NICOLETTA
—Despierta Nicoletta —canturrean suavemente en mi oído —. Abre los ojos —siento sus pequeños dedos posarse en mis parpados.
Retengo la carcajada que amenaza salir de mi garganta. Espero el momento indicado y salto dándole un susto que lo hace reír.
—¿Qué haces en mi habitación tan temprano? —inquiero y el se acerca gateando hasta mi.
—¡Hoy es mi sábado! —salta con una brillante sonrisa en su rostro —. Papá prometió que saldríamos.
La segunda cirugía de la abuela fue un éxito, Massimo permaneció junto a mi todo el tiempo, gesto que agradezco, sin embargo todavía me ponía nerviosa su cercanía, mucho más ahora después de escuchar que se divorciaría.
El ajetreo de los últimos días me ha mantenido con la cabeza ocupada y agotada. Massimo utilizó como excusa el descanso que le impuso el doctor para sacarnos de la casa y divagarnos un poco. Lo organizó ayer y los constantes recuerdos del pequeño pelinegro me mantuvieron ilusionada con este día.
Alessandro corre hasta su habitación y lo sigo en caso de un accidente, varios días en el parque y tardes de juegos me han demostrado que es propenso a ellos.
—Papi, ya he despertado a Nicoletta ¡vámonos! —dice mientras golpetea el brazo de su padre quien se encuentra descansando en el sofá.
No debe estarla pasando bien. Yo quepo perfectamente, sin embargo es cuestión de tiempo para que Massimo arruine ese sofá. Es demasiado grande.
—¡Vaya! Has madrugado —contesta somnoliento.
—Tu padre debe estar cansado, bajemos a desayunar primero en lo que él se termina de despertar —susurro y Alessandro asiente.
—Nicoletta no te había visto —se incorpora como un resorte. Se le nota el cansancio en la cara.
—Massimo ve a tu habitación y duerme un poco. Todo esta bien, yo me encargare de Alessandro —propongo y otra vez me dedica esa mirada de aprecio y ternura que me ha mantenido en vela estas últimas noches.
—Solo veinte minutos —dice y le regala un beso a Alessandro en la mejilla. Lo que no esperaba era que dejara el suave roce de sus labios en mi frente, ese simple gesto inesperado me deja sin aliento. No encuentro palabras y el aprovecha para irse.
Con Alessandro distraído y en mis brazos bajamos para degustar el desayuno. Su actitud no ha cambiado, sin embargo sigue cumpliendo con su deber.
No deja de dedicarme miradas llena de desdén, ahora con mucha más frecuencia que otras veces.
—¿Sucede algo Fátima? —pregunto cansada de sus murmullos.
—¿Ahora alzas la voz? —se escandaliza sin razón —. Unos cuantos días y ya te crees la señora de esta casa. Vete olvidando de darle calor al señor Ranieri.
Alessandro la observa extrañado puesto que no comprende la conversación. Ella parece considerarlo y se traga la dosis de veneno que pretendía escupir.
—Es cuestión de tiempo para que llegue el orden a esta casa —farfulla antes de marcharse.
—Nunca entiendo nada de lo que dice —comenta Alessandro y luego se lleva la cuchara con fruta a la boca.
—Ni yo —refuto.
La intensidad de su arrebato el día de hoy me desconcierta. No pretendo acusarla ya que ella sola se hace sus ideas. Debo ser clara con Massimo, tengo sentimientos hacia él que ya no puedo ocultar, sin embargo me niego a iniciar algo mientras el siga unido a la madre de Alessandro.
Tengo temores y los reservo para esconderlos en lo mas oculto del subconsciente.
—¡Papi! —aparece Massimo ya vestido. Me ofrezco para servirle, pero el se apresura y me regresa a mi lugar —. Siéntate aquí —. Le indica el asiento a su mano derecha.
El resto del desayuno nos la pasamos platicando, Alessandro lleva la palabra la mayor parte del tiempo, Massimo y yo contestamos. Mi interior se estremece cada que nuestras miradas se encuentran y él busca hacerme reír con bromas que jamás pensé sería capa de decir.
—¡¿Dónde esta mi sobrino favorito?! —exclama Simon entrando a la habitación. Alessandro corre para recibirlo en un abrazo. Es como si aprovechara la calidez que le rodea, no se niega a la atención de nadie.
—Buenos días Nicoletta —saluda amable con un asentimiento de cabeza y procede a darle unas palmadas en la espalda a Massimo —. Pietro te envía las documentos listos, los dejé en la oficina.
—Gracias.
La nueva complicidad entre los hermanos Ranieri me deja perpleja. Simon ha dejado la coquetería y sus comentarios sarcásticos, las cenas son más tranquilas e incluso agradables. Desde que Massimo y yo tuvimos aquella pelea no han vuelto a tener conflicto alguno.
—Vayan arriba a prepararse, tengo el día planeado —avisa Massimo.
—¿A dónde iremos papi? —. Simon simula una voz infantil lo cual le causa gracia a Alessandro.
—Tú vete a trabajar que Pietro te esta esperando —sentencia Massimo y este se marcha con el andar de un soldado con el fin de entretener a su sobrino.
Massimo se encarga de preparar a Alessandro y yo doy vueltas como demente en mi habitación. He vivido toda mi vida usando prendas básicas, nada llamativas y conseguidas en ofertas, ahora mismo me maldigo por no haber aprovechado y conseguir algo lindo, aunque sea de segunda mano.