Nicoletta
Es impresionante lo rápido que puede cambiar la vida de una persona en tan poco tiempo. Durante las últimas semanas este pensamiento ronda mi cabeza diario, principalmente cada vez que guardo mis libros y lápices para la universidad.
El traslado requirió poco tiempo para mi suerte. Tenía clases presenciales y en línea, de esta forma podía quedarme en casa y ayudar a las dos señoras que iluminan diario cada rincón de la casa.
Una vida normal. Esta monotonía resulta insufrible para unos, pero para mí lleva siendo un sueño desde hace mucho tiempo.
—Niki cariño, descansa un poco —dice mi abuela entrando a la habitación —. Deja esos libros y acompáñanos.
Asiento y le doy la razón a la abuela cuando quiero mover mis entumecidas piernas. La tía Elisabetta me señala un plato con fruta picada y tomo asiento junto a ellas.
—Nicoletta, mi hijo dijo que le ayudaste en cinco fiestas la semana pasada —dice mi tía.
Mi abuela se muestra sorprendida ante esa cifra, ya que usualmente esos eventos son fiestas de cumpleaños o bodas que inician al atardecer y culminan entrada la madrugada.
—Pero eso es demasiado —añade la abuela.
—Niki, ya no es necesario que te explotes de esa forma —comenta tía Elisabetta preocupada —. Está bien que trabajes, pero es para gastos adicionales como la universidad.
—Estoy acostumbrada a mantenerme ocupada y si puedo ayudarles a Giorgio y a ti no es molestia alguna —contesto, sin embargo, eso no es suficiente para eliminar sus expresiones de angustia.
—Eres muy fuerte y perseverante, como tu abuela —me alienta mi tía llena de orgullo.
—¿Segura de que estarás bien? —pregunta la abuela.
Últimamente siempre buscaban cerciorarse de lo que decía o mis decisiones. Como si ellas, al igual que yo, fueran incapaces de creerme.
—Muy segura —miento.
Termino de comer mi fruta en silencio y regreso para terminar de estudiar un tema que veremos hasta la próxima semana. Si algo bueno estoy sacando de esta situación es que mis notas son excelentes y tengo mucho dinero extra.
Cualquiera pensaría que soy una persona hiperactiva, aunque en realidad estoy haciendo todo esto con el fin de sacarlo de mis pensamientos.
Siempre recuerdo con nostalgia el tiempo que estuve con Alessandro, paso inquieta pensando en como podría estar y más de alguna vez quise llamar a su casa y fingir que es un número equivocado, pero la idea de escuchar a Fátima o aún peor, a su madre, me paralizaba. Realmente le deseaba lo mejor.
Su padre era el verdadero motivo por el cual estaba probando mis límites. Descubrí que estando ocupada todo pensamiento relacionado a él pasaba a segundo plano y por las noches cuando regresaba cansada ya no le miraba en mis sueños.
Pese a todos mis esfuerzos mi corazón latía con fuerza cada vez que su perfil se escabullía en mis pensamientos como un ladrón en medio de la noche.
Siento que me introduzco en el mismo bucle de pensamientos así que regreso a mis deberes. Las horas pasan y me siento satisfecha con mi pequeño progreso, espero que llegue el día en que Massimo solo sea un borroso recuerdo.
—¿Estás ocupada? —entra la abuela y enciende la luz. Algunas veces olvido el transcurso del tiempo —. Quería platicar algo contigo que lleva incomodándome hace un rato.
—¿Te sientes mal otra vez? —inquiero evaluando su aspecto. Otro de mis temores es que su enfermedad regrese y vuelva a robarnos su sonrisa.
—No cariño, yo estoy bien —afirma— pero evidentemente tú no lo estas.
—Yo estoy perfecta —respondo para evitar el curso de esta conversación que he tenido que posponer.
—Nicoletta, te conozco de toda la vida mi niña. Puedes engañar a todo el mundo, menos a mí. Llevas semanas distanciada de nosotros.
—Pero estoy aquí abuela, nos vemos en las mañanas y las noches.
—Tu cuerpo está aquí, pero tu cabeza no —define lo que me lleva sucediendo desde que nos marchamos —. Es por ese hombre ¿no es así?
—Prefiero no hablar sobre ello, por favor —volteo para que no pueda ver lo mucho que me cuesta esconder mi vulnerabilidad de ella. No quiero que mi corazón también sea una carga en su consciencia.
—No comprendo que sucedió con ese hombre, creí que todo marchaba bien entre ustedes.
—Fui una tonta abuela al pensar que alguien como él podría tener algo serio con una persona como yo —digo con la voz quebrada.
—No digas eso mi niña —me envuelve con sus brazos—. Todo el que te rodea es afortunado de tenerte.
Ojalá él hubiese pensado de la misma forma.
—Yo me haré cargo abuela —afirmo decidida—. Con el tiempo le olvidaré, así que no te preocupes más.
Esa noche le digo a la abuela que me tomaré el fin de semana y descansaré de todo. Puede que sea difícil no pensar en él sin algo que me mantengo ocupada, pero debo aprender a vivir de esta forma.
El sábado estaba viendo catálogos de decoración para hogar con mi tía y la abuela cuando mi teléfono empezó a sonar.