Un papá para Emma

Capitulo 5: Requisitos

Lara 

Salí corriendo del baño y agarré a Emma por cuarta vez. 

—Emma Rose Hernández — la llamé y ella siguió corriendo por todo el apartamento. 

—Ve directamente al baño a cepillarte los dientes, jovencita, ahora mismo.

—No tieno— protestó. 

— ¡Emma!

— ¡Estoy judando con Julián! — chilló, metiéndose debajo del mueble.

— Dile a Julián que jugaran más tarde, cariño. 

La vi salir debajo del mueble para luego correr al rededor de este. Pareciera como si realmente estuviera jugando con alguien más, pero era solo su imaginación. 

— ¡Julián, pedisde! — gritó extasiada. 

—No iremos al ensayo, hasta que no te hayas cepillado los dientes, si te sigues tardando llegaremos tarde. ¿Quieres eso?

Ella negó con la cabeza. Y suspiró. 

—No, mami— dijo apurada haciendo pucheros. Se dio la vuelta y caminó de regreso al baño. Suspiré mientras caminaba de regreso a la habitación para empacar nuestra bolsa de baile. Estaríamos toda la tarde en el estudio de baile hasta alrededor de las siete de la noche. Emma tomaría sus clases de ballet con Madame Cindy, la dueña del estudio y bailarina. La conocí en una de las actividades de la iglesia, y me invitó a registrar a Emma para las clases de ballet.

Los gastos de una clase de ballet era un costo que no podía sostener, por lo que Emma era becada en el instituto, todo gracias a la generosidad de la joven. Terminé de empacar nuestro bolso y me hice una coleta en el pelo.  Emma salió del baño completamente vestida y me entregó el cepillo para que pudiera peinarla. También le hice una cola de caballo, pero cuando la llevo a clases de ballet, debo hacerle un moño. Miré la hora y chillé. Era muy tarde  

—Vamos, cariño. Es hora de irnos.

Agarró su mochila y yo saqué nuestro bulto de baile y nuestra lonchera de almuerzo. Salimos del apartamento y cerré la puerta. Salimos del edificio y comenzamos a caminar. Sostuve la mano de mi hija, mientras hablábamos de sus cosas favoritas. 

—¿Mami? — dijo suavemente. 

—¿Sí bebe?. 

—¿Te gusta Jared?

 Mi corazón latió con fuerza ante la pregunta y mis mejillas se pusieron de un color rojo brillante. 

— Sí, supongo que sí... como persona. 

 Ella me miró y sonrió. 

—¿Te gusta cómo novio?

 Rompí el contacto visual de la vergüenza y miré hacia adelante. 

— Eso son cosas de adultos jovencita.

—Pero disiste que gusta, solo debe gustarte tu novio.

—Dije que me gusta como persona.

—No, disiste como novio— insistió y no sabía de dónde había sacado mi hija lo testaruda. 

—Yo nunca dije eso.  

—Nooooo, mami — frunció los labios.

La miré sorprendida por su vocabulario. 

—Hazme un favor y quédate con cuatro años, Emma Rose. Gracias. 

 —Está bien— dijo ella con descaro—. Ahora dame un besito.

No pude resistirme a su dulzura y la llené de besos ruidosos.

 

A la mañana siguiente, llegamos tarde a la biblioteca. La señora Cooper salió de su oficina y sonrió mientras caminaba hacia nosotros. 

—Lo siento, llegué tarde, señora Cooper, perdí la noción del tiempo. 

Puso los ojos en blanco mientras, nos abrazaba. 

—Llegas cinco minutos tarde, Lara. Creo que sobreviviré— dijo y Emma saltó arriba y abajo. 

—¡Señora Cooper! ¡Señora Cooper! Ella saltó arriba y abajo y mi jefa le sonrió. 

—Hola pequeña Emma. ¿Cómo estás?

 —¡¡Bien!!— gritó.

—Emma, no olvides que esto es una biblioteca. Se rio. 

—¡Oops! 

Caminamos por la biblioteca, hasta mi área de trabajo. Agarré un carrito y caminé hacia uno de los pasillos, mientras enviaba a Emma a la sección de niños. Estaba feliz de que le encantara dibujar y que amara acompañarme a la biblioteca. 

 Miré mi celular por cuarta vez en menos de una hora. Todavía no había ningún mensaje de texto ni llamada de Jared. 

Tenía mucha ilusión que lo hiciera, pero a la vez la parte pesimista de mí, me decía que un hombre así jamás estaría interesado en una mujer como yo.

Puede que esté ocupado, pensaba mi parte optimista. 

 Continué mirando la pantalla de mi vieja computadora. Escuché que alguien se aclaraba la garganta y salté cuando vi a la señora Cooper, parada detrás de mí mientras cruzaba los brazos. Cerré mi computadora rápidamente. 

— Lara, llegó esto ayer en la tarde, pocos minutos después que te fueras — dijo entregándome un documento —. Tal parece que algún miembro de la cámara alta está buscando una asistente personal. 

Le devolví el anuncio a la señora Cooper. 

— Si es en la cámara alta de seguro, están buscando alguien que haya ido a la universidad o alguien más capacitado — dije con desánimo. 

Mi jefa me volvió a tender la hoja.

— Pienso que debes leer los requisitos — me aconsejó.

Tomé la hoja en mis manos y me dispuse a leer los requisitos:

Encargarse de la elección de las comidas, aperitivos y demás que deseé su jefe.

Encargarse de la elección de sus atuendos, perfumes y objetos personales. 

Manejar quejas y sugerencias.

Motivar a su jefe. 

Organizar su agenda personal.

Acompañarlo a viajes y reuniones. 

Dar soporte emocional en momentos difíciles.

Brindarle una sonrisa

Jugar a las cartas con su jefe.

Ser organizada, puntual y honesta.

Brindarle apoyo en las decisiones difíciles. 

— No pide ningún requisito académico — dije sorprendida. 

— Pienso que, como lo dice el anuncio, es una asistente personal. Para ello no necesitas una carrera universitaria. Eres organizada e inteligente, además cocinas como los Dioses — la alentó. 

— Nada me asegura que me llamaran — volví con el pesimismo, pero es que después de tantos golpes en la vida, una chispa de esperanza se ve tan lejana. Un trabajo como aquel me podría proveer de un seguro médico para mi hija, ya no tendría que hacer de tripas corazón para alimentar a mi hija, saltándome comidas o desayunos con tal de que fuese ella la que comiera, un trabajo así me daría la oportunidad de enviarla a una buena escuela.




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