MASSIMO
Su paso es silencioso y torpe. Me abstengo de rodar los ojos. Ella puede ser la solución a todos mis líos con Alessandro. Procuro ser un padre presente, pero estando solo en teoría y con el puesto que tengo es muy difícil.
Mi mente se desvía a la conversación que tuve con Pietro hace unas horas. Numerosas veces me ha insistido sobre el asunto de fijarme en alguien más, seguir adelante y brindarle una verdadera figura a Alessandro.
Me despojo de cualquier idea descabellada. Producto de ese absurdo reflejo masculino no puedo evitar repasar a la mujer que camina frente a mí.
Inclusive de estar soltero, Nicoletta no se acerca para nada a mi tipo de mujer. Apenas me llega al pecho, se encuentra bien proporcionada, pero nada que llame demasiado la atención y su cabello lo mantiene atado. De espaldas es muy fácil dejarla pasar, pero cuando sus ojos cafés me ven expectantes y asustadizos, como una presa ante un depredador, es cuando algo se remueve en mi interior. Algo para lo que no tengo espacio.
—Entre —ordeno cuando llegamos al estudio —. Tome asiento, le haré una serie de preguntas y espero que responda con total honestidad.
—Señor Ranieri, usted me pide todo eso sin haberme explicado 0debidamente ¿Por qué me quiere aquí? —pregunta ofuscada.
—Usted y yo tenemos un pendiente, es decir, usted me debe a mí —aclaro para que comprenda cuál es su lugar de una vez.
—Le he dicho que no tengo dinero y mi cuerpo no entra a discusión —expresa y el hecho de que lo mencione me hace pensar en la posibilidad de que le hayan hecho tratos así anteriormente.
—Ni uno ni lo otro y no quiero ni pensar quien le pediría semejante cosa. Solo tiene que ver…
Ella capta lo que planeaba decir y es dolor lo que veo en sus ojos antes de que agache la cabeza.
—En una jaula de cristal muy difícilmente se entera de lo que sucede afuera —susurra para sí misma, pero alcanzo a escucharlo.
—Si dirá algo hágalo directamente, puede que haya trabajado en una guardería, pero no somos niños —indico cansado. Increíble que me someta a esta tontería, no obstante, los hijos requieren sacrificios.
—Solo quisiera que fuera más explícito respecto a mi presencia aquí el día de hoy. Alessandro es un buen niño, pero hoy falte a mi otro empleo de medio tiempo.
—De presentar excusas no se preocupe, si responde lo que necesito mañana renuncia a sus otros trabajos —agilizo las cosas.
—¿Qué?
—Debido a ese supuesto accidente como le llama, señorita Nicoletta Palazzi usted tiene una deuda muy importante conmigo —busco en los documentos que traje de la empresa el contrato que hice redactar. Me levanto y ella se remueve tensa cuando invado su espacio—. Tiene dos opciones, una pelea conmigo en los tribunales o trabajar para mí.
Me niego a que sepa que de cierta forma dependo de ella.
—Será la niñera de Alessandro, empezará a las 7 a.m. y culminará cuando llegue la hora de acostarlo. De eso me encargo yo.
—Eso es una jornada entera.
—Así es, además de otras obligaciones y beneficios —le comparto una copia del documento y sus ojos se mueven frenéticos sobre este.
Bastante tiempo en el mundo de los negocios me han llevado a detectar minúsculos gestos y en el caso de la señorita Nicoletta no se avergüenza de mostrar una mueca que luego cubre con su mano cuando llega al sitio donde se ubica su paga.
Será suficiente para mantenerla atada lo que necesite y para solucionar sus problemas.
—Señor… se supone que yo le debo —titubea—. Esto es demasiado, es demasiado para ser una niñera.
—Le dije, tendrá otras obligaciones. Quiero que avance con los estudios de Alessandro y el problema de socializar.
—Problema le llama usted —. Nuestras vibrantes miradas se encuentran en un breve instante y ella vuelve a enfocarse en el documento.
—Aceptara o prefiere que le pase la copia de la documentación para la demanda —comienzo a desesperarme.
—¡No! —exclama—. Yo… yo…
—Si pasa le entregare el contrato original. Hoy lea eso—. Regreso a mi puesto detrás del escritorio—. Ya que he sido claro asumo que no tendremos más inconvenientes con las preguntas que la haré.
Se le acabaron las esquivas. Esa cantidad de dinero le hará hablar.
—¿Por qué hace falta información en su hoja de vida?
—¿Cómo la obtuvo? —inquiere y por primera vez la veo fruncir el entrecejo. Un gesto que me cautiva por unos segundos.
—Procure responder únicamente a lo que yo digo. Usted no me da ordenes a mí —aclaro y no se qué mosquito le pico que esboza una sonrisa —. Ahora dígame que pasa con esos espacios. Para mi usted todavía es una desconocida con experiencia que se encargara de mi hijo.
—¿Qué quiere saber? —musita jugando con sus dedos.
—Lo de sus familiares está claro ahora, tengo entendido que tiene un tutor legal, su abuela.
—Si señor —responde y percibo que se siente acorralada. Sin embargo, debo hacer esto por el bien de Alessandro.