CAPITULO 26
Hay ocasiones en la vida, en la que uno puede mirar hacia atrás y decir; al fin estoy donde debería estar. O por lo menos comprender que todo lo que se vivió con anterioridad fue por un motivo.
Es un tipo de felicidad diferente, es esa que te llena con alegría y temor, porque temes que tenga su límite y se esfume rápido al igual que el aleteo de una mariposa.
Con el vestido puesto, el maquillaje en su rostro y el peinado listo, Evangeline levanta poco a poco la mirada al espejo que tiene frente a ella. Y al ver su reflejo, una sonrisa genuina se dibuja en su rostro.
Lleva sobre ella tanto lujo, que no parece una novia, sino la princesa del cuento de hadas que finalmente vive su final feliz, o por lo menos eso diría Sofía.
—Luces hermosa Angie —le comenta su tía Glenda por detrás de ella —, ¿te sientes hermosa? —la rubia se mira de arriba hacia abajo mientras medita su respuesta.
—Sí, me siento hermosa —responde más que nada para sí misma. Porque es cierto, por primera vez en su vida, no se siente insuficiente. Los golpes en la infancia provocaron que no sintiera amor propio.
—Hay algo que quiero obsequiarte —ella la voltea a ver con extrañeza —, ya que es necesario que lleves puesto algo viejo.
—Es lo único que me hace falta —vuelve a enfocar su mirada hacia el espejo. El vestido es nuevo, lo prestado es el velo, azul las uñas de los pies.
—Por eso he traído conmigo esto conmigo —saca de su bolso un pequeña caja negra, acto seguido se la entrega.
— ¿De qué se trata? —mira la caja con entusiasmo casi infantil.
—Es mejor que te des cuenta por ti misma —una media sonrisa aparece en sus labios.
—Tía… no debiste…
Es lo único que logra formular al abrir la caja. Dentro de ella se encuentra reposando un pequeño brazalete de plata con una pequeña bailarina de oro blanco con diamantes colgando de él. En el fondo de la caja se ve algo grabado; el nombre de su madre. Las lágrimas de inmediato comienzan a salir.
—Tal vez sea más nuevo que usado, pero quiero que sientas a tu madre más cerca que nunca en este día, sé que ella te estará acompañando en todo momento. Y además, se lo que significa esa bailarina para ti.
La bailarina de porcelana…
Una madre nunca abandona…
—No tienes idea de lo agradecida que estoy tía —se inclina a darle un fuerte abrazo —, gracias por tanto, te quiero mucho.
—Yo también te quiero —le da un beso en la mejilla —, nos vemos en el templo —dicho esto sale de la habitación.
La rubia se limpia con sumo cuidado las lágrimas para no estropear el maquillaje, después se coloca el brazalete en la muñeca del brazo derecho
—Eli —por la puerta entra Denise que lleva puesto un lindo vestido en tono fucsia. Su cabello lo lleva planchado por completo —, ¿puedo pasar?
— ¿Qué sucede? —la mira con extrañeza. Alcanza a ver que en sus manos lleva unos sobres —, ¿Qué es lo que traes ahí?
—Esto que traigo es para ti —extiende la mano y se las entrega.
— ¿Las escribiste tú? —las toma y las mira con curiosidad. Descubre en una de ellas la letra de Alex.
—No, yo solo soy la portadora —abre la puerta y le regala una sonrisa —. Es James el que las manda —la rubia palidece al escuchar eso —. Nos vemos en la iglesia.
—Pero…
Demasiado tarde, Denise ya desapareció por donde vino. Ella mira con temor las cartas
¿Por qué se las dio?
¿Qué planea James?
Esas y otras preguntas pasan por su cabeza. Bueno, solo hay una forma de averiguarlo.
●●
23 de Marzo del 2011.
James.
Creo que no necesitamos presentación.
Soy el esposo de la chica a la que amas y que dejaste ir. Aquel que no soporta tus escenitas de víctima.
Supe desde el primer instante en que te vi cerca de mi mujer que la amabas, pero también supe que no serias lo suficientemente valiente como para luchar por ella.
Si, leíste bien, te acabo de llamar cobarde.
Y toda esa cobardía la tapabas con quiero alcanzar mis sueños.
Ahora ella es feliz. Yo la hago feliz y ella me hace feliz a mí.