CAPITULO 24
Noche Vieja del año 2012.
—Mami —Mía entra a la habitación de sus padres, donde su madre se encuentra arreglando el regalo de su padre —, mi papi acaba de llamar, llega en quince minutos.
—Gracias mi pequeña —le da un fuerte abrazo, y acto seguido le da un beso en su mejilla —, ¿Dónde quieres que dejemos el regalo? —Le pregunta —, ¿en la cama o en el comedor?
—Déjame pensarlo detenidamente —se lleva el dedo índice a la frente —. En su cama.
— ¿Por qué ahí?
—Porque de seguro va a subir a darse un baño antes de la cena.
—Entonces en la cama será —la toma de la mano, para bajar las escaleras —. Vamos a sentarnos a la sala, para esperarlo ahí.
—Mami, ¿hoy también llega el niño Dios? —Le pregunta una vez que toman asiento en la sala —, lo pregunto porque hoy también vamos a cenar de manera elegante.
—No corazón, solo llega cada año.
—Me gustaría que fuera navidad todos los días —Evangeline sonríe al imaginar la cara que pondría su esposo al escuchar eso. Para él ya es suficiente con una vez al año, pues es una tarea difícil el lograr que Mía duerma pronto.
— ¿Quieres ver una película en lo que llega tu papi?
—Sí, sí, si —responde mientras brinca en los sillones.
— ¿Qué te he dicho de los sillones? —la reprende.
—Que son para que se siente la gente, y no para pisarlos —se sienta y se cruza de brazos.
—Me alegra que lo tengas presente —pasa una mano por su cabello —, ¿quieres ver la de Barbie en el cascanueces?
—No, quiero ver la del el expreso polar —la rubia pone los ojos en blanco. Qué bueno que su padre no ha llegado, pues no le alegraría volver a ver esa película. Al cabo de una hora, toma asiento junto a su hija para ver el final de su película, en lo que llega su esposo.
El pavo ya se encuentra listo en el horno.
El postre se encuentra en el frigorífico.
Y las tradicionales doce uvas ya se encuentran listas en la mesa. Doce para cada uno.
Justamente a las ocho con quince minutos de la noche, hace su entrada Alex, después de visitar a su abuela en la clínica mental. La señora sufre de Alzheimer un poco avanzado, por lo que ya no reconoce a su nieto. Pero ese no es impedimento para que él vaya a visitarla un día a la semana y sobre todo, desearle feliz año.
El motivo por el cual pasan la noche vieja ellos solos, es porque la familia de Alex pasa esos días en el extranjero.
—Hola familia, ya llegué —cierra la puerta después de saludar, para acto seguido abrazar a su hija.
—Papi, tengo que darte otro abrazo de cumpleaños.
—Yo encantado corazón —la abraza con fuerza —, ¿y mi bella esposa no planea darme otro abrazo? ¿Tan mal me porté durante el año?
—Muy gracioso —se acerca para darle un abrazo, y de pilón un beso en la mejilla.
—Debo decir que si la cena sabe tan bien a como huele… —saca la lengua mientras cierra los ojos —. Mis felicitaciones al chef —su esposa le responde con una sonrisa.
— ¿Quieres darte una ducha antes de cenar? —la rubia le da un masaje en la espalda.
—La verdad, sí. Para estar más relajado en la cena, y no estar oliendo a mi…
— ¡Alex!
—Para no estar oliendo a rayos —corrige de inmediato al ver la atención que le presta su hija —. Ahorita bajo, no tardo.
—Toma tu tiempo —responden ellas al mismo tiempo.
Sin sospechar de su familia, sube de inmediato al piso de arriba. De inmediato, Mía se acerca a su madre, quien la toma entre sus brazos.
— ¿Cuánto crees que tarde en ver el regalo? —le susurra al oído.
—No creo que tarde mucho —un grito proveniente de la habitación le da la razón —. Ya lo vio.
Alex baja las escaleras con una sonrisa de oreja a oreja, tal parece un niño con juguete nuevo. En sus manos trae los libros de la saga juego de tronos. Con cuidado los deja en la mesa que se encuentra en la sala, y acto seguido abraza de nuevo a su familia.
—Es el mejor regalo de todos los tiempos, muchas gracias.
—Es que te queremos papi.
—Ahora sí, déjenme darme una ducha, para poder despedir el año como se merece.
Después del baño, las risas, los brindis y la cena. Ha llegado el momento de comenzar con la tradición de las doce uvas.
—Haré el intento de ser mejor hija, aunque no prometo nada —primera uva directo a la pequeña boquita de Mía —, ser mejor artista —otra uva —, cantar mucho mejor —otra uva —ser más linda con los demás… en especial con Raulito —sus mejillas se tornan rojas al nombrarlo.