CAPITULO 11
— ¡Wepa!
Eso es lo primero que escucha Evangeline al plantarse en la entrada del restaurante de su amiga, sin duda alguna, algunos ya se han pasado de copas, pues ese grito proviene de la boca de Ian —y dice ser serio el hombre —, con la ayuda del bendito alcohol, hasta el más callado cae.
—Ven empieza a bailar el ritmo que te traigo
es nuevo para ti te enseñare a bailarlo —con sumo cuidado se asoma por una de las ventanas del lugar, lo que le permite ver a Ian —junto a su esposa Melissa —bailando al ritmo de levantando las manos de el símbolo.
Una cosa que distingue a todos sus amigos de todos jóvenes del pueblo, es que ellos aman los clásicos de antes, la prueba es la canción que se encuentra sonando en este preciso momento.
—Levantando las manos moviendo la cintura
es el ritmo nuevo que traigo para ti —todos ellos siguen en su asunto, sin prestar atención a la expectante que se encuentra escondida entre las sombras.
Ella aprovecha la distracción de sus amigos para poder ver quien se encuentra presente. A primera vista logra visualizar a Isabela, una chica morena de cabello castaño ondulado, quien se encuentra a lado de su novio, Diego, uno de los más guapos del pueblo.
En otra mesa se encuentra sentados Fernanda, una de sus amigas más viejas —refiriéndose a la antigüedad, obviamente —ella se encuentra en brazos de su novio Luis. Junto a ellos se encuentra haciendo el mal tercio, Denise, la dueña del lugar. De veinticinco, abrió el café a los veinte años, y le ha ido de maravilla. Morena de cabello castaño lacio hasta los hombros. Ojos oscuros y complexión media.
En las otras mesas se encuentran conocidos de toda la vida, compañeros de escuela, vecinos, todos dispuestos para pasar una velada agradable.
— ¡Hey cumpleañera! —Fernanda es la primera en percatarse de su presencia —, ¿Qué esperas para entrar?
— ¡Felicidades! —gritan todos al oír el grito de Fernanda, acto seguido la abrazan y le entregan los presentes a han traído con ellos.
Después de pasar por la ronda de abrazos, besos y apachurrones, toma asiento en una de las mesas que se encuentran disponibles, pide para tomar una margarita, ella no es de tomar mucho, pero ha oído en varias ocasiones, que nada mejor que el alcohol para anestesiar los sentimientos.
Por esta noche quieres dejar a Gerardo atrás, quiere olvidar al responsable de su mal de amores por unas horas —dramática resultó ser la chica.
—Hey chica —la saluda Melissa mientras toma asiento en otro extremo de la mesa —. Me alegra ver que ya te encuentras mucho mejor.
— ¿En serio luzco diferente que hace un año? —pregunta con nerviosismo.
—Claro que si —reafirma la chica mientras toma de su cerveza —, verte sumida en la depresión fue terrible. Es decir, siempre has sido la chica radiante, de esas que iluminan tu día por más difícil que sea, y verte al igual que un zombi.
—Aparentemente me veo bien, pero no ha sido fácil, sigo luchando contra eso, contra cada recuerdo que se dispone a atacar mi cabeza —la rubia baja la cabeza con pena —. Luchar contra la depresión ha sido un camino lleno de espinas.
—Ian me dijo del asunto que se encuentra en la ciudad de México —se atreve a decir.
Eso es genial, una queriendo olvidar al hombre que te trae de mal en peor y es el primer tema del que quieren hablar tus amigas.
¿Qué se puede decir a esto?
Como amigas es un deber estar al tanto del bienestar de las otras, y aparte te echas un buen chisme que se va a traer en boca y boca. Dentro de unos días todo el pueblo va a saber que nuestra tímida chica se encuentra tras un rico viudo.
Obviamente, eso es falso. Pero ya se sabe que cuando ocurre algo, las cosas cambian al finalizar la cuadra, cada persona cuenta una versión que ni se acerca a lo que paso, y al tratarse de un pueblo chico, las noticas van a volar.
—Él es la razón por la que hoy bebo, quiero olvidar que no soy correspondida por esta noche.
—Yo sé que lo vas a lograr —la cumpleañera la mira con confusión —, me refiero a Gerardo, debe estar ciego como para no verte con otros ojos.
—Eso suena tan simple.
—Eres linda, tienes un carácter súper agradable y lo más importante, quieres a la niña —la alienta con entusiasmo —. Y te aseguro que le harías pasar la mejor noche de su vida en la cama —guiña un ojo al decir esto, provocando un sonrojo en la rubia.
—Qué cosas dices —abanica su rostro para bajar el sonrojo.
—Vas a terminar invitándonos a la boda —le asegura —, y pasada nos vas a hacer padrinos.
—Llegué a pensar que me tenías celos —admite con pena.
— ¿Celosa yo? —Logra preguntar al pasar su atragantada que se da con refresco — ¿Por qué estaría celosa de ti?