Un papá en apuros

Capítulo 27: Me niego a vivir sin tí

MASSIMO
—Estoy buscando a Nicoletta, soy Massimo Ranieri.

Ella me evalúa en silencio sin ser maleducada. Se muestra insegura al principio y algo me dice que Nicoletta no le ha hablado de mí, cosa que me produce cierto dolor.

—Me espera un momento por favor —dice con una sonrisa amable y escucho que le susurra algo a alguien más.

La puerta se abre de golpe y me encuentro con la abuela de Nicoletta, increíblemente recuperada. Ella si parece reconocerme, pero lejos de recibirme con gracia, su mirada esta llena de desconfianza.

Ella si esta enterada y sabe lo canalla que fui. No será fácil.

—Buen día, señora Palazzi, estoy buscando a Nicoletta —saludo con intención de disminuir la tensión.

—Sé quien es usted, pero no que hace aquí —declara—. ¿Qué ocupa de Niki? —habla con un ligero tono hostil. Está enojada y tiene sus motivos.

—Yo… —trago el nudo en mi garganta —. Yo necesito hablar con Nicoletta, no sé que le habrá contado, pero todo fue un malentendido.

—¿Cómo puede serlo?

Me siento desesperado ante la posibilidad de que ella este adentro o del otro lado de la puerta. Quiero verla, siento que me ahogo al saber que esta señora e insulsa puerta son lo único que nos separan.

—Yo cometí un error señora Palazzi, comprenda yo tengo un hijo y como padre actué pensando que sería lo mejor para él, pero sin querer lastime a Nicoletta en el proceso. Estoy completamente arrepentido y avergonzado.

—Jovencito…

—Comprendo que será difícil, pero si debo venir hasta aquí por el resto de mi vida, lo haré solo para verla y estar con ella. No sabe la falta que nos hace a mi hijo y a mí —confieso ante la aniquilante espera.

—¿La quieres como niñera de nuevo? —inquiere ella y su gesto se ha suavizado.

—No señora, la quiero como mi compañera y mejor amiga —declaro —. Quiero que ella sea mi mujer y la madre que mi hijo necesita.

Estoy completamente abatido y mi pierna se mueve nerviosa sin cesar. Quiero gritar su nombre y llamarla para que salga.

—Niki esta de paseo justo ahora, puede esperarla adentro si desea.

Aquello suena desalentador, pero me agrada saber que volverá pronto. La ansiedad se acumula en mi interior transformándome en un animal enjaulado dentro de sí mismo.

—¿Le gustaría un poco de té? —inquiere la señora que me abrió primero —. Es bueno para los nervios.

—Por favor —agradezco el gesto, ya que tampoco quiero encontrármela en una lamentable situación. Necesito calmarme. Ella me lo pasa y le doy el primer sorbo aliviando mis nervios.

—Señor Ranieri —habla su abuela que todavía me mira con desconfianza—. Usted me acaba de decir que quiere a mi nieta como su mujer y madre de su hijo ¿Qué dice su verdadera mujer y madre de su hijo respecto a esto?

Casi me atraganto con el té. Toso un poco y compongo mi postura.

—Soy un hombre divorciado señora, papeles firmados y presentados ante un juez. Preferiría no hablar de mi anterior esposa, pero ella no solo me falló a mí, sino también a nuestro hijo.

—¿Y si ella vuelve? ¿Cambiará de parecer? —pregunta sin tregua.

—No lo hará —responde seguro—. Solo quería mi dinero y obtuvo lo que merecía. Yo deseo no volver a verla en mi vida —revelo.

—Yo no pretendo ser maleducada señor, pero comprende que recién apenas salí de una enfermedad que casi toma mi vida. Un día me iré, tarde o temprano, pero quiero saber que mi Niki está en buenas manos. ¿Por qué debo confiar en usted?

—Porque estoy rogando aquí para que me otorgue una oportunidad de hacer feliz a su nieta. Solo si ella lo permite.

Esto último incrementa mi temor. El rechazo se siente como una daga caliente en mi pecho y me pregunto si seré capaz de resistir.

—Han regresado —murmura la señora que me ofreció el té.

Olvido mi alrededor y me pongo de pie para asomarme a la ventana, sin embargo, lo que veo produce cierto sentimiento desagradable en mi interior.

¿Ella me olvido tan rápido?

Salgo de la casa y apenas abro la puerta nuestras miradas se conectan. Su rostro está lleno de asombro y temo no poder controlarme. Observo a su acompañante y reconozco al tipo de la cocina.

Así que por eso no me quiso dar sus datos.

Por otro lado, la presencia de Nicoletta me parecía irreal. Ella estaba ahí, puede que haya sido el tiempo o finalmente estoy viendo con claridad, pero su belleza y simplicidad me deslumbran. Cada uno de sus gestos me llenan de nostalgia y lo único que quiero hacer es llevármela a la casa para que Alessandro y yo seamos los únicos espectadores de su corazón tan puro.

Siento como si todas las palabras se arremolinaran en mi garganta, pero soy incapaz de escoger cuáles saldrán.

—Hola, Nicoletta —susurro detallando en lo cambiada y hermosa que esta.

—¿Qué hace usted aquí? ¿Está acosándola? —interviene el otro tipo despertando a la bestia dentro de mí.




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