego de que Moisés y los niños se despidieran de ellos. —. Ya es tiempo de irnos.

Noah asintió frenéticamente, y una vez que llegaron los enfermeros con su ropa, se apresuró a vestirse. Cuando iban de salida, él y la niña iban enfrente, jugando y tarareando, mientras Evonne marchaba junto a Caleb, con una expresión tan triste, que parecía que se dirigían a un funeral.

—Evonne, mi presentación de baile será pronto —dijo Loamy, emocionada, mientras se conducían en el auto. —. Papá, bailaré una canción hermosa… aunque no es Jazz, la maestra dice que me ayudará a expandirme. —comentó, extendiendo los brazos.

—Eso es genial, amor —respondió Noah, fundiéndola en un fuerte abrazo. —. Ahí estaremos para ovacionarte, como siempre.

Caleb apartó una mano del volante para tomar la suya, y presionarla con fuerza, mostrándole apoyo, una vez que un sollozo traicionero se escapó de sus labios.

Continuaron en el auto por un par de minutos más, hasta que llegaron al restaurante, en donde Romeo e Ivana los esperaban en la entrada.

—Papá, deja a Loamy aquí, luego vendremos por ella. —le dijo Evonne, intentando que su voz no temblara.

Noah asintió, y salió del auto con la pequeña, llenándola de besos y abrazos, haciéndola reír. Evonne limpió con prisa una lágrima traicionera que rodó por su mejilla, en tanto giraba la cabeza en dirección a Caleb, expresándole su angustia.

—Creo que deberías decirle, Evon —sugirió él, con tristeza.

—No puedo, solo lo empeoraremos todo, y no quiero que Loamy… —sollozó.

Él torció un poco la boca, antes de inclinarse hacia ella y besar su frente.

—Oh, ustedes son tan tiernos —comentó Noah, volviendo a sentarse en el asiento trasero. —. No saben cuánto me alegra que hayan solucionado sus problemas.

—Y a mí me alegra que estés bien, Noah —respondió Caleb, girándose para verlo. —. Aunque no lo ponía en duda, eres fuerte. —puso el auto en marcha.

—Evonne, amor —él se aclaró la garganta. —. Todavía no hemos hablado de lo que pasó… no sabes cuánto lo siento, y-yo…

—No estoy enojada contigo, papá —respondió, suspirando, sin atreverse a girarse en el asiento. —. Te amo, y me alivia que estés bien.

—Te prometo que no volverá a pasar, estuve al borde de la muerte, eso endereza a cualquier…

Noah cerró la boca de golpe, viendo con el ceño fruncido el edificio frente al que Caleb se estacionó, y reconociéndolo al instante.

—¿Q-Qué hacemos aquí? —cuestionó, confundido.

Evonne tomó una fuerte bocanada de aire, antes de girarse en el asiento para verlo a la cara, con mucho pesar.

—Es por tu bien, papá… —sollozó.

Él amplió los ojos, horrorizado.

—No —expresó, jadeante. —. No, no Evonne, por favor —vio al exterior. —. No es estar encerrado lo que necesito. Amor, te prometo que no volverá a pasar, te lo juro.

Caleb salió del auto, al mismo tiempo en que un par de guardias vestidos de blanco salían del edificio.

—¡No, no! —comenzó a patalear, y luchar contra ellos. —. Cariño, no me hagas esto, te lo suplico, ¡Evonne!

Ella rompió en llanto, sintiendo como el corazón se le estrujaba en el pecho. Salió del auto y lo rodeó corriendo, con la intención de llegar a él, pero Caleb la detuvo, tomándola por la cintura.




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