Un papá en apuros

Capítulo 25: Ella regresará

MASSIMO
—Quiero toda la información sobre ellos —le indico a mi hermano, quien copia con ahínco toda la información que le brinde de esa familia.
Era imposible encontrarla cuando únicamente buscamos su apellido. Ese hombre no me quiso proporcionar más información debido a políticas de privacidad, una parte de mí estaba furiosa, pero la otra estaba aliviada de que ningún lunático, tal cual me mostré al entrar a la cocina, pudiera hacerle daño.

—Tendré todo dentro de una hora —dice antes de retirarse. Pateo los globos que quedan de la celebración y busco a mi hijo quien ya se encuentra más calmado —¿Cómo te sientes?

—Nicoletta —murmura con voz quebrada y mis suposiciones son correctas cuando empieza a llorar en mis brazos —. ¡Ella se fue porque tampoco me quiere!

—Eso es imposible hijo —lo cargo y limpio sud lágrimas—. Ella te quiere de la misma forma en la cual yo te quiero, es solo que…

—Ella se fue y me dejo —resalta dolido entre hipos.

—Alessandro hay cosas de adultos que tú no comprendes todavía, pero debo ser sincero. Ella se fue por mi culpa.

—¡¿Qué le hiciste papá?! —se enfada repentinamente y empieza a moverse frenéticamente para volver al suelo.

—¡Hey! —procuro tranquilizarlo y me aferro a él—. Cometí un error, un gigantesco error, pero te prometo que haré todo lo que pueda para que ella regrese.

—¿En serio?

—Por supuesto y ocuparé de tu ayuda —anuncio y una sonrisa se dibuja en su rostro.

—¿Seremos como agentes secretos?

—Si tú lo quieres —le digo antes de buscar el camino hasta la salida.

—Operación traer de vuelta a Nicoletta de vuelta —susurra y suelto una carcajada ante sus ocurrencias.

Regresamos a casa y preparo a mi hijo para dormir. Simon aparece en el pasillo y me indica que tiene todo, dejo abierta la puerta de la habitación de Alessandro y la de mi oficina para escucharlo sin problema en caso de una emergencia.

—¿Qué has conseguido? —pregunto controlando mi desesperación.

—Bueno, un motivo por el cual no la encontrábamos es porque se fue de la ciudad. Ahí tienes su nuevo domicilio —señala en la copia de una hoja que me pasa.

—¿Domicilio? Entonces ella y su abuela están alquilando ¿Cómo lo están pagando?

—Tranquilo Romeo, viven con la hermana de su abuela. Fui al hospital y hablé con una enfermera, me dijo que ella empezó a visitarla un mes antes de que le otorgaran el alta —explica.

—¿Por qué a ti si te dieron esa información? —riño porque a mí los doctores no me quisieron dar ni la hora, aunque les ofrecí dinero.

—Todo depende de cono lo preguntas hermanito —sonríe con burla.

—Sigue —farfullo.

—Viven con su tía y su abuela a cuarenta minutos de la ciudad —resalta.

—¿Viven con algún hombre? —me atrevo a preguntar. Simon arquea su ceja y por su expresión parece disfrutar esto.

—Eso tendrás que averiguarlo tú.

Resalto la dirección y hago una nota mental para cancelar algunas reuniones la otra semana.

—Nicoletta está trabajando en el servicio de catering y de acuerdo a un listado que conseguí parece que volvió a la universidad.

Escuchar todo aquello me provocaba un increíble alivio, sin embargo, dolía escuchar como ella había continuado con su vida. Todavía recuerdo la forma como me observo cuando nos encontramos, la culpabilidad emerge y siento una desesperante necesidad por cambiar cualquier signo de tristeza o dolor en su rostro.

—¿Qué más?

—Trabaja en el servicio de catering los fines de semana y eso es todo lo que tengo —avisa.

—Gracias Simon —digo con toda sinceridad—. Por todo.

—No te equivoques, lo hago por ella.

De repente soy presa de esa sensación detestable llamada celos. Aunque él nunca haya tenido oportunidad, recuerdo como la observaba cuando llego a la casa. No estoy dispuesto a competir por su atención, es solo de Alessandro y mía.

—Me explicaré bien, ya que me da miedo esos ojos de asesino que tienes —me molesta—. Lo hago porque Nicoletta ha sido la única capaz de cambiar la lúgubre atmosfera que tú y la otra se esforzaron por mantener durante años. La última vez que te vi igual de feliz éramos unos niños.

—La recuperaré, ella regresará —digo con seguridad

—Será mejor que te esfuerces —sugiere poniéndose de pie—. Porque tu soledad será el menor de tus problemas, cuando el pequeñín empiece a preguntar más.

Alessandro estaba bien enterado y su insistencia me motivaba, solamente existía ese latente miedo de que Nicoletta me rechace.

—Me retiro, tengo un jefe explotador que no me paga horas extra —señala.

—Tendrás que cubrirme en algunas ocasiones —revelo otorgándole ese beneficio y rompiendo la muralla que existía entre ambos.

—¿Hablas en serio? —se ve como un mocoso emocionado cuando le han seleccionado para ser parte de un equipo de futbol.




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