Un papá en apuros

Capítulo 8: Bipolar

NICOLETTA

Las voces del televisor se ven silenciadas por los pensamientos y dudas que surgen cuando leo la copia del documento que Massimo me entregó.

1.1.2 El infante Alessandro Ranieri debe encontrarse acompañado en todo momento en ausencia del señor Massimo Ranieri…

1.2.3 Esta completamente prohibido la entrada de personas extrañas o ajenas al señor Massimo Ranieri…

No se tendrá que preocupar por esa regla, de morir mañana solo 5 personas asistirían a mi funeral y dos de ellas seguramente formarían parte del personal de la funeraria.

Todo me parece bien, la mayoría son tareas que podré ejecutar si consigo que Alessandro coopere, y que por mi bien, así será. Continuo leyendo y a punto de finalizar aquel documento me detengo descolocada en dos reglas bastante curiosas.

10.1 La señorita Nicoletta Palazzi únicamente debe responder a las solicitudes de Alessandro Ranieri y Massimo Ranieri. Cualquier otro familiar del clan Ranieri no tiene poder de orden bajo su persona.

10.2 Tiene terminantemente prohibido mantener relaciones sentimentales durante su trabajo. Con excepción de los familiares de la señorita Nicoletta Palazzi, esta debe mantenerse dispuesta para el señor Ranieri.

¿Qué? ¿Cuál de los dos Ranieri? ¿Por qué es relevante mi situación sentimental aquí?

En medio de mis dudas escucho a la abuela toser con debilidad. Ha perdido la fuerzo incluso para ello. Le paso un vaso con agua y reflexiono sobre la mejor decisión.

—¿Cómo te sientes? —pregunto cuando consigue estabilizarse.

—Mi Niki, solo es una tos. No debes preocuparte —dice con una falsa seguridad. Es una mentira a gritos. No esta bien y lo sabe.

—Mañana vendrá el doctor. Hablé con él y hay una alternativa que podría mejorar tu estado.

—Niki cariño, te explotas hasta niveles inimaginables con tus empleos y has sacrificado tanto. Esto no es lo que yo quería para ti —toma mi mano entre las suyas y estas se encuentran heladas. Extraño su calor y seguramente ella igual. Mis ojos se humedecen al verla abatida sin abandonar ese optimismo que siempre le caracterizo—. Estaré bien, seguiré con la quimioterapia. No te fatigues que te podrías enfermar tú también.

Asiento y trago el nudo en mi garganta. Le doy un beso en la frente y dejo a un lado todos mis pensamientos para disfrutar de este tiempo con ella. Vemos la televisión y vuelvo a quedarme dormida en su regazo.

A la mañana siguiente me despierto antes que ella y realizo mi aseo en silencio. Estoy recogiendo mis cosas cuando ella despierta.

—Me voy, te veré en la noche —aviso.

Salgo del hospital y justo antes de llegar a la parada de autobús mi teléfono suena.

—Señorita Palazzi, soy Lorenzo ¿Dónde se encuentra para recogerla?

Ayer le di una dirección falsa al conductor de Massimo. No puede saber que me quedo en el hospital.

—Hola Lorenzo, yo estoy en la estación de autobús, es la costumbre. No quiero atrasarte asi que me iré en…

—Quiero la dirección exacta de tu ubicación Nicoletta—me interrumpe una voz que me hace detener en seco.

—Massi… señor Ranieri

—Tienes 2 minutos para enviarme tu ubicación o daré por sentado que no quieres este trabajo —cuelga.

Mediante un aparato y aun con varias calles de distancia, Massimo es capaz de intimidar y acelerar mi pulso.

Debo soportarlo, no importa el tiempo que requiera, haré lo que sea para evitar que la abuela empeore. Envío la ubicación por mensaje y en cuestión de minutos un brillante auto color negro se estaciona frente a mí.

Baja el vidrio lo suficiente para que pueda verlo. Sin palabra de por medio comprendo lo que debo hacer e ingreso.

—¿Qué hacía aquí? —pregunta y parece que intenta contener su rabia. Este hombre de verdad parece que se levanta con el pie izquierdo todos los días.

—Me dirigía a su casa —explico confundida por su actitud.

Un extenso silencio se establece entre ambos. Sin que lo note le dedico una que otra mirada y es que Massimo es un hombre apuesto sin dudarlo.  Una mandíbula definida, nariz masculina, labios carnosos y la intensidad de su mirada lo podrían hacer pasar por un modelo de revista. Lastimosamente tiene el carácter digno de un mafioso. Jamás me habían sobornado o amenazado en mi vida, aunque sea un trato que es aparentemente beneficioso para mi.

En medio de mis ridículos pensamientos, perdí el rumbo del auto y me remuevo agitada cuando Lorenzo detiene el auto frente a un edificio gigantesco. El chofer se baja dejándonos a ambos en ese espacio que se iba haciendo cada vez más chico para mí.

Massimo se aclara la garganta antes de hablar.

—Lorenzo te siguió ayer después de dejarte—lanza la primera piedra que me pone a en alerta —. No has firmado el contrato y ya me has mentido Nicoletta.

Asustada por las consecuencias mantengo mi vista fija en el suelo hasta que unos largos y finos dedos se fijan con suavidad a mandíbula obligándome a verlo.




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