Dos meses después.
Elliot McCarthy se acomodó en la silla del bar, la luz tenue apenas iluminaba su rostro marcado por la indecisión.
Su hermano, al otro lado de la mesa, escuchaba atentamente mientras Elliot confesaba en voz baja.
– Estoy atrapado, Jared – comenzó Elliot, su voz apenas un susurro sobre el murmullo del bar –. Me casé con Kimberly, no por amor, sino por ambición. Su familia tenía la patente que podría hacer despegar mi empresa, y yo… yo hice lo que creí necesario.
Su hermano, un importante senador de la ciudad, toma su copa y le mira.
– Continúa – lo invita Jared.
– Pero hay alguien más... siempre ha habido alguien más –continuó Elliot, su mirada perdida en el vaso de whisky que giraba entre sus dedos.
– La chica Rutherford, pensé que no la querías – dice.
El empresario sacude la cabeza, negado admitir algo.
– ¿Y ella lo sabe? – preguntó Jared, inclinándose hacia adelante.
– ¿Saber qué?
– Que estás enamorado de ella, por supuesto – responde el senador.
– No, no estoy enamorado – niega.
– ¿Y entonces?, estás aquí en un bar, melancólico, arrepentido de tu matrimonio y de tus labios, ha salido un nombre varias veces en la última hora... Maya – argumenta.
Elliot negó con la cabeza.
– No sé lo que me pasa con ella...es como si nunca pudiera darle un cierre.
– Habla con ella – insiste su hermano.
– Me acosté con ella estando casado – confiesa.
– ¡Dios mío! – su hermano le da un codazo –. No sé quién es más imbécil, si tú o Lance.
– Lance, definitivamente él – asegura.
– ¿Kimberly sabe que no la quieres?, ¿qué estás muerto por otra?
– No estoy muerto por nadie – vuelve a negar.
– ¿Le has dicho algo a tu esposa si o no?
– No, nunca le he dicho.
– Tienes miedo de admitir tus sentimientos, miedo de arriesgarlo todo por un amor que quizás solo exista en tu cabeza.
– Ella se metió con otro y no me esperó, aquello quebró mi ego – admite.
– ¿Le dejaste las cosas claras antes de largarte a Londres?
– No.
– Entonces no te entiendo hermano, te vas, la dejas solas, después de estar con ella mucho tiempo, sin definir lo que eran, sin estar en una relación sería y piensas que ella te debe guardar luto...
– ¡Yo se lo guardé carajo!, no pude acostarme con nadie en un año y por lo que veo voy por el mismo maldito camino – se pasa la mano por el pelo –. Kimberly me pidió sexo en una de las cláusulas del matrimonio y anoche cuando llegué a casa ella regreso de su viaje, no pude tocarla...no pude.
El silencio se instaló entre ellos, roto solo por la música suave que flotaba en el aire.
Jared puso una mano sobre el hombro de su hermano.
– Hermano, la vida es demasiado corta, mírate en mi espejo, perdí mi esposa, mi hijo – a su hermano, el dolor por la pérdida de su familia se le notaba en la mirada –. Perdí mucho tiempo valioso junto a ellos, solo por conseguir éxito en la política, cuando me vine a dar cuenta ya no los tenía. Tal vez sea hora de enfrentar tus miedos y ser honesto contigo mismo y con los demás. Sea cual sea tu decisión, estaré aquí para apoyarte.
Asintió, agradecido por la comprensión de su hermano. Sabía que tenía razón, pero aún así, el camino a seguir parecía tan incierto como siempre.
El corazón de Elliot se aceleró al ver a Maya entrar al bar, risueña y radiante, rodeada de amigas. Un tipo llega y las saluda, susurrándole algo al oído a Maya.
La ve sacar su teléfono y anotar, lo que cree es el número del tipo, quien con una sonrisa se despide de ella.
Un nudo se formó en su estómago, y la sombra de los celos oscureció su mirada.
– Debe ser solo una salida entre amigas– dijo el senador al notar el cambio en el semblante de su hermano, notando la tensión en el rostro de su hermano. – No significa nada más.
Pero las palabras no podían calmar la tormenta de emociones que sentía.
Observó cómo ella reía, cómo su cabello caía en cascadas sobre sus hombros, cómo su sonrisa parecía iluminar la habitación. Y con cada risa compartida, se sentía más lejos de ella.
– Quizás ya me olvidó –murmuró para sí mismo, la idea de Maya con otro hombre era como un puñal en su orgullo.
– Te estás ahogando en un puto vaso de agua, por imbecil – lo regaña su hermano mayor.
– Quizás nunca significó nada para ella.
– No puedes saber eso si nunca le has hablado sobre tus sentimientos – insistió, pero él ya había tomado una decisión.
Sin una palabra más, se levantó de su asiento, su copa de whisky abandonada en la mesa.
No podía soportar la idea de verla, sonreír y seguir su vida, mientras los últimos meses había sido un infierno de dudas para él.
Con el corazón pesado y la mente llena de dudas, salió del bar, dejando atrás la posibilidad de lo que podría haber sido.
(...)
Maya Rutherford
Mi amiga Odette sonrío al camarero mientras pone nuestras margaritas en la mesa.
Es sábado por la noche y he salido a cenar con mis amigas de la especialidad. Habiamos ido a un bar, pero el ambiente estaba apagado, asi que terminamos en una discoteca.
Soy residente de primer año de pediatría. Han pasado ocho semanas desde la cancelación de mi boda y no he vuelto a saber nada ni de Christian, ni de mi madre.
Algunos dicen que se han fugado juntos, por momentos me siento incrédula de aquello. Christian era un empresario, tenía un negocio el cual dirigir y dos meses ausente era demasiado.
Su familia le estaba buscando por cielo y tierra, al igual que mi padre buscaba a mi madre.
Marena, mi madre, es la segunda esposa de mi padre, un general retirado con mucho poder en la armada americana. Xeno Rutherford, era un hombre particular, como padre siempre le he visto como alguien amoroso, aunque mi madre en varias ocasiones me dijo que ha sido un esposo cruel.
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Editado: 11.06.2024