MASSIMO
—¿Cómo de que no vendrás al cumpleaños de Alessandro? —inquiero furioso —. Te avise hace 1 mes para que guardaras espacio Irina. ¡Es el cumpleaños de tu hijo!
—Cariño lo se, lo lamento —se disculpa como siempre. Capto el ajetreo y voces de fondo. Seguramente esta en una de sus campañas de modelaje —. Dile que no pude lograrlo y que será la próxima, los veré para Navidad.
“La próxima” fue hace 3 meses cuando cumplí años, también en nuestro aniversario. Procure ser buen esposo y comprender estas dos anteriores, su trabajo requiere mucho tiempo y debe viajar, pero la gota que colmo el vaso es que se ausente en el cumpleaños de su hijo, otra vez.
—Puedo enviar un avión por ti, sabes que no es problema —procuro buscar una solución.
—No te molestes. Estoy realmente ocupada Massimo y no tengo tiempo para esto —se queja como si fuera nuestra culpa molestarla con algo como esto —. Solo me atrasarías y ya te dije que los veré para las fiestas.
Navidad es en cuatro meses. Tiene tiempo para todos, menos para nosotros que somos su familia. Procuro controlar mi fuerza ya que podría destrozar el aparato en mis manos.
—Massimo debo irme, hablaremos luego —cuelga sin dejarme contestar.
¿En que momento mi matrimonio se convirtió en esto?
Hace 4 años nos casamos, los primeros dos fueron espectaculares, salíamos, viajábamos y compartíamos tiempo juntos. Después de enterarse del embarazo Irina cambio por completo, se rehusó a salir de la casa durante los meses en que su vientre comenzaba a mostrar el embarazo, su indiferencia y falta de cuidados por su parte me sacaban de control.
La conozco desde que empezamos la universidad, o bueno, desde que yo empecé y ella renunció por el modelaje.
—Señor Ranieri, su hijo lo está esperando —anuncia Fátima, nuestra sirviente de mayor confianza y quien me cuido a mi de pequeño en su momento.
—Voy en un momento.
Debo pensar que le diré a Alessandro. Su cumpleaños es un tema que ha comenzado a entusiasmarle y no se como se tomara la ausencia de su madre.
Dejo el teléfono en su lugar y abandono mi estudio para dirigirme a la habitación de Alessandro. Este se encuentra bastante entretenido con sus figuras de coches y motos, no detalla en mi presencia hasta que se voltea.
—¡Papá! —. Deja todo para venir a saludarme.
Desearía poder concederle más tiempo y atención, pero alguien debe dirigir la empresa para conservar el patrimonio de mi familia. Si no fuera por la bola de ineptos que tengo por primos y la inmadurez de mi hermano, tendría más tiempo libre.
—¿Te quedaras conmigo? —pregunta esperanzado —. Me prometiste que estaríamos juntos el fin de semana.
—Surgió una emergencia y debo ir a…
—Debes ir a trabajar —termina decepcionado. Para tener casi 3 años, Alessandro actúa con una seriedad que a veces sorprende y en otras ocasiones me saca de quicio. Este se aleja de mi para seguir con su juego.
—Hoy probaremos una nueva guardería —le digo acercándome a él.
—No quiero ir —responde sin siquiera mirarme —. Me quedare con Fátima.
—Hijo, ya lo hemos discutido. Fátima no puede limpiar y cuidar de ti al mismo tiempo —explico por enésima vez.
Mi teléfono comienza a vibrar con mensajes de Russel, mi asistente. ¡Carajo voy tarde!
—Alessandro no tengo tiempo y debemos irnos en este instante —asevero y me voy en busca de la mochila que contiene complementos básicos para su día.
—¡Que no quiero ir! —arroja enfadado sus juguetes y me reta con la mirada.
La llamada con Irina, su nueva y constante actitud errática, además del hecho de que voy ridículamente tarde me hacen perder la paciencia.
—¡No lo repetiré Alessandro! —anuncio y este finalmente se levanta pero de mala gana. Me arranca la mochila de las manos y con paso pesado sale de la casa ciego con su propia ira.
De todos, tuvo que tener mi carácter.
—Abriré el auto…
Solo escucha el sonido de los pasadores e ingresa sin mi ayuda, claramente azotando la puerta para dejar en claro el disgusto que todo esto le causa.
Cuando ingreso veo por el retrovisor que ya se ha puesto el cinturón, pero lo que más llama mi atención son las lagrimas que se asoman en sus ojos.
—Es por tu bien hijo. Puede que este sea el bueno y hagas un amigo —intento alentarlo, pero solo recibo su rechazo.
Alessandro ha pasado por numerosas guarderías y no tengo la menor idea de como inicia el caos, lo único que conozco es el patrón de sucesos: lo dejo en el sitio, todo parece bien hasta que cuarenta minutos después recibo llamadas de las encargadas exigiendo que regrese para recogerlo.
Por más que me gustaría llevarlo conmigo o dejarlo con Fátima aunque sea una hora, debe adaptarse, pronto empezara a asistir a la escuela y dudo que ellos sean igual de considerados.
—Llegamos —anuncio una vez estaciono frente al edificio. La guardería se encuentra en el primer piso, tiene una fachada atractiva y tengo múltiples referencias de colegas.