Un papá para Emma

Capitulo 4 : Necesitar

Jared

—¿Qué es lo que encuentras tan intrigante en mí? — me preguntó ella, con un pequeño sonrojo en su rostro. Sentí el acelerado palpitar de mi corazón.

—Todo — respondí y ella miró hacia abajo, mientras su sonrojo subía hasta sus orejas y se mordía el labio. De nuevo tuve que apartar la mirada, porque ese mordisco en el labio me hacía sentir cosas raras. Después de unos momentos estuve a punto de decir algo, pero ella habló. 

— No hay mucho que saber de mí — estaba nerviosa—, soy madre soltera. Tengo veintitrés años, vivo sola con mi hija, tengo dos trabajos y... no tengo ningún contacto con mi familia.  

—¿Por qué?— deseé saber. ¿Cómo un ángel tan dulce como ella estaba tan sola en el mundo? 

Ella se encogió de hombros. 

—Supongo que tenían mejores cosas que hacer... que preocuparse por mí— expresó y su voz se sintió desolada.

Decidí no insistir más en el tema y lo cambié. 

—¿Algún pasatiempo?

Suspiró, entrelazando sus dedos. 

—Leo y cocino, bastante obvio por mis trabajos. Bueno, aunque ahora estoy buscando trabajo...

Ella se rio y yo sonreí. Su risa era melodía en mi alma. Había algo en su esencia que me hacía querer estar más cerca de ella. 

— ¿Qué tipo de trabajo deseas? — indagué. 

— Estoy tratando de buscar un trabajo, con mejores beneficios. Algo que me permita mandar a Emma a una buena escuela.

— ¿Alguna industria de preferencia?

— No creo que tenga muchas opciones — declaró tímida. 

— ¿Y eso por qué?

Ella me miró y percibí total honestidad en el destello de sus ojos. 

— Yo no fui a la universidad...  — se notaba la tristeza y vergüenza que representaba para ella admitirme eso.

— Un título universitario no índica nada — le aseguré —. Estoy seguro de que conseguirás un buen empleo. 

— Gracias. 

Me di cuenta de que la estaba mirando durante demasiado tiempo, cuando se colocó el cabello detrás de la oreja y se sonrojó de nuevo mientras miraba hacia abajo. 

Yo era un hombre de mundo, adiestrado en todo tipo de placeres y técnicas para seducir. Eran muy pocas las cosas que le daban éxtasis a mi vida, y por increíble que parezca, la joven parada frente a mí, estaba seduciendo mi alma con solo mirarme. 

Me aclaré la garganta y miré mi reloj.

 —Tengo que volver a la oficina — dije tratando de convencer a mi cuerpo de que se moviera. 

 Me puse de pie, ajustándome la chaqueta. Ella también se puso de pie y se llevó las manos a la espalda. Sonreí interiormente mientras su lenguaje corporal me decía que ella estaba nerviosa en mi presencia, pero que confiaba en mí. Yo era muy bueno interpretando el lenguaje corporal de las personas. Como político, era una de aquellas virtudes que debías poseer para mantener a raya a tus opositores. 

Si ella hubiera cruzado los brazos frente a mí, aquello pudiese dejar dicho que no se sentía segura en mi presencia. Pero el hecho de que ella mantenía sus brazos detrás de su espalda, denotaba timidez, pero no inseguridad, ella se expuso en lugar de esconderse. Ella se siente segura en mi presencia. 

—Espero que tenga un buen día en la oficina, señor senador— dijo.

La miré fijamente, escudriñando cada gesto, cada movimiento de ella. 

«Mi día mejoró con tan solo verte a ti y a Emma», pensé. 

—Créeme, ya lo estoy teniendo— le ofrecí mi mano, para despedirme. —Espero que nos volvamos a ver... en circunstancias diferentes.

Estreché su delicada mano, sintiendo la aterciopelada piel de Lara, entre mis dedos. 

Ella sonrió suavemente y asintió. Parecía como si quisiera decirme algo, pero no dijo nada. Asentí con la cabeza hacia ella y me di cuenta de que realmente quería decir algo por la forma en que se inquietó. Me di la vuelta y caminé hacia la puerta. Ni siquiera pasaron cinco segundos antes de que mi suposición fuera correcta y ella hablara. 

—Puedes... tener mi número... solo si lo quieres — pude notar la inquietud en su voz. 

Me giré hacia ella y sonreí, mientras ella miraba hacia abajo y se mecía de un lado a otro. Me acerqué a ella mientras continuaba divagando adorablemente. 

—Quiero decir, si no lo quieres, también está bien — estaba adorablemente nerviosa—. Solo pensé que tal vez, si quisieras que nos volvamos a encontrarnos, podrías llamarme... o no, está bien de cualquier manera... 

Se detuvo, cuando saqué mi teléfono y se lo tendí. Ella me miró y tomó el teléfono lentamente mientras, el rubor se negaba a abandonar su rostro. Puse mis manos en mi bolsillo, mientras ella guardaba su número en mi teléfono. Me lo devolvió tímidamente y lo puse de nuevo en mi bolsillo. 

Pero tal parece que me acerqué un poco más de lo que pretendía, porque de un momento a otro, ella estaba a menos de un pie de distancia de mí.

La miré a los ojos y pude ver que sus pupilas se dilataban ligeramente. Ya sabía que los míos estaban dilatados, mirarla enviaba un cortocircuito a todas mis neuronas. Antes de que las cosas empezaran a salirse de control, hablé. 

—Te veré luego, Lara— atiné a decir. 

—Adiós, senador McCarthy— se corrigió rápidamente —. Perdón Jared.

La forma en que mi nombre salió de sus labios, provocó una sensación desconocida dentro de mí. Con una reverencia, me di la vuelta y me alejé, antes de hacer algo de lo que me arrepienta más tarde. Vi a Emma y la jefa de Lara, sentadas en la recepción, y ella se despidió de mí felizmente. 

—¡¡Adiós Jared!! — su sonrisa iluminaba las sombras de mi alma. Aquella sonrisa era idéntica a la de J.B., mi fallecido hijo. 

—Adiós cariño — sonreí y ella volvió a enfocar su atención en el libro para colorear. Al salir, justo al frente estaba Joshton, quien me esperaba pacientemente. Me vio y saltó del auto para abrirme la puerta. Yo me senté atrás y él volvió al frente. 

—Ya sabes adónde ir, Joshton. Él asintió con la cabeza y se alejó. Abrí mi teléfono y busqué entre los muchos contactos para ver el número de Lara. La llamaría o al menos le enviaría un mensaje, de repente sentí ganas de enviarle un mensaje en ese instante, pero decidí no hacerlo porque sería demasiado obvio que estaba muy interesado en ella, y no quería parecer un acosador.




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