Nuriel llevaba días viajando, buscando algo, un monstruo.
El Zeltonar era un pueblito ubicado casi al lado del bosque de zeltos. Era un lugar peligroso, por lo que la mayoría de sus habitantes eran reconocidos como fuertes luchadores. No eran aventureros, pero se defendían. Por eso era raro que la mitad de las casas estuvieran destrozadas. Aunque no tanto si tenías en cuenta los rumores que la habían llevado hasta ahí.
Mientras caminaba por el sendero con dirección al lugar, recordó a cerbero y se lamentó porque no podía montarlo. Conforme se acercaba al pueblo, en las casas de adobe se notaba cada vez más las marcas de la destrucción. No eran marcas de dientes o garras. Mas bien parecía que un terremoto había azotado el área.
Nuriel siguió acercándose. En su mano derecha llevaba una pala de monje. No necesitaba recargarse pero le daba un aspecto de sabia que le gustaba. Llegó al terreno de la casa que bordeaba el pueblo. Los habitantes, los pocos que había, estaban ocupados en la limpieza de escombros. Nuriel se acercó a uno de ellos y le puso una mano en el hombro. El hombre, de unos 30 años y visiblemente cansado, se sobresaltó. Casi cayó de espaldas, pero Nuriel lo sostuvo fuerte.
-Una aventurera! -Exclamó al verla.
El resto de personas dirigieron su atención hacia ellos. Algunos se quedaron mirando desde donde estaban, pero la mayoría se acercó.
-Una aventurera! -Repitieron un coro de voces.
-Ayúdanos! -Suplicaron otros.
Nuriel se sintió abrumada. Algunos aldeanos eran demasiado dramáticos para su gusto. Uno de los que se quedaron atrás alzó la voz por sobre el resto.
-¡Los aventureros cobran! -Se notaba resentimiento en su tono-. Algunos demasiado.
La desesperación se apoderó de los presentes. Era lastimero ver a peleadores de su nivel en tan patético estado. No los culpaba, era parte de su naturaleza. Además, el monstruo que los había atacado era de temer y estaba completamente fuera de su liga.
-No vengo como profesional. -Apuntó secamente, tampoco quería darles falsas esperanzas.
-¿Dices que trabajarás gratis? -Preguntó el mismo guerrero de antes. Vestía una armadura pesada, aunque de baja calidad. No podía ser de un metal mejor que el acero. En su cinturón colgaba una espada sencilla y una daga. Era un guerrero, tipo berserker seguramente.
-Por ahora muestre me a sus heridos. Puedo hacer algo incluso si están graves, pero no si están muertos. Todos agacharon la cabeza, incluso el berserker. Nuriel compendio rápidamente. Era la primera vez que pasaba por ésto. Nunca creyó que se sentiría tan mal por unos aldeanos.
-¿Cuantos? -Preguntó. Su voz estuvo a punto de quebrarse.
El berserker sacudió la cabeza por toda respuesta. Eso la hizo enojar.
-¿Como es posible? Y ustedes. ¿Dónde estaban que siguen con vida? ¿Por qué no pelearon? Hubiera sido mejor morir en batalla, que ésta cobarde existencia.
La mayoría se agacharon aún más frente a sus duras palabras. Pero uno de ellos se adelantó. Vestía armadura de cuero. En su espalda colgaba un arco corto y de su torso un par de dagas.
-Estábamos en el bosque, haciendo nuestro trabajo. -Le gritó con la voz de un niño. No podía tener más de 15 años. El berserker lo detuvo con una mano. -Te mataría antes de que lograras acercarte lo suficiente.
Ahí estaba, esa punzada de culpabilidad. Era verdad que lo mataría sin pensarlo mucho. Si que sabían como tocar sus fibras sensibles. Agitó la cabeza para alejarse de ese sentimiento y fue al grano.
-¿No quieren venganza? Los hombres se miraron entre sí y el fuego en su interior se avivó.
-Sí! -Gritaron con fervor.
Tardaron un poco en prepararse. Nuriel se puso a meditar mientras lo hacían para ahorrar tiempo. Se formaron en una fila doble. Antes de partir, alguno de ellos preguntó por la dirección que debían tomar. Nuriel los tranquilizó, ella conocía el camino. Llevaba bastante tiempo rastreando a la criatura como para poder seguir sus huellas.
Emprendieron el camino.
Nuriel andaba al frente. Las huellas eran fáciles de seguir. Detrás de ella los peleadores del pueblo caminaban en una buena formación. No eran soldados, pero se notaba la influencia del imperio en ellos.
-Perdónalo. -Reconoció la voz del berserker en quien le había hablado-. Perdió a toda su familia. Es un buen guerrero.
-Yo diría guardabosques.
-¿Cómo?
-Nada. -A veces Nuriel mezclaba los mundos sin querer-. No hay nada que perdonar. Es fiero, eso me agrada.
-¡Si que lo es! -La voz del berserker delataba orgullo-. Hace poco despacho a su primer intruso. No fue fácil, nunca lo es, pero no se rindió. Así consiguió sus dagas.
Ya se le hacía raro el diseño de esas dagas. Entonces eran un aporte de los vecinos. Que curioso.
-Eso lo matará.
Estos sujetos le agradaban, pero nunca estaba de más confundirlos un poco y ponerlos a prueba. El berserker se rió.
-Todo te mata en este mundo. Es mejor morir en batalla que una cobarde existencia.
Nuriel lo miró. ¿Esa era su frase?
-Es tu frase si. Siempre se puede aprender algo nuevo. -Dijo el guerrero como si le hubiera leído el pensamiento. Nuriel también rió.
-¿Cómo te llamas?
-Goorick. -Respondió el berserker. -¿Y tu? ¿Cómo te llamas?
Era raro que le hicieran esa pregunta. Hacía tanto que la había respondido por primera vez que no podía más que sentir nostalgia.
-¡Nuriel! -Respondió saboreando el nombre.
Fue una de sus mejores creaciones. Era el nombre de una diosa del fuego. Muy apropiado, ¿no? Lo había pensado mucho antes de elegirlo. Enseguida se le ocurrió algo.
-El chico. ¿Cuál es su nombre?
Goorick encogió los hombros.
-Aún no elige uno. Nadie se lo ha preguntado.
Nuriel comprendió las palabras que el berserker no dijo. Nadie se lo preguntará ahora. Lo había perdido todo. Casi se sintió culpable. En sus primeros días quizá habría llorado. Ahora sabía que este mundo era así, cruel. No es que estuviera acostumbrada, simplemente ya había llorado demasiado.
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Editado: 26.07.2021