— ¡Es mi hija!— gritaba el hombre, furioso.
Aquel delincuente no perdia la vista de la pequeña rubia en brazos del senador.
Con cada grito de Gonzalo, Emma temblaba más. La niña recordaba al mal hombre que había lastimado a su mami, el año pasado.
Emma,tomó entre sus manitas el rostro de Jared. El senador la sostenía como si la pequeñita, fuera su vida propia, mientras los agentes del servicio secreto esposaban al intruso.
—Él no es papá— dijo angustiada—. No me tieno perder.
— No te perderás pequeña, estás conmigo — le dijo el político, besándole la cabecita, la preocupada rubia.
—Señor malo, le pegó a mami— le confesó Emma, pasado sus manitas por sus mejillas para limpiarse las lágrimas.
— ¿Este hombre lastimó a tu mamá? — le preguntó señalando al desaprensivo, tirando el suelo.
Emma afirmó con su cabecita. Jared apretó el puño lleno de rabia. Aquella declaración de la niña,fue la gota que colmo la paciencia de Jared.
— Envíen este infeliz con el agente Carter, lo quiero fundido entre las rejas. Intentó secuestrar a una menor de edad— le ordenó Jared a sus agentes.
Gonzalo se removió en suelo y empezó a escupir mentiras por la boca.
—Emma, es mi hija. Soy su padre, solo quiero estar con mi hija— mostró una sonrisa de odio hacia el senador. Ya que él sabía quién era aquel hombre y su vínculo con Lara—. La partida de nacimiento de Emma lo comprueba.
Jared quien le había dado la espalda, lo observó por unos segundos. El tipo tenía un aspecto limpio y usaba ropa cara, pese a no parecer un delincuente, a Jared no le dió nada de confianza aquel pusilánime.
Jared no le contestó nada al tipo ese y con una señal, sus hombres procedieron a meterlo en la camioneta con destino a la sede del FBI.
Jared McCarthy caminó hacia la biblioteca, seguido por sus guardaespaldas y Emma en brazos. Sin saber que un pequeño ángel les seguia. Julián, se agarró de una de las esquinas del esmoquin del senador y caminó con ellos, adentrándose al lugar.
Lara Hernández abrió los ojos de golpe, corrió hacia su hija al verla entrar en brazos del senador. La niña lloraba e inmediatamente supuso que algo pasó.
—¿Emma?
—Mami, no tieno perderme. El hombre malo vino, mami — le contó inmediatamente la niña, entre lágrimas, abriendo sus bracitos hacia ella.
Lara miró con vergüenza a todos los presentes allí y abrazó a su hija.
— Un hombre intentó llevarse a la niña. Gracias a Dios, el senador arriesgando su propia seguridad, evitó una desgracia —informó Joshton, con un tono de enojo, ya que era inconcebible para él y todo el equipo que el senador hubiese puesto en peligro su vida por una niña desconocida.
Ella pudo ver el gran despliegue de seguridad y que los agentes habían cerrado la biblioteca, tomando medidas de seguridad.
— Yo me tengo que ir— empezó a decir preocupada la bibliotecaria.
— ¿Y eso por qué? — preguntó Jared, irritado por toda la situación. Ver a Emma vulnerable fue algo que no le gusto para nada—. ¿Es cierto que ese hombre es el padre de Emma?
Lara estuvo apunto de contestar.
—Señor senador— les interrumpió La señora Cooper—. ¿Lara qué está pasando?
La joven mujer se volteó hacia su jefa.
— Él estuvo aquí, señora Cooper e intentó llevarse a Emma — le comentó Lara.
La señora se acercó a ella y las abrazó, tocando los risos de la pequeña con cariño.
— No debe acercarse ni a ti, ni a Emma, él tiene una orden de alejamiento.
— Eso nunca es suficiente para Gonzalo— musitó la joven.
— Mis hombres se encargaron de él. Las autoridades aplicarán el castigo correspondiente — aseguró el senador.
Lara se puso nerviosa, sentía miedo de que el senador descubriera su pasado, por lo que se puso a la defensiva.
— No hablemos de eso delante de Emma, por favor.
El senador asintió. Cuando el servicio secreto determinó que la seguridad del senador no estaba comprometida, procedieron a sacar al político del lugar, aún en contra de los deseos de Jared, de quedarse con ellas. Los agentes despejaron el lugar, no sin antes asegursarse de llevar a Emma y a Lara a su hogar.
Jared le pidió a su equipo dejar varios agentes de seguridad merodeando la residencia de la bibliotecaria y su pequeña.
Lara suspiró mientras continuaba peinando el cabello rizado y desordenado de Emma. Acababa de bañarla y lavarle el cabello con su champú, acondicionador y gel de baño, con olor a fresas, el favorito de su pequeña .
Después de aplicar un poco de crema para rizos de coco en el cabello de Emma, le separó el cabello y le hizo dos trenzas francesas.
Una vez que terminó, Emma le sonrió a su mami, mirándose en el espejo.
—¡Gracias mami!.
Ella sonrió.
—De nada, mi princesa de las hadas— le respondió, dándole un beso en la frente.
Lara se puso de pie y caminó hacia el baño, dejando a Emma en la cama.
—La señora Cooper o Cindy, podrían llamar mientras estoy en la ducha. Si lo hacen diles que las llamo más tarde.
—¡Entendido, mami! — gritó su vocecita y Lara se echó a reír.
A veces se olvida de que su dulce hijita de cuatro años todavía tiene cuatro años. Como se portaba tan bien, a veces Lara, la confundía con una niña mucho mayor.
Desnudándose entró en la ducha. Mientras se lavaba el pelo, empezó a pensar en los acontecimientos del día, debía llamar a su abogada, para que de una vez por todas Gonzalo fuera removido del acta de nacimiento de Emma.
Se arrepentía de haberle permitido aquello, pero en aquel momento solo era una joven de dieciocho años desesperada, porque el juez encargado del caso Emma, le había informado que sin un padre responsable, sus posibilidades de recuperar a su hija eran menores.
Por eso había buscado a Gonzalo, para que reconociera a Emma como su hija y así ella poder recuperarla.
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Editado: 16.10.2023