Un nuevo comienzo

Una vista inesperada

CAPITULO 21

Cuando Evangeline cursaba el quinto semestre de preparatoria, el profesor de español les había dejado un trabajo que equivalía el ochenta por ciento de su calificación final. Se trataba de un reporte de literatura —clásicos solamente —. Si había algo que el profesor no soportaba eran las novelas juveniles, decía que solo eran palabras comerciales que no dejaban ningún provecho.

Él quería instruirlos por el camino del saber, les había dicho que al leer se les abrirían muchas puertas, no se dejarían cegar por las bobas campañas de los políticos, al igual que los programas basura de la televisión que solo servían como cortinas de humo.

Ella se encontraba nerviosa, pues nunca había leído un libro de más de doscientas páginas. Por lo que eligió —por recomendación de Denise—, cumbres borrascosas.

Prácticamente duró enamorada de ese libro por meses —ni que decir de Heathcliff —. Nunca le tocó un amor como ese, pues Alex era todo lo contrario a ese hombre, sin ninguna pizca de maldad ni rencor en su cuerpo.

Cuando ella conoció a Gerardo por primera vez para la cita del trabajo, pensó que era igual a Heathcliff, serio, temido por todo el mundo. Sin ninguna pizca de emoción por su rostro. Pero ahora, viendo con detenimiento al pie de su puerta, le recuerda al señor Darcy de orgullo y prejuicio, de aspecto inmutable, caballeroso, una facilidad con las palabras y ni que decir de su aspecto. Un hombre muy buenmozo. Bien dicen que la realidad supera la ficción.

—Señor Ruiz —es lo primero que brota de sus labios después de que se le pasa la sorpresa —, buenas tardes.

— ¿Qué no habíamos quedado en dejar la formalidad a un lado? —Las mejillas de la chica se tiñen de rojo de inmediato —. Buenas tardes Evangeline.

La contempla mientras se sonroja. Es de las cosas que más le gustan de ella, parece igual a una colegiala cuando ve a un chico apuesto frente a ella. De su cuenta la toma y le besa las mejillas, pero decide detener sus impulsos, no quiere que ella se lleve una mala impresión de él.

— ¿Quiere… quieres pasar? —le tiembla un poco la voz al preguntar eso.

—Si no es mucha molestia —una sonrisa aparece en sus labios.

Ella se hace a un lado, para dejarlo pasar. Sin querer sus hombros se rozan, al momento sienten una descarga eléctrica solo con el simple acto. Llegan al patio y Gerardo se percata de la presencia de Ricardo, el cual sigue muy al pendiente de sus redes sociales.

De inmediato comienza a sentir un sabor amargo en la garganta, acompañado de una punzada de celos. Ricardo en apariencia luce muy varonil, musculoso, bien arreglado, perfumado y guapo. Casi tan guapo como lo era Alex.

—Gerardo —la rubia carraspea para llamar la atención de su amigo, él al momento deja el celular —, él es Ricardo, un amigo de la infancia —ella se pone a jugar con sus manos para aplacar sus nervios —. Ricardo —voltea a ver a su amigo —, él es Gerardo, mi jefe.

Mi jefe, que amargo suena eso. Ese pensamiento cruza por la mente de Gerardo.

—Un placer —pronuncia con educación mientras le da un apretón de manos.

—Lo mismo digo, ahora si me disculpan ya debo irme —se disculpa Ricardo mientras va en dirección de la puerta —. Tengo otro compromiso, debo ir a León, Guanajuato por el velorio de un tío —confiesa al ver la cara de confusión de la rubia.

—Saludos a Nerea.

—Yo le doy tus saludos —sonríe —, ¿Angie?

—Sí, dime.

—Tú sorpresa no tarda en llegar —no está demás en decir que otra ronda de celos cruzó por la cabeza de Gerardo.

—No sirve de nada decir que no es necesario que me des algo.

—Y como ya te dije, no es algo material —se encoge de hombros —. Los tiempos son terribles honey, ya ni siquiera te alcancé a comprar flores y eso que no eres de enero.

—Ven a verme más seguido, con eso es más que suficiente —le da un fuerte abrazo. Gerardo se encuentra más verde que Hulk. Verde de celos.

—Lo prometo mi chula, me vas a ver como mínimo tres veces por semana —se inclina y le da un beso en la mejilla. ¿Alguien se puede morir de celos? Porque el hombre no tarda —. Ahora si me disculpan, ésta guapura se les escapa.

— ¡Por Dios Ricardo!

—Bye, bye —como Gerardo se encuentra a espaldas de él. Ricardo gesticula con los labios un perfecto mientras lo apunta y sale de la casa.




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