Un papá para Emma

Capitulo 1: Inesperado

Había tres personas en la fila de la famosa repostería Juliette Mitchell, en la quinta avenida de Manhattan. Una pareja que estaba ordenando y una señora de cabello rojo estaba detrás de ellos. El elegante senador por el estado de Nueva York, Jared McCarthy, podía sentir las miradas de todos en el lugar, pero no les prestó atención. Había días que él necesitaba sentirse como una persona normal.

El rubio de ojos verdes miró su reloj, eran las diez y treinta ocho de la mañana. Todavía tenía unos minutos antes de tener que volver a la oficina. Mientras miraba su reloj, en su periferia distinguió la silueta de una niña pequeña saltando de arriba y abajo, mientras sus rizos rubios volaban por el aire. En pocos segundos la rubita estaba frente a él, atrayendo las miradas de todos los presentes.

El joven senador colocó sus manos en los bolsillos y la observó cantar.

—Te voy a senar que debes bailar como baila el sapito dando brintitos...

El senador sonrío ante la mala pronunciación de la palabra "enseñar". El político supuso que era la hija de la mujer que ahora estaba ordenando, ya que la pareja había terminado. Cuando la mujer terminó, esperaba que la niña la acompañara, pero se fue en sentido contrario al de la mujer.

El senador frunció el ceño y volvió a mirar el mostrador.

Antes de que pudiera dar un paso, el sonido de una silla raspando recorrió la repostería. Rodó sus ojos verdes, para verla empujando una silla con una mirada de determinación y sus pequeñas mejillas sonrojadas. Cuando la niña llegó al mostrador, saltó a la silla y se puso de pie mientras se aferraba al mostrador.

— Hola, Maybea — saludó la rubita con alegría.

— Hola, Emma — le respondió la mujer tocando con cariño el cachete rosado de la pequeña.

— ¿Puedo pedir un bizcochito tres leches y brownie para mi mami, por favor?

El senador inclinó la cabeza mientras miraba el pedido de la niña .

— Está bien, serán cuatro dólares, cariño — dijo la dependienta.

La pequeña Emma sacó unos cuantos dólares de sus pequeños bolsillos. Y el senador miró a su alrededor sin creerlo.

— ¿Alguien más ve esto? ¿Alguien? Una niña está ordenando — dijo y la gente simplemente se encogió de hombros. La repostera tomó el dinero y cuando tenía el pedido listo, la niña saltó de la silla y la empujó hacia la mesa. Se acercó al mostrador y agarró su pedido.

— ¡Gracias! — agradeció la pequeña.

— Ve con cuidado, Emma. La pequeña rubia salió de la repostería dejando con la boca abierta al senador.

¿Qué demonios acaba de pasar? ¿Una menor de edad está comprando como adulta? Salió de la repostería y la alcanzó, sus hombres de seguridad se fueron tras él.

— ¿Disculpa pequeña? — le llamó. Ella se dio la vuelta y sonrió.

A él el corazón le empezó a latir muy deprisa al ver aquella niña de ojos verdes. El mismo color de sus ojos.

— ¡Hola, señor! — le saludó Emma. El senador se inclinó hasta estar a su nivel, mientras decenas de guardias y camionetas del servicio secreto de los Estados Unidos, los rodeaban en aquella acera de Manhattan. Los rizos de Emma caían por su espalda y sus ojos verdes eran brillantes y vibrante.

—Hola cariño. ¿Cómo te llamas? — preguntó el importante hombre.

Se suponía que Emma no debía hablar con desconocido, pero aquel hombre no era desconocido, Emma lo había visto en la televisión y siempre sonreía. Era el senador que había ido a su escuela a donar medicina para los niños enfermos.

— E-emma, ¿cuál es el tuyo? — tartamudeó mientras sonreía.

— Mi nombre es Jared McCarthy, pero puedes llamarme Jared, ¿ese pedido es para ti? — quiso saber, ya que no era muy común en aquella parte de la ciudad, ver niños solos por las calles. 

— No, es para mi mami. ¿Q-quieres conocerla? — preguntó alegremente y el senador asintió.

— Claro que me encantaría conocerla — dijo con una sonrisa, mientras su subconsciente le decía que aquello era una locura. ¿Cómo carajos iría a conocer a la madre de una niña que se topó en la calle, poniendo en riesgo su seguridad?

— Senador McCarthy, por su seguridad, debo advertirle que no podemos salirnos de la rutina establecida — le recordó el agente del servicio secreto. 

— Relájate, Jhoston —. Nos hemos salido de la rutina ciento de veces.

— Senador McCarthy debemos estar en una reunión con el presidente en veinte minutos- le dijo su asistente, llegando al lugar donde estaba el senador con la pequeña  

— Dile a Biden, que se espere — dijo el rubio sin poder dejar de mirar los ojos verdes de aquella pequeña, mientras Emma observaba aquel señor gigante con mucha curiosidad.

¿Será el señor gigante un papá?, se preguntaba Emma. 

«Verdes como los bosques de las amazonas», seguían en su memoria aquellas palabras que, después de cinco años, no sabía si eran producto de un sueño o las escuchó realmente.

— Senador McCarthy, esto realmente es ridículo, puede ser denunciado por acoso.

Jared sacudió la cabeza.

— Llevaremos a la niña junto a su madre — manifestó ignorándolos a todos —. ¿Dónde está tu mami, Emma? 

— ¡V-vamos! ¡Está en el rancho!  — contestó. 

¿Rancho?, el senador dudaba que hubiera un rancho cerca, pero decidió romper todos sus paradigmas y seguir a la pequeña. Ella sonrió y tomó la mano del senador entre las suyas.

— ¿Cuántos años tienes Emma? — preguntó.

— Cuatro años... creo — dijo rascándose la cabeza.

— ¿Tu madre sabes que estás aquí sola en la calle? 

— N-no lo sé — dijo cuando doblaban la esquina. El jefe de seguridad y decenas de hombres del servicio secreto seguían al senador y a la pequeña rubia. 

— Es ahí — dijo señalando hacia la biblioteca. 

— ¿Es ahí qué? — preguntó el político.

— Mi mami trabaja ahí — seguía apuntando con el dedito. 




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