Un nuevo comienzo

Una madre nunca abandona

Capitulo adicional

La puesta del sol en el horizonte —junto con algunas nubes de tormenta —se comienza apreciar desde la hacienda de los Montero. Sin duda las cosechas van a salir buenas este año. Y de esa manera, van a poder salir todos juntos en vacaciones, que ya les hace falta.

Isabel observa a su hija jugar con los demás niños de los empleados de la hacienda. Su cabello rubio al igual que el de su padre le cae hasta los hombros. Las gallinas huyen de los niños para que no les hagan daño, al igual que los patos y perros.

— ¡Mamá!—Le grita la niña al percatarse de su presencia. De inmediato corre a su encuentro y le extiende sus brazos para darle un fuerte abrazo —. Ven a jugar con nosotros.

—Evangeline —le comienza a decir en un tono cariñoso. Con sus manos le cepilla el cabello —, ya es un poco tarde para jugar —con su mano libre apunta el horizonte —. Mira, el sol ya se está poniendo.

—Solo un juego y ya —hace un puchero a modo de chantaje.

—Ni tú, ni yo —la abraza por un lado —. Hoy en la noche vamos a salir tú padre y yo.

— ¿Salir a dónde? —la niña la mira con temor a su madre. Ellos no acostumbraban salir muy a menudo. Ella sólo los había visto salir en la noche como tres ocasiones solamente. Pero cuando salían, se le ponían los nervios de punta —. ¿Es necesario?

—Muy necesario —añade con una sonrisa —. Se trata de una cena muy importante para tu padre —la rubia la mira confundida —De negocios. Y si todo sale bien —sonríe con emoción —, podremos ir a la playa este año.

— ¿Puedo ir yo?

—No puedes corazón, sólo es para adultos —la niña baja la mirada. Ya tenía nueve años, ya no es más un bebé para que la sigan excluyendo de todas esas cosas.

—Angie —le grita Ricardo, el hijo de los administradores del lugar. A sus diez años su rostro había cambiado mucho. Él es su mejor amigo desde que eran bebés —, ¿Ya no vas a jugar?

—Por hoy los juegos han terminado —responde Isabel por ella —. Mañana será otro día —ambos niños se encogen de hombros con desilusión —. Y además se avecina una tormenta.

—Está bien, mañana nos vemos Angie —se despide antes de dirigirse a su pequeña casita.

—Tengo una sorpresa para ti —le susurra su madre al oído.

— ¿En serio? —Isabel asiente con la cabeza. Le alegra ver a su hija feliz —. ¿Y qué es?

—Primero debes darte una ducha y prepara tu ropa de dormir.

— ¿Eso que tiene que ver con la sorpresa?

—Te la voy a dar cuando ya estés lista para dormir —sonríe un poco —. Antes de salir con tu padre.

La rubia corre lo más rápido que le permiten sus pies hasta llegar a su casa. Ansia ver la sorpresa que le tiene preparada su madre. Se da una ducha placentera, se viste con un bata morada y se recuesta de inmediato en la cama.

●●

Llevan veinte minutos en los cuales no ha dejado de llover. Tal parecía que se fuera a caer el cielo. La rubia abraza su oso de peluche al escuchar un trueno. En eso la puerta de su habitación se abre y por ella entra su madre. Isabel puesto un vestido rojo con un poco de escote. Su largo cabello ondulado lo lleva suelto. Sus labios están pintados de carmín.

—Estás hermosa mamá —la adula la niña con una enorme sonrisa.

—Se agradece el cumplido —le deposita un beso en su mejilla —. Pero también mi belleza la llevas tu —le da un golpecito en la nariz —saca de la manga de su vestido una pequeña cajita —. Y creo que usted y yo tenemos un asunto pendiente —se la entrega.

— ¿Qué es? —pregunta la niña ansiosa.

—Ábrela y verás.

Emocionada ve que en ella se encuentra una hermosa bailarina de porcelana que se encuentra sujeta a una base, adornada con mariposas.

—Está hermosa mami —se inclina para darle un fuerte abrazo —. Muchas gracias, pero. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo?

—La vi en un aparador el otro día. Y de inmediato pensé en ti.

—Mamá —murmura la niña en un tono más serio. El semblante le cambia por completo —. No salgas.

— ¿Y que tu padre vaya solo?

—Entonces que ninguno salga de la casa.

—Hija, ¿Por qué te asustas cada vez que salimos de noche? —eso es algo que siempre ha intrigado a Isabel. Desde niña tiene esa fobia cada que salen de noche —. ¿Alguien te hace daño? —esa es una pregunta que no la deja dormir últimamente. Teme que alguno de los empleados la lastime.

—Nadie me hace daño.

— ¿Y entonces?

—Me da terror que ya no vuelvan —el abandono, así de simple. Ese es el temor de una niña de nueve años.




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