Un papá en apuros

Capítulo 29: Juegos e Interrupciones

MASSIMO
—¿Cuál está mejor? —musito frente al espejo indeciso.

Me decido por un suéter azul marino y unos pantalones de vestir ¿demasiado formal? Mejor jeans, tengo un par por algún lado.

Alessandro esta afuera del armario jugando con sus coches ignorando por completo a su ansioso padre.

—¿Alessandro ya te bañé? —inquiero y es que siento que he hecho muchas cosas esta mañana, pero todo se ve nublado ante el hecho de que ambos tenemos una cita importante.

—Si papá —responde cansado—. También me cambié, tío Simon escogió mis zapatos.

—Y supongo que también te los puso porque los llevas al revés —señalo y se ríe con picardía —. Además de que no los llevas atados.

Me pongo de cuclillas para colocárselos bien. Peino su cabello y procuro que todo su aspecto esté en orden.

—Vamos a desayunar, se nos hará tarde —indico y bajo con él en brazos a la cocina.

Hago huevos, corto algunas frutas y le doy jugo. Desde el incidente con Fátima no me apetece contratar otra cocinera, amenos de que Nicoletta la escoja. Algunas veces siento que soy un lunático que vive como si ella ya estuviera aquí.

Jamás me había sentido de esta forma y el hecho de que ella me haya dado otra oportunidad me pone eufórico.

—¿A dónde iremos? —pregunta Alessandro cuando lo coloco en su asiento para el auto.

—Iremos a dar un paseo, te prometo que te gustara —contesto.

Omití cierta información, como nuestro importante destino, porque quiero que sea una sorpresa. Además que de habérselo dicho ayer, me habría convencido de llegar a las seis de la madrugada a la casa de Nicoletta.

Conduzco y cuento los minutos por llegar. Mi hijo está atrás perdido en el paisaje y es cuestión de tiempo para que vuelva a indagar nuevamente.

—¿Ya llegamos papá? —pregunta asomando la cabeza— ¿Vinimos a comprar flores?

—Solo es una parada, ven ayúdame a escoger.

Alessandro es bastante honesto y directo respecto a lo que quiere. Entramos y le pregunto que flores le gustan más, él eligió un ramo de flores blancas y tonos rosas que me recuerda bastante a ella.

Su casa queda a unas cuentas calles que se me hacen eternas. Respiro profundo cuando llegamos. Bajo del auto y cuando estoy sacando a mi hijo del auto noto una camioneta gris estacionada frente a la casa, la reconozco por el logo del servicio de banquetes. La puerta de la casa se abre y el sujeto aparece.

—¿Otra vez aquí? —inquiere obstaculizando nuestro paso—. Estaba a punto de prestarle una carpa para dormir —se burla.

—Su prima nos ha invitado —respondo queriendo evadirlo, pero este intenta intimidarme al empujarme un poco.

Desearía responder, pero soy consciente de que eso solo terminaría de complicar las cosas entre nosotros. ¿Golpear a su primo? Es como mandar por el carajo la oportunidad que me dio.

Su mirada viaja hacia Alessandro que sostiene mi mano. El primo de Nicoletta cambia su expresión y la culpa es distinguible en su rostro.

—Si ella vuelve a derramar una sola lágrima por su culpa ni su apellido, influencias o dinero lo salvarán de mí ¿entiende?

—No es necesario amenazarme, es más acostúmbrate a mi cara porque me verás aquí mucho más seguido —digo con una sonrisa de suficiencia en el rostro —. Permiso.

Esta vez nuestros hombros chocan y me hago paso hasta la entrada, pero la puerta se abre nuevamente y soy testigo de los estragos de su presencia, como si se tratase de un rayo de luz después de una tormenta.

—¡Nicoletta! —grita Alessandro y me suelta para correr en su dirección. Ella lo recibe con los brazos abiertos y giran entre sonrisas y sollozos —¡Te extrañé mucho!

Se abrazan como si tuvieran miedo de ser separados de nuevo. Permanezco parado como un espectador y puedo prometer que justo ahora tengo celos de mi hijo que es recibido con felicidad y gozo.

—Massimo —pronuncia mi nombre sacándome de mis pensamientos y lo único que quiero hacer es tomarlos a ambos y llevármelos lejos, de forma que nadie nunca más pueda arruinar nuestra felicidad.

—Te trajimos flores —anuncia Alessandro tomando la batuta al arrancarme el ramo de las manos.

—¡Son hermosas! —dice y las recibe— ¡Me encantan!

Escucho unas risitas, volteo a ver la tía y abuela de Nicoletta quienes presencian todo.

—Hijo cierra la puerta y ven —dice una de ellas —. Te serviré un poco de café, quería compartirte un poco días anteriores, pero no me dejaban.

—Tía Elisabetta —. Mi Nicoletta voltea a verla con algo de vergüenza y seguramente esto era parte de mi castigo —. Ella es mi abuela Alessandro, fuimos a verla al hospital hace un tiempo ¿recuerdas?

—Que niño tan hermoso —dice su abuela y mi hijo que usualmente se mantiene distante con la gente nueva, no teme en darle la mano y sentarse junto a ella.

—Yo no tengo abuela ¿te gustaría también ser mi abuela? —cuestiona Alessandro sin pena alguna.

—Únicamente si te comes las galletas que estoy preparando —le contesta salvándome de un momento incómodo.




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