Un papá en apuros

Capítulo 18: Disculpa

NICOLETTA

—Otro día —murmure con desgana cuando sonó mi alarma.

Me encontraba en un estado de letargo. Me preguntaba a mi misma que hacía aquí y cuanto tiempo sería capaz de aguantar. Había pasado más de una semana desde la llegada de la señora Ranieri regresó a su casa. Días en los cuales he vivido atormentada por el recuerdo de una mentira.

Evito inclinarme hacia ese lugar ya que esta clase de pensamientos únicamente empeoran mi estado y debo estar concentrada cuando cuido de Alessandro.

—¡Oh! Ya despertaste —entra Fátima sin tocar, menos mal ya estaba vestida—. La señora debe irse a sus clases de pilates y debes hacerte cargo de Alessandro.

—Voy enseguida —respondo impasible.

—Ahora que el señor se ha olvidado de ti ya no tienes mucho que decir ¿no es así? —dice con sorna.

Fátima últimamente se ha dedicado a recordarme lo tonta que fui al pensar, por un solo segundo, que Massimo Ranieri sería capaz de sentir algo por una persona como yo.

—Te preocupas demasiado por mi Fátima —respondo atando mi cabello —. Cualquiera pensaría que somos mejores amigas.

—Niña tonta —murmura—. Apresúrate que la señora llegara tarde por tu culpa —dice antes de retirarse.

Salgo de mi habitación y me encamino hacia la de Alessandro en completo silencio.

Llevo días evitándolo y él a mi. Es un canalla y desde el día que lo confronte, supe que no sería capaz de volver a verme la cara. Lo odio, pero algo dentro de mí impide que me entregue a este sentimiento por completo.

—Buenos días —saludo mostrando mi mejor cara a Alessandro.

Simon está sentado a la orilla de la cama con la mirada perdida al vacío. Para empeorar la situación, Massimo ha dejado a Simon como vigilante nocturno de Alessandro, lo cual, con honestidad me fastidia no solo porque se la pasa con esa mujer, sino porque esta retrocediendo.

—¿Fue una mala noche? —inquiero mientras arreglo algunos juguetes desperdigados por la habitación.

—Estoy pensando muy bien si realmente quiero hijos —revela serio—. Alessandro es un regalo, pero esos dos debieron haber pensado mejor la paternidad considerando los roles que ejercen ahora.

El de un padre obsesionado con el trabajo que aparece de vez en cuando y una madre que no mira más allá de sus intereses. Por lo menos había alguien en esta casa con sentido común.

—¿Nunca te habías quedado con él? —pregunto.

—Sabía que pasaba, pero hasta hace poco lo presencie —confiesa y recuerdo el llanto, sus suplicas porque no le dejara solo—. Espero que no sufra mucho.

Alessandro sigue disfrutando de su sueño y me alegro que sea capaz de reponerse sin mayores preocupaciones. Siento algo de envidia.

—Debo irme a trabajar —avisa y se despereza extendiendo los brazos —. Te lo dejo.

—Gracias por acompañarlo Simon, significa mucho para él y para mí.

Simon me dedica una sonrisa jovial y se lleva sus pertenencias antes de salir.

Sigo mi rutina de los últimos días. Arreglo la habitación y despierto a Alessandro cuando corroboro que todos se han marchado. 

—¿Dónde están mamá y papá? —pregunta somnoliento.

—Tú padre se fue a trabajar y tu mamá salió —respondo lo mismo que todos los días.

—Creí que jugaríamos hoy —dice cabizbajo y se sorprendería al saber que no es la única alma decepcionada en esta habitación.

—Puede que regresen temprano en la noche —lo tranquilizo.

La habitación de Alessandro se ha convertido en mi refugio estos últimos días. Sigo mi itinerario como lo hacía en un principio y centro mi atención en el pequeño pelinegro.

Llega la hora de la cena y bajo con Alessandro. Para mi desgracia Irina ha regresado y se encuentra cuchicheando con Fátima en la cocina. Al verme entrar me dedican sus peores miradas, las cuales yo ignoro.

—Comete todos los alimentos —le recuerdo a Alessandro y busco mi plato de comida para irme al apartado detrás de la cocina.

Así es. Por orden de Irina y ante la falta de interés de Massimo por saber que es lo que sucede en su casa, ya no comparto la mesa con ellos. La niñera no esta dentro de los invitados a la hora de comer.

Aprovecho que Fátima esta ocupada y término de comer. Justo cuando aparece me levanto y voy a la cocina para lavar mis platos.

—Papi me regalo juguetes nuevos por mi cumpleaños ¿quieres verlos? —escucho decir a Alessandro. Me detengo y escondo detrás de una pared lateral.

—No tengo tiempo, enséñaselos a tu niñera —responde la mujer indiferente a las silenciosas suplicas de atención de su hijo.

—¿Podremos jugar luego? —insiste buscando una positiva de su madre.

—Ahora no ¿Qué no vez que estoy ocupada? —. Me asomo y la veo ojeando una revista de moda —. Sabía que me miraba gorda en esta foto.

Salgo de mi escondite y lavo mis utensilios junto a los de Alessandro. Evito cruzar mirada o palabra con esa mujer, no porque le tenga miedo, sino porque todavía tengo responsabilidades y debo responder por mi abuela.




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