MASSIMO
Había caído muy bajo, demasiado para mi gusto, pero fue lo único que se me ocurrió cuando descubrí que le pedí demasiado a mi hijo. Colaboro, a su manera poco sutil, pero lo hizo.
Tengo el aparato frente a mí, encima del escritorio y estoy batallando si debo llamar a Nicoletta y asumir las consecuencias o esperar que mi plan rinda frutos. Los rayos iluminan la ciudad debido a la temporada y espero que sea capaz de llegar antes de la tormenta.
—¿Papi nos vamos a dormir? —pregunta Alessandro, ya se encuentra cansado, sus ojos y tono de voz me lo demuestran.
—Yo… estoy esperando un correo importante —respondo y acaricio su cabeza.
—Pero tienes el computador apagado —señala el aparato y es que la inteligencia de mi propio hijo me juega en contra algunas veces.
Enciendo el aparato para que esté tranquilo. Por mi mente pasa encender el de Nicoletta y darle una pequeña revisada, para ver que todo esté en orden ¿Será demasiado?
—Quiero dormir —se queja y lo cargo hasta su habitación. Me tomo mi tiempo para bañarlo y cambiarlo, el eco y pesadez de la tormenta se hacen presentes y asumo que ella ya no vendrá.
Debí tomar algo más importante ¿Pero qué es más importante que su laptop? ¿Su colchón de dormir o su abuela?
—¿Me acompañarás? —pregunta aferrándose a mi camisa. No puedo recurrir a Simon, hoy lo envíe a una viaje de negocios y vuelve en dos días, así que es imposible dejarlo solo.
Ahora solo pide que lo acompañe hasta dormir, ya no hay más pesadillas y descansa mucho más. De igual forma, no descuido el hecho de que debe asistir a terapia.
—Regresaré, solo iré a cambiarme —asiente y abandono su habitación. Me coloco los pantalones de pijama y hoy poco me apetece usar camisa. Estoy terminando de cepillarme los dientes cuando escucho golpes secos que provienen de abajo.
¿Y sí…?
Corro escaleras abajo y abro la puerta en busca de encontrar su pequeña figura seguramente enfurecida.
—Señor Ranieri lamento importunarlo a esta hora de la noche —habla uno de los nuevos guardias de la verja, lleva un impermeable y una sombrilla. Después del incidente con Irina tuve que reemplazar personal—. Su hermano dejó su auto convertible afuera esta mañana y con la lluvia creímos que lo mejor sería entrarlo al garaje, quería notificarle que usamos las llaves de emergencia —explica el hombre con un rostro de suficiencia.
—Está bien, hicieron un buen trabajo —intento disimular mi decepción —. Debo volver arriba ¿Solamente ocupaban eso?
—Bueno, también una jovencita ha venido y exigió hablar con usted —me notifica —. Por la hora y su aspecto supusimos que era alguna mendiga que perdió la cabeza. Es triste realmente.
—¡¿Qué?! —exclamo y no hay otra forma, debe ser ella —¿Hace cuanto sucedió eso?
—Hace menos de diez minutos… ¿Señor?
Dejo al desgraciado en la puerta y salgo corriendo por el largo camino hasta el muro perimetral. Los hombres me ven y obedecen cuando les digo que abran las verjas. El agua cae con fuerza y mi preocupación aumenta.
Cuando mi pie se sumerge por accidente en un charco que me cubre hasta el tobillo me doy cuenta de que he venido descalzo. El frío se hace más fuerte y es que también vengo sin camiseta.
—¡Maldición! —me enfado. Debí haber traído el coche y mínimo calzado. Me doy la vuelta para volver, pero escucho una voz atenuada por el bullicio del agua.
—¿Massimo? —me detengo y la busco en la oscuridad de la noche. Un faro apenas alumbra la calle.
—¿Nicoletta? —grito y espero que esa silueta no sea alguna clase de aparición del más allá.
—¡Massimo! —exclamo y finalmente respiro tranquilo cuando se acerca a mí con un pequeño paraguas —¿Cómo se te ocurre salir así? ¡Te enfermarás!
—Me avisaron tarde que habías llegado —digo —. Yo lo lamento Nicoletta, no se me ocurrió otra cosa.
—Creo que será mejor que regresemos y hablemos en un sitio seco —interviene y asiento feliz con la idea de que ella esté en casa.
—Buena idea.
Finalmente la lluvia cesa en nuestro espacio cuando ella alza la sombrilla sobre mi cabeza. Debido al tamaño debemos mantenernos cerca y aunque procuro no mojarla, admito que ahora la idea de no llevar camiseta es lo mejor que se me ha ocurrido en lo que va del año.
—Lo lamento —se disculpa cada que tiene contacto con la piel de mi abdomen —. Estamos en medio de un diluvio y por esa sonrisa parece que lo estas disfrutando.
—Son cosquillas —miento.
Llegamos a la verja y los guardias se disculpan. Yo solo asiento y sigo feliz por la mujer que tengo a mi lado. Llegamos a la entrada, pero ella se planta frente a la puerta.
—No puedo entrar —anuncia —. Vine por mi laptop y luego me iré.
—Nicoletta está lloviendo y seguramente se mojara el aparato. Entra por favor.
—Massimo no puedo —dice y ahora puedo ver el dolor que refleja su rostro.
Entonces lo entiendo todo. Incluso esta noche es similar a aquella en la que Irina le hizo pasar un calvario y la humillo. Por más que lo intente hay cosas que no puedo forzar. Cambiar de propiedad es algo que tendría que pensar con mayor detenimiento.