Un papá en apuros

Final

NICOLETTA
Estoy buscando un vestido con mi tía Elisabetta y la abuela. Ellas se pasean entusiasmadas por la lujosa tienda, mientras yo me torturo por estar en aquel sitio. Massimo había insistido y consciente de que no tomaría su tarjeta de crédito, les pidió que abrieran una cuenta a su nombre y todo lo que escogiera sería colocado en esta.

Aprecio el gesto con sinceridad, pero algunas veces olvido que mi novio tiene más dinero del que yo pensaba y es algo a lo que no termino de acostumbrarme.

—Niki, mira este color —me muestra la tía Elisabetta un vestido color lila de escote y falda de princesa.

—Elisabetta, es su fiesta de graduación de la universidad, no la van a coronar reina —le dice mi abuela y ella voltea los ojos. Parecen dos niñas y me alegra que hayan recuperado tanto tiempo perdido.

—¿Has visto algo que te guste Niki? —pregunta mi abuela.

—Todavía no.

—¿Necesita ayuda en algo? —pregunta una mujer de falda de tubo negra y piernas largas; parece modelo de pasarela. La mujer me observa con curiosidad incomodándome.

—Ella está buscando un vestido para la graduación de su universidad —interviene mi abuela.

—Por supuesto, veré en que puedo ayudarle —dice con tono altivo y se retira.

—¿Se habrá amarrado mal los hilos que le estiran la cara esta mañana o que tendrá? —dice mi abuela.

La tienda era exclusiva y estábamos bien vestidas, así que desconozco el motivo de la actitud de esa mujer. Pienso que podría estar teniendo un mal día y sigo viendo los vestidos.

Mis ojos se pasean por la habitación hasta que descubro un hermoso vestido blanco de una manga y abertura en la pierna. La espalda esta descubierta, sin embargo, aquel vestido me parece hermoso. En las galas de Massimo procuro usar algo recatado, pero ahora me apetece algo nuevo.

—Aquí hay algunas sugerencias —dice ella apareciendo con un carrito lleno de vestidos de noche.

—¡Niki son hermosos! —dice mi tía y en efecto los detalles resaltaban a simple vista, sin embargo, no era mi estilo.

Parecían vestidos para una alfombra roja, llenos de pedrería y mucho más intrépidos. Me los probé para darle gusto a mi tía y abuela, algunos eran grandes de la parte delantera e incluso las mujeres que me acompañan perciben que ninguno concuerda conmigo.

—Iré por más opciones —dice la chica que nos atiende. Empiezo a pensar que disfruta esto.

Estoy cansada y mis ojos se pasean por la habitación hasta que descubro algo que me llama la atención. Un hermoso vestido blanco de una manga y abertura en la pierna. La espalda esta descubierta, sin embargo, aquel vestido me parece hermoso. En las galas de Massimo procuro usar algo recatado, pero ahora me apetece algo nuevo.

Sin consultarlo me lo pruebo y las damas frente a mí me observan asombradas y me llenan de halagos.

—Niki, te queda hermoso —dice tía Elisabetta.

—Llévatelo mi niña, es el indicado —insiste la abuela.

—No creo que sea del gusto del señor Ranieri —comenta la mujer haciéndonos voltear.

—¿Disculpa?

—Los modelos que le he traído son los que solía frecuentar su anterior esposa, modelos exquisitos y elegantes, acordes a una mujer de su categoría —percibo la malicia en sus palabras y jamás pensé que todavía años más tarde tendría que recordarla. Viéndola a ella, incluso se parecen en actitudes.

—¿Y tu quién crees…? —se alza mi abuela enfadada.

—Gracias por tu opinión —intervengo —. Pero ahora vemos porque esa mujer de la que hablas ahora es su ex esposa. Aun con toda la decoración del mundo no pudo ocultar la clase de persona que era —digo firme y ella retrocede intimidada —. Me llevaré este vestido.

Regreso al vestidor y me cambio lo más rápido posible. Me quiero largar. Me dirijo directo a la caja sin voltear a ver a esa mujer y solo piden los datos del vestido. Me mantengo en silencio de camino a casa y procuro disipar la rabia que alberga mi pecho.

Introduzco el vestido en nuestro armario y pienso en como ha cambiado todos estos últimos años.

Ahora vivimos en la casa que Massimo construyo para los tres. Es mucho más modesta que la mansión, sin embargo, es perfecta para nosotros y cada rincón alberga un cálido recuerdo. No hay sombras, ni secretos, la luz recorre los pasillos eliminando cualquier temor.

Massimo me demuestra a diario el maravilloso compañero y padre que es, se esfuerza por dejar el pasado atrás y nos cuida a Alessandro y a mi para que no regresemos a ese sitio tampoco.

—¿Niki ya llegaste? —escucho su voz y cierro las puertas del armario. Puede ser un poco entrometido, sin embargo, así lo amo. Al final del día, es mi hijo también —. ¿Encontraste un vestido mamá?

Me llama Niki, porque nos volvimos mejores amigos cuando era un pequeño y también me llama mamá, porque esa es la clase de amor que compartimos. Massimo y yo no estamos casados, pero nuestra vida asemeja un matrimonio.

—Sí, fue difícil —digo tratando de olvidar el inconveniente en la tienda —. ¿Terminaste tus dibujos?

—Algunos, me tomé un descanso —dice buscando con la mirada algo en el armario —. ¿Crees que papá me deje ir al campamento de mecánica?




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