La vida sin su padre le resultaba más difícil de lo que imaginaba; estaba triste, decaída, y sin ganas de hacer nada. Sentía que le había fallado a su madre, y el ver la carita de tristeza de Loamy solo aumentaba el sentimiento de culpa, al punto de desear poder volver a aquel lugar y sacarlo de ahí.
—Mi sol… ¿quieres ponerte el traje desde ya? —inquirió, guardando las cosas en su maleta.
Alzó la mirada hacia la niña que se encontraba sentada de espaldas a ella, en el otro extremo de la cama. Ella simplemente negó con la cabeza, luciendo decaída.
Era el día del gran evento de miss Angélica, y a Evonne le angustiaba en gran manera que la pequeña no pudiese ejecutar bien su baile, debido a la nostalgia que le invadía el corazón.
—Amor. —suspiró, poniéndose a cuclillas frente a ella.
—Yo quería que papá estuviera aquí. —sollozó.
—Lo sé, mi nena, a él también le hubiese encantado estar, pero ya sabes que…
—Sí. —respondió, decaída, antes de bajarse de la cama e ir en busca de su mochila, para marcharse.
Evonne cerró los ojos con fuerza, y tomó una fuerte bocanada de aire, intentando contenerse para no llorar. Aquello era tan difícil, pero sabía que debía mostrarse fuerte, en especial frente a su hermana.
Salieron de la casa una vez que Caleb llegó para llevarlas al auditorio. La niña lo saludó con un abrazo fugaz, antes de avanzar hacia el auto.
—¿Cómo va todo? —le preguntó Caleb, envolviéndola en un fuerte abrazo, y besando con ternura su frente.
—Está más triste que los últimos días… porque quería que papá estuviese aquí. —le contó.
Ambos voltearon hacia el auto, en donde divisaron a la niña sentada con la cabeza a gachas, y sintieron mucho pesar. De ser por ellos, hubieran ido por Noah, mínimo para el evento, pero debido a que estaba en proceso de desintoxicación, sería imposible que lo dejasen salir; la adicción podía hacer que las personas hicieran cosas impensables, incluso escapar para ir en busca de aquello que calmaría su ansiedad.
El auditorio estaba repleto de personas, la decoración era menos colorida que la última vez, pero se debía a que la temática era el lado de los cisnes, y Miss Angélica creyó conveniente que todo fuese blanco para que las personas entraran en ambiente.
Se presentaron varios números, tríos, dúos y solos, que estarían antes de la presentación grupal que estaría al final. Evonne y sus amigos se encontraban en primera fila, luego de que ella ayudara a su hermana a alistarse, y la dejara tras bambalinas.
Esperaban pacientemente el momento, y cuando la niña por fin salió al escenario, no pudieron evitar aplaudir con euforia y vitorear, intentando animarla.
Loamy siempre acostumbraba a dar lo mejor de sí, adoraba en gran manera bailar. Pero, ese día, todos fueron capaces de sentir el desencanto de la niña. El ritmo de la sonata en violín de Chopin: Nocturne. No. 20 in C-Sharp Minor resonó en aquel auditorio, y la sonrisa en el rostro de Evonne desapareció, ya que, aunque se trataba de un tema clásico, aquella sonata se caracterizaba por ser relativamente triste. ¡Qué inoportuna había sido Miss Angélica al elegirla!
Loamy cerró los ojos, suspirando hondo, antes de ponerse de puntilla, y comenzar a bailar al ritmo. Evonne mordía su mejilla interna mientras la observaba con atención, manteniendo el entrecejo fruncido.
La pequeña iba bien, hasta que al tratar de hacer un grand jeté, tropezó y cayó, produciendo un sonido hueco que resonó en toda la estancia, alertando a su hermana, quien se cubrió la boca para acallar un grito.
Lejos de darse por vencida, Loamy se incorporó, poniéndose en Première position, y comenzó a bailar nuevamente. Dio un par de giros, y para cuando volvió a ponerse frente a ellos, Evonne y sus amigos vieron con angustia como brillantes lágrimas se deslizaban por sus mejillas, y sus labios temblaban, más, aun así, ella no dejó de bailar, intentando mantener la barbilla alzada, hasta que la canción terminó y las palmas resonaron, entonces se dejó caer de rodillas, llorando con amargura.
Evonne no dudó en ponerse de pie y correr hacia el escenario para ir por ella, se trataba de una pequeña de cinco años, por lo que todos en el lugar creyeron que lloraba porque se había equivocado en el baile. Y quizás era aquel el motivo, pero iba acompañado por algo más profundo, la desolación que le provocaba el que su padre no la hubiese visto bailar ese día.
Una vez que la pequeña se calmó, y el evento culminó, cada pareja se fue por su lado, quedando de acuerdo en que se encontrarían en el restaurante de Adrián para una pequeña celebración. Ivana y Elías fueron los primeros en marcharse, en tanto Romeo y Arthur intentaban animar un poco a Loamy, diciéndole que la presentación había estado hermosa.
Finalmente se pusieron en marcha, y durante todo el camino, Evonne veía a su pequeña hermana a través del retrovisor. Hubiese deseado estar en el asiento de atrás con ella, pero sabía que, de haberlo hecho, también estaría rota en llanto.
—Llegamos. —musitó Caleb, estacionándose de pronto.
Ella volvió la mirada hacia el exterior, y abrió los ojos ampliamente al darse cuenta del lugar en que se encontraban. Miró a Caleb de manera interrogante, y éste, con una pequeña sonrisa, le indicó que todo estaba bien.
—Ven, mi sol. —dijo, quitándose el cinturón de seguridad para salir del auto con prisa.
Loamy estaba igual de confundida, viendo aquel lugar sin tener la menor idea de donde se encontraban. Pasaron recepción, y revisión, para luego llegar a una sala en donde había varias personas sentadas en las esquinas. La niña observaba aquel lugar con curiosidad, hasta que sus ojos se toparon con un rostro conocido.
—¡Papá! —exclamó, con la voz temblorosa, antes de soltar la mano de Evonne para correr en dirección a su progenitor.
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Editado: 05.12.2023