Emma coloreaba sobre la alfombra. Dibujar en su cuaderno de pintura, era su segunda cosa favorita en el mundo, la primera era jugar con Julián.
Emma no recordaba ni un solo día de su vida donde no estuviera Julián, ella lo había visto desde que tenía uso de razón y hasta sentía por momentos que él había estado con ella en el vientre. Pero su mamita siempre le decía que cuando ella dió a luz solo había un bebé dentro, ella.
Cuando Emma dibujaba a su familia, siempre dibujaba a Julián sobre el papel junto a su mamita, su papá y ella.
— ¿Qué dibujas? — le preguntó Julián subido encima de la mesa.
— Una cosa... — respondió ella, sonriente —. Te vas a caer, Julián y luego te teneno que poner curitas.
El niño sonrío y salto hacia el piso y acercó a la pequeña rubia.
—¿Cuántas veces te diré que soy un ángel?, y los angeles no tenemos cuerpo físico, así que podemos subirnos a cualquier superficie sin tener miedo a lastimarnos.
— Eso suena divertido, yo tieno ser un ¡ángel — manifestó contenta.
Julián negó arduamente con su cabecita.
—No, Emma tu debes seguir siendo humana— comentó en pequeño—. No hay nada más maravilloso como estar vivo.
—Entonces, ¿tú quiere ser hunano?— lo interrogó la pequeñita. Emma se incorporó y se acercó a Julián.
— Yo ya fui humano en muchas vidas, Emma — contestó él.
Esa respuesta confundió más a la pequeñita, quien decidio hacer más preguntas.
— ¿Cuántos años tiene, Julián?
Él sonrío travieso.
—No sé, a veces tengo cien años, a veces tengo seis y juego en el jardín con mi papá, a veces tengo catorce y voy de viaje a Europa con mi amigos del colegio, a veces estoy en el vientre de mamá por poquito tiempo pero no veo la luz ya que gente mala me arrebata de ella y se me regresa a otros años — el pequeño ángel, mostró un semblante preocupado.
Ya que poco a poco los recuerdos de otras vidas desaparecían de su memoria.
Cada vez que se acercaba la hora de que Emma conociera a su padre, más difusa se volvía la memoria del angel.
Julián tenía mucho conocimiento, el pequeño ángel podía ver cosas del futuro y del pasado de Emma y su mamá, pero no podía decirlas porque estaba prohibido romper el curso del destino. La sabiduría del pequeño ángel era mucha y su misión era cuidar y proteger a Emma.
Siendo ambos niños, rápidamente se distrajeron con otras cosas. En la televisión se mostró una divertida escena de la película Shrek. Se ubicaron en la alfombra, mientras Madame Cindy le traía merienda a la rubia, y por supuesto tuvo que devolverse a la cocina a buscar otra merienda porque Emma, se negaba a comer sin Julián.
El pequeño ángel ya le había dejado saber a su insistente amiga, que él no necesitaba comer, pero Emma negada a creer eso, insistía.
Emma empezó a tocarle la cabecita al ángel, la niña rubia era el único ser que lo podía tocar. Él era su único amigo, ya que por los pocos recursos que tenía su mamá ella no podía ir a la guardería y conocer otros niños. Por eso estaba Julián con ella, para acompañarla.
Poco a poco, ambos quedaron dormidos en la alfombra después de colorear. Madame Cindy al notarlo, fue y cargo a Emma en brazos y la puso en el sillón, arropandola con su sabanita de la princesa Elsa.
La bailarina observó como la infanta se movía hacia la derecha, como si estuviera haciendo espacio para alguien mas.
Al caer la tarde después de la siesta, Emma volvió a despertar y como todo niño pequeño sintió angustia al no ver a su mamá.
— ¿Por qué mami no vine? — dijo soñolienta y llorosa, mientras sus pequeñas manitos temblaban—. ¿Dónde está mami?
Madame Cindy hablaba por teléfono con alguien más, por lo que no escuchó los cuestionamientos de la rubia.
Emma se bajó del sofá y miró por todos lados pero no encontró a su mami.
— Julián— llamó al angelito—. ¿Mami se me pedio?
El angelito, quien dormía la siesta también, abrió sus ojitos y miró a Emma.
«Oh, no. Emma está llorando»
—¿Qué pasa, Emma? — inquirió preocupado.
—Mami, se pedio — dijo ella haciendo pucheros.
— Ya te dije, Emma. Tú mamá no volverá a perderse. Aquella vez que te dejó era porque no podía darte de comer — le recordó.
El angelito se sentó nuevamente en la alfombra.
— ¿Entonces ella no me dejará?— preguntó.
Emma se había pasado la mayor parte de su corta vida con su mamá, por lo que al no tenerla cerca creaba en la pequeña un sentimiento de desconfianza e inseguridad.
Uno de los efectos secundarios de un niño que ha sido puesto en el sistema infantil y alejado de su padre es el miedo a volver a perder a sus padres.
Y aunque Emma era muy pequeña para recordar aquel tiempo, ella siempre tenía temor de perder a su mamá.
— Emma, debes siempre confiar en que mamá y papá vendrán por ti. Es normal que vayan y trabajen — le dijo Julián.
— Pero papá no vino, él nunca vino.
El ángel pensó que era mejor jugar con ella y distraerla, mientras llegaba mamá.
— Papá está muy cerca, Emma. Él no ha llegado porque personas con mal corazón, lo alejaron de tu mamá, pero ya está cerca— aseguró Julián.
— ¿Está en la repoperia?
—No, él no está ahí ahora. Pero está cerca.
— Me disiste que estaba ahí.
— Ahí solo debías alertarlo de tu existencia, ya luego irán juntos en el futuro...
Emma frunció el ceño, puesto que a veces su amiguito Julián hablaba como los adultos y ella no entendía.
— Vamos a jugar eso es lo que debemos hacer — la invitó el pequeño al ver la confusión de la rubia.
— ¿Con los zapatos?
El niño sonrío y miró los zapatos de madame Cindy, quien se los había quitado y puesto debajo del pequeño comedor.
— Sí. Ambos niños asintieron con sus cabecitas y compartieron una sonrisa traviesa.
—Tu los mueve— dijo Emma.
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Editado: 16.10.2023