CAPITULO 14
En la escuela siempre nos han dicho que el tiempo es relativo, porque hay dos maneras de medirlo. De manera específica gracias a las ciencias exactas, y de manera perceptual que es por la percepción que hacemos del tiempo.
Lo relativo de esto es que el tiempo puede variar en medida de quien está midiendo el tiempo, o de qué manera lo está midiendo, esto aplicaría entonces para la gente en general, pero para hablar de tiempos específicos de manera necesaria y exacta se necesita una medición científica.
Un buen ejemplo seria colocar a un barón con la chica que le gusta por una hora y sentirá que fue un minuto.
Ahora colócalo en una estufa encendida por un minuto y lo sentirá como una hora.
O si tienes una deuda para cobrar dentro de 30 días, tendrás la sensación de que el tiempo no pasa nunca o pasa muy lentamente.
O viceversa, si tienes una deuda para pagar en treinta días, verás que el tiempo se pasa volando y, cuando menos esperaste, ese día ya llegó y tienes que pagar.
Ya que nos hemos dado una idea con respecto a ese tema, ya podrán imaginar cómo se encuentran las cosas en el hogar de Gerardo desde que Evangeline abandonó la ciudad, para regresar con su familia.
Solamente han pasado tres semanas desde su ausencia, pero todos ahí lo sienten como si hubieran pasado tres meses.
Si hablamos de una persona que no deja de extrañarla seria Gerardo —como había dicho antes, su mayor defecto es actuar de manera impulsiva —no deja de sentirse culpable por sus acciones hacia la pobre chica, que solo se dedicó a cuidar de su hija mejor de lo que él hubiera hecho.
Debido a eso lleva varias noches sin poder dormir, pues cada vez que cierra los ojos intentando caer en los brazos de Morfeo, aparece en sus sueños el rostro de aquella rubia llorando a causa de sus propias palabras e insultos.
Hace muchos años que no se sentía de esa manera, vulnerable. Solo le llegó a pasar con Sara, nadie más tuvo ese efecto sobre él. ¿Y eso es bueno o malo?
Solo el tiempo lo dirá, pues es el único que sabe todas las respuestas y sana todas las heridas.
Estas tres últimas semanas han sido el infierno sobre la tierra para él. Su hija no le habla, ni siquiera le dirige la palabra. Su rendimiento en la escuela ha bajado notablemente, ya no sonríe ni juega como antes. La mayoría del tiempo se la pasa encerrada en su habitación llorando mientras abraza su almohada.
¿Por qué no desapareces de mi mente?
¿Por qué afectas mi sistema de esa manera?
Sin querer recuerda la última platica que tuvo con su hermana hace tres semanas —sí, también Lorena optó por aplicarle la ley del hielo —sin duda el silencio te hace meditar sobre tus acciones, también las agujas del reloj son buenas para darnos el tiempo de pensar.
— ¿Qué te ha pasado? ¿Qué le han hecho a mi hermano? —le había preguntado al pasar unos días de ese penoso incidente. Ambos se encontraban en la biblioteca de la casa —. ¿Quién te dijo todo eso sobre Evangeline? Si ella es más buena que el pan —tal vez dramatizó con esto último, ya que resultó que la chica era buena para los insultos.
— ¿Ahora me diriges la palabra? —Interrogó con un toque de sarcasmo —, ¿ahora si te acuerdas de que tienes un hermano y de que vives bajo su mismo techo?
— ¿Cómo me voy a olvidar de que tengo un cerdo por hermano? —La sonrisa del hombre se desvaneció en cuestión de segundos —, así que por tu bien, deja las bromas aun lado y responde —ella no le quitaba la mirada de encima para nada.
— ¿Por qué quieres saber?
—Ah, por nada en especial —sacudió la mano mientras se pavoneaba por todo el lugar —, solo quiero darle una medalla por la estupidez del siglo, ¿para qué más va a ser?
—Elena y su madre —admitió muy a su pesar.
—Eso lo explica todo, esa lagartona teme que le roben a su mina de oro y por eso atacó de esa manera a la pobre chica —comenzó a aplaudir al momento de que una carcajada brotaba de sus labios —, muy bien jugado, esa perra no pierde el tiempo.
—Basta de insultos, que su futuro esposo está presente —un bufido escapó por parte de ella al oír eso —, eso solo demuestra la envidia que le tienes.
— ¿Envidia? —se reía con fuerza —. ¡Por el amor de Dios! Quítate esa estúpida venda de los ojos —le golpeó con fuerza en la cabeza —. Sofía nunca la quiso en estos dos años que llevas con ella, en eso no tuvo que ver Evangeline, ¿Qué no has oído el dicho que dice, las acciones dicen más que las palabras? —él evitaba mirarla a la cara —. Obviamente sintió celos al ver que se ganó a la niña en tampoco tiempo.