2 de enero del 2018.
— ¡Por Dios Becca! —exclama Evangeline al verla subir a la trajinera con una bolsa que más bien parece una maleta. —, solo vamos a dar un paseo por el lago de Xochimilco. No era necesario traer semejante equipaje contigo.
Para recibir el 2018 todas sus amistades fueron invitadas a pasarlo en la ciudad de México en la casa de Evangeline, Gerardo, Sofía y el pequeño Tadeo. Y después se les ocurrió la gran idea de pasar toda una tarde dando un paseo por los canales de Xochimilco.
—Déjame —replica la otra rubia fingiendo molestia mientras toma asiento en una de las sillas de la trajinera —, al fin y al cabo, la que las está cargando soy yo.
—En teoría cariño —la contradice Ricardo mientras bebe de su cerveza —, es Mateo el que las está cargando —él chico se encoge de hombros al oír la mención de su nombre —. Y tú no dramatices —con una mano apunta a la rubia —, que la que rompió record en cuanto al tamaño del equipaje fue Denise —la morocha se paraliza al ver que es el centro de atención —, esa sí que trajo equipaje para toda una vida.
—Que te valga —es lo único que dice antes de encender su cigarrillo.
—Tu algo escondes —ella pasa saliva con dificultad al ver la mirada atenta de su amigo. No quiere que nadie descubra lo que se trae entre manos.
—Yo digo que alucinas de mas —suelta un bufido para tratar su nerviosismo —. Apenas es tu primera cerveza y ya estás viendo cosas.
— ¿Con quién hablabas esta mañana? —lo mira sin poder desviar la mirada, creía que se encontraba sola cuando hizo la llamada.
—Con nadie que importe.
—Lucias entusiasmada —alza una ceja.
—No estaba hablando con nadie en especial, solo era un proveedor del café, solo eso.
—Tengo muchas dudas sobre esa afirmación, honey.
—Ricardo, metete tus dudas por donde te quepan, ¿quieres?
— ¡Ya llegó por quien lloraban! —exclama Ian al momento de subir a la trajinera. Junto a él va Melissa junto con su pequeña hija, Ruth. Detrás de ellos suben Isabela y su novio Diego —, ¿Quién tiene ganas de emborracharse a lo grande?
—Mientras que no sean mentiras o de verdades a medias, todo bien —masculla Ricardo mirando de reojo a su amiga.
—Jodete —murmura al tiempo en que muestra su dedo corazón.
—Muy bien —interviene Evangeline al ver que esos dos no van a parar por un rato —, estando todos listos, creo que podemos empezar nuestro paseo.
—Mami —Sofía tira de la manga de su vestido con suavidad, de inmediato se agacha para poder escucharla —, ¿ya me puedo emborrachar?
Una estridente carcajada brota de los labios de Ian, mientras que ella voltea a mirar a su esposo con la expresión desencajada. Gerardo se da de bruces contra la mesa al escuchar las palabras de su hija.
Y como la mayoría de las veces, este viaje rompe records en comparación a las otras reuniones.
●●
—Mirando los puntos de interés por internet —comienza a hablar Ricardo después de que a todos se les pase el ataque de risa — y la pena ajena —al verlo bailar la ridícula canción scooby doo papa en medio de la mesa —, sé que estamos cerca de uno de los lugares de mayor interés; la isla de las muñecas.
— ¿Hay leyenda sobre ese lugar? —pregunta Isabela con una mueca en el rostro.
—El lugar es propiedad, bueno, era propiedad de un señor llamado Julián no sé qué —comenta Becca con aire macabro —. El lugar está repleto de muñecas colgando por todo el lugar.
—Ese lugar va a hacer que deteste las muñecas por el resto de mi vida —Isabela tirita al imaginar el lugar.
— ¿Cuál es el origen de la isla? —pregunta Denise con curiosidad.
—Decía que era para proteger el lugar de los malos espíritus.
—Empezó a colgarlas cuando una chica murió ahogada al quedar enredada entre los lirios del canal —empieza a narrar Gerardo mientras distrae con el celular a su hija —. Después de eso, el hombre empezó a presentar conductas extrañas, por lo que empezó a colgar las muñecas que se encontraba en los canales para ahuyentar el alma de la joven.
—Viejo loco —murmura Isabela sintiendo escalofríos por todo el cuerpo.
—El resto de las muñecas fueron regalos que la gente le daba al señor, y después se volvió un lugar turístico.
— ¿No quieres entrar Angie? —le pregunta Ian con una sonrisa burlona en el rostro.
—No, gracias —lo mira con molestia —. Bastante tuve con la muñeca de Mazamitla como para tener que ver a otras cien de esas, o en peor estado.
—Ésta vez no te vamos a asustar —la calma Denise —. Y como no hay bebe de por medio, no va a haber hombre en shock como la otra vez.
—O podemos bajar en la isla de tu tocaya —le dice Becca mientras mira su folleto.
— ¿Cuál isla y cual tocaya? —la mira con confusión.