La llegada de Irina representó un caos sin retorno en mi vida. Llevaba semanas refugiado en el trabajo, fue de las pocas soluciones hábiles que me llegaron a la cabeza después de la plática que tuvimos cuando llegó a la casa.
Mi oficina es un caos, tengo a Pietro y Simon trabajando sin descanso en uno de los salones de reunión después de la hora de salida. Russel no está enterado de lo que sucede y es mejor así. Quien sabe cuantos involucrados hay.
Yo me ocupo de la exposición anual de autos, sin embargo, mi mente no consigue alejarse de la agonía que me produce dejar a Nicoletta en la casa. Mi mayor temor es que ella haya olvidado todo por mi cobardía, solo espero que cuando todo esto se termine ella comprenda que no podía hacerlo. Mi hijo no se lo merece.
—Tengo dos testigos y justo ahora me voy para hablar con ellos —entra Pietro para tomar su abrigo y maletín.
—¿De qué departamento son? —pregunto ya que debo conocer el origen de esas ratas. Tendré que hacer investigaciones y una limpieza profunda en la empresa después de esto.
—Uno es de mi departamento y el otro de finanzas
Pietro se muestra avergonzado, ya que tuvimos que haber previsto todo esto cuando decidimos afiliarnos a la pequeña marca de Irina.
Quien diría que mi propia mujer, que aun solo por estar casada conmigo tiene el mundo a sus pies, sería capaz de robarme. Todo este tiempo con Nicoletta me ha hecho reflexionar sobre la clase de mujer que estuvo junto a mí todo este tiempo y el tipo de mujer que ahora quiero que me acompañe en lo que me queda de vida.
—Amigo te ves mal, deberías descansar un poco —sugiere Pietro—. Sé que está mal, pero si ocupas las pastillas…
—No volveré a eso —intervengo—. Solo es cansancio, estaré bien.
—¿Has hablado con ella? —pregunta—. ¿Nicoletta sabe algo de esto?
Como se lo quise decir ese día cuando me pregunto, todavía tengo su expresión de decepción grabada en mi cabeza. Para empeorar Irina apareció en el momento ideal para recordarme que no me conviene abrir mi boca.
—Si hablo me quitará a Alessandro —le recuerdo.
Detesto estar atado, si estuviera solo hace mucho tiempo habría solucionado esto, pero no lo estoy y mi hijo no debe pagar las consecuencias de mis errores. Las malditas pruebas de adulterio y cara de ángel de Irina frente al juzgado me pueden salir caras. Me niego a compartir a mi hijo, asi que ocupo asegurar la custodia completa. Solo ocupo evidencia y así me desharé de ella.
—Me encargaré de conseguir evidencia hoy —asegura Pietro y se marcha.
Intento concentrarme y firmo los permisos necesarios para la exposición. Quería traerla y presentarla formalmente con todos, pero todos mis planes se han ido al carajo.
—He organizado todo, solo nos hacen falta las transacciones que me enviara mi contacto y los testimonios de Pietro —anuncia Simon entrando a mi oficina.
—Perfecto, hay que guardar todo en mi caja fuerte —digo y le ayudo con la montaña de documentos que solo requieren pocos hilos para cumplir su propósito.
Después de esta artimaña doy fe de que Irina no es estúpida.
—Nicoletta me ha escrito —avisa Simon —. Ya es la hora de dormir de Alessandro.
Todo este tiempo estuve equivocado respecto a mi hermano. Pensé que se mantenía bajo la avariciosa ala de mi madre, pero durante todo este tiempo me ha demostrado lo contrario y su primer paso para recuperar mi confianza fue compartir sus sospechas sobre un posible robo a la empresa.
Ocupo pruebas, todo lo necesario para arrebatarle cualquier oportunidad.
Todavía ronda en mi cabeza la forma de abordar esto. La primera alternativa es solicitar el divorcio de buena forma, con el fin de que mi hijo sufra lo menos posible y quedarme con la custodia. Solo será una amenaza para ella y con esto firmará los papeles finalmente.
Abandonamos el edificio y nos introducimos en una oleada de tráfico. El clima empeora la situación y por algún motivo una extraña sensación recorre mi cuerpo.
—Solo volando llegaremos a tiempo —comenta Simon—. Le escribiré a Nicoletta para que se vaya a su habitación.
—¿Qué hay de Alessandro?
—Sus episodios son en la madrugada, llegaremos a tiempo —asegura.
Me está haciendo un gigantesco favor con cuidar de Alessandro. Otra de las estúpidas amenazas de Irina fue que debía dormir en la habitación con ella, pero nunca especifico que debía ser en la cama. Llevo bastante tiempo durmiendo en el sofá de la habitación y algunas veces me escapo a mi estudio.
Las horas pasan y me parece estúpido haber perdido casi tres horas dentro del tráfico. La lluvia se intensifica y para cuando entro a la casa soy recibido por un solemne silencio.
Simon se despide y sube para buscar a Alessandro. Busco servirme algo que me relaje, sin embargo, mi hermano baja las gradas asustado y con el rostro pálido.
—Alessandro no está en su cama —anuncia y dejo todo para subir escaleras arriba.
Mi estudio, su habitación y las que le rodean están vacías. Me asomo en mi habitación y solo veo a Irina acostada en esta.