Un papá para Mila

Capitulo 4

Queens, Nueva York.

Maya Rutherford 

Han pasado dos semanas desde que he descubierto que estoy embarazada, quizás debería estar asustada o preocupada por decírselo al padre, como podrían estar muchas chicas en mi situación, pero no es así. 

Sé que aunque que Elliot y yo no tenemos una relación, él jamás le negaría el amor de padre a nuestro bebé. Los McCarthy son una familia muy unida y amorosa, estoy segura de que aceptarán este bebé. 

Quiero detener los latidos de mi corazón, pero no puedo evitar sentirme emocionada, porque este pequeño que crece en mi vientre, es el hijo del hombre que he amado desde niña. 

He tratado de verle, pero ha vuelto a Londres, me ha escrito esta mañana diciéndome que regresa este fin de semana.  No pienso ocultarle el embarazo, debo hablar con mi hermano. 

Aún recordaba las primeras veces que le había visto, para mí era el hombre más guapo sobre la tierra, y enseguida había surgido entre nosotros una atracción explosiva. 

Recuerdo que mi respiración se aceleró aquella noche, cuando me había invitado a salir, me quede embelesada, balbuceando un rotundo, ¡Sí!

El fin de semana siguiente me recogió en su lujoso auto y me llevo a un enorme campo de tulipanes amarillos y habíamos pasado la tarde recogiéndolos.

– ¿Cómo supiste que los tulipanes son mis flores favoritas? – le pregunté emocionada. 

Él se inclinó y besó mi nariz, lo que me hizo sentirme en una nube. 

– Soy muy observador – dice –. Y me encanta escuchar detrás de las paredes cuando conversas con Zuri. 

Solté una risita en ese momento y puedo decir que aquella primera cita fue perfecta. 

Sé que tal vez solo me ocurrió a mí, pero en aquel campo de tulipanes, pasó algo magico, un sentimiento sobrecogedor e inesperado se me instaló en el alma por aquel hombre de cabello dorado. 

No puedo decir que estuviera enamorada, apenas era nuestra primera cita, pero el sentimiento que flotó en mí al chocar sus labios con los míos fue... en ese momento no sabía como describirlo exactamente porque nunca me había sentido así. 

Y así comenzó nuestro romance como un relámpago, jamás le pusimos nombre, jamás nos mostramos en público. 

Nunca he creído en eso de la reencarnación en vidas anteriores, en el destino de las almas, ni nada parecido, pero Elliot me hizo reconsiderar el concepto de alma gemela. 

Desde el primer momento supe que era el hombre de mis sueños. 

Empezamos a pasar mucho tiempo juntos, y aunque nuestras vidas eran muy opuestas, yo estudiante, él ya en la universidad, conectamos a un nivel profundo. 

Al menos yo lo creía así, hasta esa noche fatal, donde lo distorsionó todo y me dejó sola. 

Un ligero toque en la puerta me saca de mis pensamientos. 

– Maya, mi niña, tu papá, requiere tu presencia en su despacho – me informa mi nana, a quien beso en la mejilla al levantarme de la cama. 

– En seguida voy, nana – le digo, poniéndome las pantuflas. 

– ¿Qué vas a desayunar mi niña? – me pregunta, acariciándome el cabello. 

– Una avena ligera estaría bien, las náuseas me tienen que no sostengo nada – me arreglo un poco el pelo, mientras ella me pasa mi celular. 

– No sabes lo ilusionada que estoy por ese bebé, mi niña ojalá sea una pequeñita igualita a ti de dulce y amorosa – menciona mi nana con dulzura. 

– O tal vez un varoncito que te saque canas.

– No importa lo que sean, yo lo amaré por ser tuyo – afirma.

La abrazo agradecida de tenerla en mi vida, mi nana siempre me protegió de mi madrastra y sus desaires hacia mí. 

He pasado las últimas dos semanas en casa y me siento más tranquila, en esta casa crecí y aunque tengo un par de malos recuerdos, este es mi hogar y nada como estar en casa. 

Bajo hasta el despacho de mi padre, en pijamas y con el pelo en una cola de caballo, me siento sin mucha energía y quiero pasarme el día en casa y tal vez ver una película. 

Al llegar al despacho me encuentro con toda la familia reunida y sus rostros serios, desde mi madrastra hasta mi hermano Xandro y luego los ojos cristalizados de mi padre, me indican que algo no está bien. 

– ¿Papá? – entro a la estancia –. ¿Estás bien?

Niega con la cabeza y se lleva las manos a la sien. 

Xander llega a mi lado y coloca una mano en mi espalda, besando mi cabello. 

– Debes sentarte pequeña, hay algo que debemos decirte – me lleva hasta la silla frente al escritorio de mi padre y las rodillas me empiezan a temblar. 

Xandro mira hacia la ventana con el rostro neutro, mi madrastra no me mira, sino que se enfoca en las reacciones de mi padre, el cual, a este punto, tiene la cabeza agachada. 

Xander, se arrodilla a mi frente tocándome las manos, con preocupación. 

– ¿Qué pasa?, me están asustando – les digo. 

Mi padre me mira a los ojos y responde:

– Maya hemos encontrado a tu madre y a Christian. 

Mi pecho se calienta y paso saliva, la sola mención de ellos me arruga en alma. 

– ¿Y dónde han estado todo este tiempo? – quiero saber. 

– Muertos – dice Xandro, el cual sigue mirando por la ventana. 

– ¿Puedes ser sensible por una puta vez en tu vida, Xandro? – le reclama mi padre y el pecho me arde en profundidad. 

– No, no entiendo – las lágrimas se desbordan hacia mis mejillas y Xander me sigue sosteniendo las manos. 

– Los cuerpos de Marena y Christian aparecieron esta mañana – explica mi padre y a mí se me corta la respiración. 

– ¡No! – grito finalmente después de segundos de silencio. 

– Tal parece que llevan... meses muertos, se presume que tuvieron un accidente en la carretera, los días posteriores a la boda – mi padre se levanta de su escritorio, llega hasta mí y me abraza –. Lo siento tanto, pequeña.




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