NICOLETTA
—¿Has dormido mejor hoy? —le pregunto a Alessandro mientras llenamos un libro de aprendizaje.
—Si —asiente mostrándome la dentadura de leche —. Tu ahuyentas los monstruos.
Mi corazón se rompió en mil pedazos cuando la primera noche aquí descubrí las secuelas de la clase de vida que lleva Alessandro. Me la pase semanas pensando que Massimo era un canalla irresponsable, sin embargo, ayer descubrí que era esas malditas pastillas que lo privaban de conocer la realidad, su realidad.
—Nicoletta ojala tú nunca te vayas —dice apoyando su cabeza en mi brazo.
Que responder a esto. Es pequeño y el ciclo de la vida es algo ajeno a su realidad. Sucederá algún día, solo espero que no sea pronto. Comprendo lo que es tener que crecer antes de tiempo, vivir aislada y no gozar de amistades. Pese a que es un niño Alessandro se ha convertido en la distracción y brillo que hacía mucho tiempo no presenciaba, no desde que la abuela enfermo.
Algo debo admitir y es que además de la buena compañía de Alessandro, la paga me ha quitado ciertas cargas con mi abuela y el hospital. Este fin de semana le realizaran su cirugía y si o si debo estar ahí.
—Hay algo de lo que debemos hablar Alessandro —llamo su atención.
—¿Qué? —dice continuando con sus deberes.
—Puede que este fin de semana no me veas por aquí.
Inmediatamente su crayola se detiene y el se queda quieto cual estatua. Lo que sigue a continuación me hace entrar en pánico ya que Massimo esta en la casa.
—Quiero ir contigo —solloza y busca mis brazos como si de esta forma no hubiera fuerza en el mundo que pudiera despegarnos —. No me dejes.
—No lo haré, solo serán unos días. Mi abuela esta enferma y debo estar con ella —le explico.
—¿Puedo ir contigo? —insiste —. Prometo que me portare bien.
—No creo que un hospital sea un lugar adecuado para ti —añado.
Permanece reflexivo por un momento. Me asusta lo que pueda tramar esa cabeza, con Massimo me hago una idea de sus reacciones, al contrario, Alessandro puede ser impredecible.
—Termina de escribir las letras —motivo para que piense en otra cosa.
Extrañamente Alessandro extiende el silencio hasta terminar. Nos dedicamos a ordenar juntos.
—¿Papá sabe que te iras? —pregunta dejando sus juguetes en una cesta.
—Todavía no, debo hablar con él — callo y mis ojos se abren como platos cuando escucho la puerta golpear la pared. Alessandro la ha abierto de un tirón y ha salido corriendo.
Me doy cuenta que comparte demasiadas manías con Massimo.
—¡Papá! —grita por toda la casa riendo. Sabe que le estoy persiguiendo y no le importa.
—¡Alessandro ven aquí, tu padre esta enfermo y debe descansar!
Esto no lo detiene y cuando llegamos abajo ralentizo el paso ante la severa mirada de Fátima. Sigue gritando su nombre y empiezo a creer que Massimo desobedeció las ordenes de su doctor y se fue trabajar.
—¡Papá escúchame! —exclama Alessandro cuando llega al invernadero—. Tengo algo importante que decirte.
—Señor Ranieri…
—¿Quién hizo todo esto en mi invernadero? —inquiere señalando las plantas y flores que he cuidado las ultimas semanas desde mi llegada. Aprovechaba las siestas de Alessandro para bajar aquí y devolverle la vida a este lugar.
—Yo lo hice —revelo—. Fue en mi tiempo libre. Solo quería arreglar un poco.
Siento su mirada intensa y por un breve segundo veo el azul cielo en sus ojos. Tan deslumbrante.
—¡Papá, Nicoletta se quiere ir! —exclama Alessandro desesperado.
—¡¿Qué?! —exclama Massimo para mi sorpresa—. ¡No puedes! ¿A dónde iras? ¿Qué sucede con tu abuela? —pregunta normalizando su tono con las ultimas preguntas.
—Yo no me voy todavía. Le estaba comentando a Alessandro que mi abuela tendrá su cirugía este fin de semana y debo estar con ella —aclaro.
—¡Ves! Se ira, papá haz algo —dice Alessandro en un adorable puchero.
—Es dentro de dos días Nicoletta, no me notificaste nada —responde y se agacha para cargar a su hijo. Es increíble como resaltan las similitudes entre los dos cuando están uno alado del otro.
—Planeaba hacerlo, pero usted recayó y creí que no era el momento adecuado —digo—. Esta en mi contrato, tengo derecho a seis días de vacaciones y los utilizare.
—Lo sé Nicoletta y tomaras los necesarios —dictamina.
—Papá no quiero que se vaya —los ojos de Alessandro comienzan a humedecerse y por instinto me acerco.
—Solo serán dos días —recalco limpiando sus lágrimas con la manga de mi suéter—. Estaré aquí de nuevo el lunes.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo —. Compartimos una sonrisa y extiende sus brazos hacia mí —. Deja descansar a tu papá, se acerca la hora del almuerzo y Fátima nos regañara si no estamos ahí.