Un papá en apuros

Capítulo 3: Una amiga

MASSIMO

El silencio gobierna durante el trayecto hacia la mansión. Podía escucharlo sorber su nariz y no quería voltear para encontrar sus ojos lagrimosos. No lo soportare.

Todo aquel que ha compartido conmigo, ya sean negocios o cualquier otra clase de relación podría asegurar que soy un déspota, controlador y amargado. Sin embargo, como todos las personas tengo un talón de Aquiles, mi hijo.

Cuando me enteré que sería padre la noticia me descoloco un poco, a Irina le afecto mucho más por supuesto. Fue un embarazo complicado, la actitud de ella y los riesgos me mantuvieron en vela, pero cuando sostuve a Alessandro en mis brazos supe que no podía decepcionarlo.

La promesa de una familia me hizo cambiar mi semblante, lamentablemente esto no duro mucho cuando una oferta irrechazable de trabajo se le presento a Irina, además del fallecimiento de mi padre, tuve que adoptar nuevas responsabilidades y ahora debo realizar reuniones incluso para reunirme con ella.

—Hemos llegado—aviso cuando estaciono el auto fuera de casa, pero Alessandro se adelanta y se baja del auto sin mi ayuda—. Hijo debemos hablar.

Sube las escaleras rápido y me apresuro a ir detrás de él dejando plantada a Fátima en el salón de entrada.

—No quiero hablar ahora —dice cuando ingreso a su habitación.

—¡Alessandro! —respiro profundo para controlarme—. Hijo lo que has hecho hoy es peligroso. Lo que le hiciste a esos niños…

—¡No soy un monstruo! ¡No lo soy! —exclama interrumpiéndome. Se deshace en lágrimas y cualquier resistencia de mi parte se esfuma.

Voy a su encuentro y al principio me rechaza, pero al final cede.

—Papá ¿Crees que soy un monstruo y es por eso que mamá no me visita?

¡Mil carajos! De existir una enciclopedia para ser padre y saber que hacer en estos momentos compraría todos los malditos tomos de inmediato.

—No hijo. No eres un monstruo —lo conforto—. Pero debes reconocer que lo que hiciste el día de hoy está mal.

Soy consciente de los correos que me esperan de parte de mis abogados.

—¿Por qué lo hiciste? —le pregunto ya que todavía no comprendo sus motivos cada vez que suceden estos berrinches, aunque hoy se excedió—. ¿Los demás niños no fueron agradables? ¿Te trataron mal las personas de la guardería?

—No querían jugar conmigo —responde desviando la mirada—. Quería regresar a casa.

La misma historia de siempre. No sé qué más hacer con esta situación. He agotado la lista de guarderías, no cuento con el tiempo suficiente para estar con él todo el día y una niñera es una idea con la que no termino de sentirme cómodo. Quiero que se acople al exterior, no puede estar aquí encerrado siempre.

—Hijo, sabes que debes aprender a hacer amigos —le recuerdo buscando su mirada.

—Yo quería regresar a casa, pero luego no —dice jugando con sus dedos.

—¿De qué hablas?

—Hice una amiga, es grande —revela y me sorprendo. De cierta forma también me asusta así que no escatimo al momento de indagar.

—¿Ah sí? ¿Cómo se llama? ¿Qué te dijo para que cambiaras de opinión?

—No recuerdo su nombre, era bonita —dice —. También ella quería jugar conmigo, pero las señoras malas entraron y me dijeron cosas feas.

¿Qué señoras? Mis abogados los hundirán a todos.

—¿Es enserio? —pregunto intrigado por esta nueva amiga.

—Si. Luego tu apareciste y peleaste con ella —hace un puchero y su rostro se llena de angustia—. Ya no querrá jugar conmigo —su voz tiembla como si quisiera llorar.

—Ella querrá hacerlo —aseguro para no verlo llorar más—. ¿Te gustaría que ella viniera a jugar contigo?

—Creo, creo que si —dice hipando.

—En ese caso la llamare —. Alessandro vuelve a sus juegos y yo me sumerjo en un mar de llamadas para encontrar a esa mujer.

No concibo el lío en el que me acabo de meter y tampoco termino de creer que mi hijo haya asociado la palabra amiga con alguien más fuera de esta casa. Decido hacer uso de mi mejor recurso y decido llamar a mi mejor amigo y mano derecha, Pietro.

—Los documentos se los envíe a Russel, los estados de cuenta los tiene finanzas y salgo mañana temprano así que déjame descansar ¡tirano! —responde al segundo timbre.

—No te llamaba por eso, pero agradezco la actualización.

—¿Qué es lo que quieres entonces? —inquiere con voz cansada.

—Necesito que investigues a alguien y me consigas su contacto para mañana —explico y sirvo agua para tomar mis pastillas para dormir.

—Tengo una agenda apretada la próxima semana, no tengo tiempo para cargar con tus cadáveres —bromea —. Pero veré que puedo hacer.

—Es una mujer.

—Eso debiste decirle desde un principio —su tono se vuelve juguetón y ruedo los ojos ya que se hacia dónde va—. Amigo, sabes que yo te apoyo en todo, pero ya era hora de que te dieras una nueva oportunidad. ¿Ya hablaste con los abogados del divorcio?




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