CAPITULO 12
Benditas vacaciones.
Así las llaman algunos, otros lloran cuando finalizan. Pero en el caso de Evangeline, ella agradece que esa infernal semana de vacaciones haya terminado al fin.
¿Por qué piensa eso?
La respuesta vuelve a ser el innombrable, ese chico que una vez la dejó sola y herida, se encargó toda esa semana de llevarla a pasear, de ir al cine o a un café, pasear por la plaza principal, hasta llevarla a pintar varios murales dentro del pueblo.
La situación no fue tan fea como pueden a llegar a pensar. Pues fue como volver al pasado. Como si los años y las desgracias no hubieran pasado entre ellos dos. Ya que extrañaba como solía bromear en el cine hasta hacerla escupir el refresco, o como la simple acción de tomar un café fuera algo tan especial. Eso sin contar las mil y un ocurrencias que podía hacer en la plaza y el ser su ayudante principal en el mural de la mujer dormida.
No era un secreto que ella disfrutaba pasar tiempo con él, y eso la hacía sentir culpable y miserable, pues todas sus amistades se negaron a su amistad con James. Bueno, todos menos Ian. Si él tuviera que elegir a un chico para ella, sería él. No un imbécil que no es capaz de ver lo que tiene enfrente. Si, esa fue la primera impresión que tuvo hacia Gerardo sin verlo de frente. Y algo que caracterizaba a Ian, es que una vez que se hacía un veredicto de la persona, con dificultad cambiaba.
Es por eso que la llamó semana infernal, pues después del intenso cumpleaños, y de esas salidas, tiene mucho en lo que pensar, ¿se va o se queda en la ciudad? He ahí el dilema. Y no solo es por el asunto del innombrable —en parte —, sino que también se dio cuenta de cuanto extrañaba a su familia y amigos. Sí, todo un dilema.
A dos semanas de su cumpleaños, tiene la cabeza llena de otros problemas, ya que se aproxima otra fecha que tiene que afrontar con la mejor actitud del mundo, día de muertos. Mañana es ese día festivo, y va a tener que visitar a sus difuntos en el cementerio por primera vez desde lo sucedido.
En su hogar ya se encuentra hecho un enorme altar de muertos, para todos aquellos que ya han dejado este mundo.
El altar de muertos es una de las tradiciones mexicanas más viejas que existen. Consiste en hacer un altar —puede ser de varios niveles, ella por ejemplo hizo uno de tres en su casa y uno que se encuentra haciendo con Sofía en este preciso instante —, representan el cielo, la tierra y el inframundo.
El altar se adorna con papel picado de diferentes colores, una foto del fallecido o fallecida, los alimentos que más le gustaba en vida, la ropa que usaba, un espejo, imágenes religiosas, flores de cempasúchil, instrumentos de aseo personal, entre otras cosas.
Se dice que en esa fecha al muerto se le concede un permiso especial para visitar el mundo de los vivos, por eso entra en cada casa para ver si ese altar es para él —por ese motivo se coloca un espejo, ya que representa la única manera en que el fallecido puede ver su forma espiritual al llegar a tomar sus ofrendas en el altar.
En sí, un altar de muertos es la mejor forma de venerar y recordar a nuestros difuntos.
—Geli —dice Sofía mientras acomoda el papel picado en el altar —, quiero pedirte algo.
— ¿De qué se trata pequeña?
—Quiero que en el altar también esté la foto de tu mami —la niña sonríe al decir eso —, y quiero que esté junto a la de mi mami.
— ¿Estás segura? —la niña asiente con la cabeza —. Es un lindo gesto de tu parte.
—Es que tú eres como mi segunda mamá —se inclina y le da un beso en la mejilla.
En estos precisos momentos, no es muy sano que le diga esas cosas. No cuando tiene en su cabeza la indiferencia de Gerardo, las atenciones de James, las muestras de afecto por parte de su familia y amigos. Todo un torbellino de emociones e indecisiones.
— ¿Qué más lleva el altar? —pregunta mientras coloca con sumo cuidado la foto de su madre.
— ¿Ya tiene algunas prendas de tu mami? —la castaña asiente con la mirada —. Dime, ¿qué era lo que más le gustaba de comer?
—Galletas de amaranto, con un toque de miel de abeja —responde Gerardo, quien va entrando al cuarto con un plato lleno de galletas —, eso lo heredaste de ella —apunta a su hija con la mirada.
Con cuidado coloca el plato en las primeras repisas, acto seguido la rubia coloca una foto de su madre —una que traía en la cartera —a lado de la foto de la madre de Sofía. Los tres quedan en silencio mientras miran el altar terminado.
—Debo decirles que el altar les quedó precioso — sonríe —. Evangeline —la voltea a mirar —, ya es un poco tarde, no es bueno que una chica de su edad ande sola por las calles a estas horas —el corazón de la chica se acelera de inmediato al descubrir sus intenciones — ¿deje que la lleve a su casa?