Un papá en apuros

Capítulo 26: Más que una disculpa

NICOLETTA

—¡¿En dónde esta ella?!》

Despierto inmediatamente con la respiración agitada. Desde nuestro encuentro ayer es lo único que aparece en mi mente; Massimo.

Apenas llegue a casa ese día me encerré en mi habitación y me obligue a dormir con el objetivo de olvidar lo que había sucedido, sin embargo, él me seguía hasta en mis sueños.

Lo que más me entristecía era recordar al pequeño Alessandro, aferrado a mi falda y suplicando que no le dejara. Realmente le extrañaba y habría deseado decirle que nunca le dejaría solo, pero eso no era posible.

En medio de mi pena, una incógnita me abordo y fue la ausencia de Irina en ese evento. Asumo que ella es del tipo que asiste con el fin de deslumbrar y presumir su hermosa familia, pero en esta ocasión brillo por su ausencia.

La única respuesta lógica es que se haya enfermado. Me convenzo de esto, ya que mi corazón no soportaría albergar más falsas esperanzas.

—Nicoletta, mi niña —aparece la abuela con un gesto llena de preocupación —. Te buscan afuera.

Mi primer pensamiento es que él finalmente me haya encontrado limitando mis posibilidades de evadirlo a cero. Casi temblando me coloco los zapatos y arreglo mi vestimenta. Respiro profundo antes de abrir la puerta y cuando avanzo a la sala para ver a la persona que esperaba por mí siento como toda la tención de mi cuerpo desaparece.

—Hola, Giorgio —saludo y tomo asiento junto a él en la mesa.

—Hola, Nicoletta —dice con una sonrisa casi apesarada —. Tenía unos pendientes con mi madre y aprovecho para hablar contigo sobre lo que paso anoche.

Recuerdo que la abuela y la tía están en la sala. Lo último que deseo es que estas se enteren del incidente en el servicio de catering.

—¿Te parece si hablamos afuera? —pregunto con intenciones de poder explicarme sin sentirme totalmente cohibida.

—Vamos —susurra y cuando estamos afuera empieza a caminar por la acera—. Nos conviene tomar un paseo, ellas ya están sospechando que hay algo fuera de lugar.

Volteo y en efecto, mi abuela y mi tía están pegadas a la ventana de enfrente observándonos con duda.

—Vamos al parque, no creo que quieran seguirnos —bufa Giorgio y empezamos una caminar por la calle —. Nicoletta además de mi empleada, eres mi familia y es por eso que te quiero preguntar ¿Por qué ese hombre entró de esa forma preguntando por ti?

Fue directo, demasiado. No le podía culpar, ese negocio era su sustento y el de su esposa, un inconveniente así podía constarle potenciales clientes importantes y dinero.

—Mi abuela te comento que estuve trabajando como niñera hace un tiempo ¿no?

—Si, lo hizo —afirma—. Aunque no me dio muchos detalles.

—Yo solía trabajar para el señor Ranieri, el dueño…

—El dueño de la una de las mayores fabricantes de motores y autos del país —concluye por mí. Su asombro es evidente y parece que esto lo ha tomado desprevenido, ya que guardamos silencio hasta tomar asiento en una banca del parque.

—¿Qué sucedió en esa casa cuando tú trabajaste ahí Niki? —inquiere. Algo que debo resaltar sobre Giorgio es que es muy listo y por algún motivo no me siento incómoda hablando con él. Podría decir que siento que es el hermano mayor que nunca tuve.

—Te responderé porque casi arruino tu servicio anoche, además eres mi familia —respondo y parece comprenderme—. La verdad es que yo entre ahí para cuidar a su hijo, él parecía complicado al inicio, pero resulto ser un completo ángel. Por otro lado, su padre y yo tuvimos problemas al principio, con el tiempo fuimos deshaciéndonos de todas las barreras porque Alessandro requería de ambos y lo mejor era trabajar en equipo.

Siento que se forma un nudo en mi garganta y empiezo a jugar con mis manos.

—Empezamos a hacernos cercanos y por un momento Giorgio, fui lo suficientemente tonta para creer que alguien como él podría estar honestamente interesado por alguien como yo —mi voz se quiebra al decir todas estas palabras en voz alta.

—Niki dime que no te utilizo solo por placer —pide Giorgio entre dientes y enfurecido.

—No llegamos a eso, creo que de haberlo hecho habría sido mi fin por completo.

Quería que mi primera vez fuera con alguien que realmente me amara y me viera como esa persona con la que desea pasar el resto de su vida. Ser compañeros y cómplices.

—¿Entonces que sucedió?

—Él estaba casado, pero me había dicho que se divorciaría —añado con vergüenza —. Sorpresa, su esposa apareció para dejarme en claro que el divorcio no ocurriría. Ella me echo de su casa.

Giorgio se queda callado procesando todo lo que acabo de decir. Temo que me juzgue y me reprenda por mis actitudes, hasta hoy me pase saber que él todavía llevaba esa sortija cuando empecé a tener sentimientos por él.

Lejos de ello, Giorgio me da unas palmadas alentadoras en la espalda y en su rostro puedo ver esa expresión de plenitud que me dice que todo estará bien.

—Niki, tú eres la víctima aquí —dice de forma honesta—. Has tenido una vida difícil y no puedes culparte por haberte enamorado, aunque él no haya sido completamente sincero.




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