Nicoletta
—¿Crees que le guste?
—En definitiva, se volverá loco —admito e inspecciono una vez más el modelo frente a mí.
—Si, también espero que sea de agrado a mi espalda —comenta y mi vista viaja a las ligeras ojeras debajo de sus ojos.
Massimo me pidió ayuda para seleccionar el regalo de cumpleaños de Alessandro, mejor dicho, uno de los tantos regalos. El principal es una cama con temática de coche de correrás, solo que esta tendrá un mayor tamaño.
—¿Qué planeas hacer con la situación de las noches?
—Es pequeño todavía y soportó un tiempo solo —resalta con pesadez, todavía siente vergüenza, aunque no haya sido su culpa por completo.
—Pero no puedes acompañarlo para siempre —añado y este sostiene mi mano. Estamos en la privacidad de su oficina por lo que no hay problema.
—Me he estado informando y estoy considerando buscar ayuda profesional —revela.
—Es la mejor decisión, con intentarlo ya haces bastante.
—Gracias por acompañarme —dice y deja un fugaz beso en la punta de mi nariz.
Hace unos días establecimos un vínculo que todavía no puedo definir. Desde entonces Massimo busca excusas para tenerme a su lado, justo como ahora que su hijo está tomando la siesta. No me quiero acostumbrar demasiado rápido ya que el tema del divorcio sigue en el aire y en lo personal, me da vergüenza insistir. Le doy un voto de confianza y dejaré que todo fluya.
—¿Qué hacen? —pregunta una somnolienta voz. Le cuesta sostener la puerta así que voy por él.
—Estaba organizando la exposición anual de coches —miente Massimo para que no sospeche.
Esta semana es su cumpleaños y Massimo ha estado ocupado organizando una pequeña fiesta antes de retomar sus labores en la empresa.
—¿Puedo ir este año papá? —pregunta al mismo tiempo que se frota un ojo.
—Es hasta tarde hijo y te cansaras. Te puedo llevar temprano para que seas el primero en verla.
—¿De verdad? —pregunta y su padre asiente—. ¿Entonces tú con quien irás?
—Eso es algo que todavía debo resolver —dice y fija su mirada sobre mí.
Me da cierto pánico pensar que Massimo quiera llevarme. Estar rodeada de toda esa gente de sociedad no hace más que producirme nervios. Por momentos olvido que venimos de entornos diferentes.
Los días con ambos en la casa son llevaderos y agradables. Entre los dos trabajamos en el invernadero y cuidamos a Alessandro. Algunas veces Massimo se dedica a su computador y lo comprendo.
Esa tarde decido llamar a la abuela para ver que tal sigue. Aunque deseo ir a verla, este trabajo es el que me ha permitido saldar todas nuestras preocupaciones.
—Extraño ver nuestras novelas en la noche —declaro después de que me haya contado la trama de su nuevo programa.
—Pronto estaremos juntas de nuevo cariño —asegura —. El doctor me ha dado noticias y si todo va bien me darán el alta en unas semanas.
Aquella noticia me llena de euforia y no puedo evitar soltar algunas lágrimas. Pensé que jamás escucharía esas palabras, hubo un momento que mi mente traicionera me dijo que solo había una forma de que ella saliera del hospital y en esta yo volvía a estar sola y a merced de la vida.
—Estaré ahí, te lo prometo —sollozo.
—Sino vienes con tu jefe no vengas—sugiere con picardía.
Me quedo perpleja y es que todavía no le comentaba sobre mi acercamiento con Massimo.
—¿Qué dices?
—Niki te conozco más que a mí misma ¿tú crees que no me percate de como ese hombre está loco por ti? Y eso que solo sé una parte de lo que dijeron las enfermeras.
—Es algo complicado abuela, él tiene un trabajo importante, un hijo… —muerdo mi lengua.
Todavía sigue casado.
—Niki ya hemos sufrido lo que teníamos, la vida nos está dando una segunda oportunidad. No la desperdicies cariño, no quiero que te quedes sola cuando yo no este.
Aquellas palabras me rompen el corazón y es que no tolero la idea de su ausencia.
—No estaré sola, siempre te llevare conmigo abuela.
Minutos después termino la llamada. Realmente esta noticia cambia mi día y lo único que quiero hacer es tomar el consejo de la abuela y ser feliz.
Los siguientes días pasan y llega el día esperado. Será una celebración pequeña y privada.
Esa mañana siento como alguien se escabulle en mi habitación y esta vez no pienso dejarlo pasar. Simulo estar dormida y salto para asustarlo, cuando me doy cuenta de la identidad del intruso ahogo una risa.
—¿Qué haces aquí?
—Venía a buscarte para sorprender a Alessandro —revela.
Llevo un pijama corto y una blusa de tirantes, podría considerarse modesto, sin embargo, la mirada que me dedica Massimo me indica que lo mejor es colocarme la bata de dormir.